jueves, noviembre 30, 2023

En el horizonte, distingo a un caballero con armadura, cabalgando un caballo marrón. Las palabras de P. resuenan en mi mente, pero aún no logro procesarlas por completo. Su llegada despierta en mí una alegría pura, como si fuera el inicio de una festividad emotiva y alegre. Es el mismo de siempre.
Mi psicoanalista persiste en la idea de que podría salir con P., pero yo niego con la cabeza y las palabras. No es que me falte deseo, es más bien la imposibilidad que brota de mis poros. Es una locura. 
Camarón de la Isla y Paco de Lucía. El canto llorón, tristón. El andaluz, el catalán. El flamenco. Conexiones profundas y sentidas. Desearía volver a ser niña para mirar una presentación musical boquiabierta.
Una mujer me saluda con extrema simpatía. Rostro bello, figura delgada, cabello negro azabache con rulos naturales, mirada penetrante, sonrisa blanca como la luna. La amante de mi padre, que al principio me generó rechazo y dolor al remover viejas heridas. Soy amable, pero no puedo entender cómo pudo estar con él (y no conmigo). El padre de la mujer me da un beso en la mejilla y me recuerda de bebé, con el pelo rubio. Al despedirse, me dice al oído que ha sido un gusto haberme visto. Le respondo con timidez que igualmente. Su última palabra fue: gracias.
Algo profundo sucede en mí. Una conmoción, un torbellino, un tapiz tejido a mi dolor, un enfermo sin cura. La oscuridad se cierne. Anhelo que mi padre se pareciera un poco a P., a quien aprecio sanamente. Tal vez algo similar respondí al interrogante de A.: ¿qué sentís por él?
El cuerpo de L. cruza fugazmente mi memoria. Es una sombra, un error o una tentación prohibida. No deseo lo posible, y L. estaría dispuesto a entregarse, olvidando su dignidad y orgullo. No lo deseo porque mi corazón no lo quiere, lo rechaza y no puedo forzarle a sentir. Él ya eligió al caballero con armadura que cabalgaba un caballo marrón, blanco, negro o gris.

miércoles, noviembre 29, 2023

Un trío de pichones diminutos se esconde de la lluvia en las ramas, bajo dos metros de hojas en copa, como vientos, como espejos con un centenar de ojos buscando refugio. Contemplo esta imagen con ternura, congelada en el tiempo, como si mis lágrimas brotaran con intensidad incluso sin derramarse. Me conmueve la belleza de mis conjeturas, lo analítico de mis pensamientos. El reflejo huye de la ventana como de sí mismo. 

martes, noviembre 28, 2023

He caído en un sueño tan profundo, un abismo temporal que devora la realidad en un parpadeo. De repente, una luz acaricia mi rostro, pero mi cuerpo, imperturbable, se ve iluminado por la presencia avasallante de figuras oscuras, llenándome de un terror que paraliza mi ser. Como si fuera un ser sin voluntad pero con ataduras, cuyo cerebro se encoge hasta olvidar las lágrimas derramadas horas atrás. Quien rompe el silencio de mi sueño vacío es R., pero mi atención es secuestrada por su compañero. El pánico se apodera de mí, pues mis párpados se resisten a abrirse, y aún no distingo entre la realidad y la fantasía. El hombre malo está aquí, el que ha acechado en las sombras de mis miedos. Comienza así una reconciliación sin palabras, una niña que será momentáneamente el objeto de afecto de una figura destinada a desaparecer en las sombras de un jardín siniestro. 
Un millón de sesiones psicoanalíticas que solo han sido cuatro desde mi última incursión escrita, hace un mes. Conflictos internos aparecen, uno tras otro, sin encontrar soluciones inmediatas, y no sé si se desvanecerán fácilmente. Un desequilibrio que se gestó hace poco más de dos semanas. Nuevamente me refugio en la fantasía: la lectura, algún dios omnipotente, una red roja que cae desde mi frente y se despega, cayendo al suelo. Problemas evidentes con la comida, a veces con el exceso de sueño, ansiedad mental.
Se me presenta la imagen de P., distante y ya irrecuperable. Me pregunto por qué me alejé de él, mientras, como banda sonora, resuena "Vos también estabas verde" de Charly García. El tiempo, caprichoso, ha obrado cambios en múltiples dimensiones. En este instante, anhelo sumergirme en P., masticar su cuello y su rostro esculpido por los dioses, saborear su pelo, ser una especie de super-mujer con sus brazos, capaz de romper las paredes con furia.
He salido al mundo y he disfrutado, claro, antes del suceso del sábado. La aparición de un hombre sin rostro pero con voz, un intercambio de energías malignas, un revólver en su sien imaginaria y el mundo llamándome desesperadamente para enfrentarlo. 
Cuando ni la música ni los libros pueden cumplir su propósito, pienso en L. Me sumerjo en su feminidad, su dulzura, su risa y su afecto inigualable. Sé que mi barco no volverá a encallar en su cuerpo, y sin embargo...