viernes, mayo 31, 2024

En el día de ayer, me abandoné al silencio de la soledad. Me sentía al borde de la locura, dando pasos ansiosos alrededor de la mesa o apretando mis ojos con las palmas de mis manos. Me es imposible calcular la cantidad de episodios de llantos que he tenido. Mis dientes atacaron sin piedad mi labio inferior y el interior de mi mejilla derecha. Mi mente se llenó de autoconceptos negativos sobre mi imagen corporal, posiblemente la causa por la que el apetito de P. desapareció. Me detuve en su dibujo de la figura humana: un hombre con sombrero, corbata y un cigarrillo pendiendo de su boca. Clara conjunción de símbolos que, junto a sus manos, gritan falos. ¿Cómo he sido incapaz de verlos? ¿Cómo es posible que sea tan falocentrista y, al mismo tiempo, critique su cuerpo? Visión pesimista de la realidad. 
Hoy, finalmente, tuve sesión con A., quien cuestionó por qué me había sentido tan mal estos días. Vomité todo lo sucedido casi impulsivamente. Nueva división: deseo y afecto. Al parecer, las conversaciones son innecesarias si lo único que nos une (¿unía?) es la sexualidad. ¿Comenzaré a callar, finalmente? Aún pienso en aquella idea de desafecto y frialdad. Mi preocupación actualmente se centra en si P. querrá volver a poseerme o, si por el contrario, dejó de desearme, ya que ignora cada una de mis expresiones y cuestionamientos sobre el tema. ¿Cómo he pasado de todo lo escrito al erotismo puro? ¿Podremos ser meros objetos de deseo sin mediar palabra alguna? Necesito una prueba de su tiesura, escuchar sus palabras obscenas, y que me penetre con ansias de mí. Necesito sentir sus gotas serpenteantes de sudor y beber su elixir. Necesito su lengua mágica, su dulce sabor. Sí, hablo de necesidad.

jueves, mayo 30, 2024

El fin ha llegado hoy, miércoles veintinueve de mayo. He perdido mi identidad. Deseo arrancarme la piel del rostro, morder violentamente mis brazos, despojarme de la vestimenta y abandonarme al llanto sucio mientras grito desesperada. Me doy asco. Me odio, odio cada parte de mi cuerpo frágil e infantil. Me apuñalo imaginariamente y mi respiración se entrecorta. Mis ojos se niegan a las luces, mi audición se resiste a las voces. No puedo verme, no soporto sentirme desfigurada. La agresividad se apodera de mi mente, mi torso está cubierto de sangre. Mis manos me arañan, me arrastran hacia un agujero que no es más que el vacío de mi alma destrozada. El fin ha llegado hoy, luego de veinte horas de discusiones en diez días. 
¿Qué pasó desde mi última incursión escrita? Hace quince días tuve sexo con P. Nos desnudamos con ternura y nos entregamos apasionadamente. Creí que me golpearía con su mirada animal, con su impulso casi instintivo. De pronto se volvió lingüísticamente tierno, táctilmente suave. Su rostro adormecido permanece en mi memoria, su cuerpo desnudo bajo el agua y tras un cristal. Su figura era fascinante: sus piernas y sus pies delicados, su torso varonil, su cuello y sus hombros receptores de mis besos al igual que sus brazos, su dedo índice derecho succionado sutilmente por mi boca. Una erección con final fallido y doloroso, un orgasmo que no llegó a ser. Horas lamentablemente finitas, como lo nuestro. ¿Acaso lo besé por última vez sin saberlo?
Todo comenzó debido a sus expresiones sobre otras mujeres. A mí me llamó "puta" y "rompe hogares". Días después manifesté mi deseo de estar junto a él, y ese fue el principio del fin. Nunca estará conmigo ni me será fiel, aún está enamorado de su mujer. En medio, aparecieron S. y A., exponiéndose deseosos pero siendo rechazados por mí y confesados a P. Han sido diez días duros. Creí que todo cesaría el viernes, día en que saludé a P. por su trigésimo quinto cumpleaños, quizá el único en que no necesitamos del silencio para no lastimarnos. Nos hemos dicho que nos queríamos mucho, al parecer no lo suficiente para mantenernos cerca. Nos hicimos daño mutuamente, pero me bajé del ring victoriosa. Me culpo y me castigo, como él con su silencio indiferente.
Escribo, pues ahora puedo respirar y mis lágrimas se han secado. Escribo el nudo con la esperanza de encontrar un desenlace menos trágico, más afectuoso. La noche culmina, mas el vacío estomacal persiste. Sólo se nutre mi cerebro de pensamientos tristes y catastrofistas, con la creencia de que me liberaré el viernes en la sesión con A. En quince días será mi cumpleaños número veinticuatro, me pregunto cómo llegaré anímicamente a aquel día. Espero sanarme como un enfermo sin cura, atado de pies y manos recibiendo una inyección letal. No importa cuán oscura se haya presentado esta noche, el vacío emocional no terminó conmigo. Nuevamente, la escritura se presenta como un refugio desde el que observo las tinieblas, como si no estuviera cegada y abrazada por ellas.

domingo, mayo 05, 2024

P. no me quiere. Debo olvidarme de él. Todo esto ha llegado demasiado lejos. No significo nada más que un cuerpo al que le depositan un deseo erótico. Me hiere constantemente, apuñalando mi pecho una vez más.
Sueño con la visita de mi padre y el rostro perturbador de J. L. Cadáveres que acarician gatos. Yo, temerosa ante el exterior. Otros dos sueños angustiosos, primero a las 05:05, luego a las 07:07 a.m.; olvidados por la represión.
Sueño con S. y la adicción de E., figuras que no son más que sombras. Ansío aislarme silenciosa, pero R. quiere ver mi bello rostro sufriente. Su voz me hace saltar de los nervios. No estoy encinta de P., él lo sabe. Probablemente sea ese el motivo de mi inapetencia. 
¿Por qué mi tonto enamoramiento me hace sentir tan estúpida? ¿Por qué no puedo dejarlo y, por el contrario, me entrego a la violencia de su mano? ¿Por qué sigo escribiendo sobre él? ¿Por qué lo quiero aunque todo esto me haga sentir tan triste?

Amor:
Huye,
como un caballo de carrera muerto.

EL FIN.

viernes, mayo 03, 2024

Encuentro con D. y L. Acumulación de preocupaciones angustiosas. Me entrego al llanto nocturno acompañado de pensamientos catastrofistas. R. dice que no permito que me ayuden las personas que me quieren, y que si no como, enfermaré. 
Un sueño extraño, casi masturbatorio, placentero. De repente, observo tras la cortina a unos niños jugando en el jardín. Se escapan trepándose por una escalera métrica apoyada en un muro altísimo. Al dirigirme hacia allí, me encuentro con un sinfín de animales, algunos embalsamados, otros peligrosos, desconocidos. Asociación psicoanalítica: temor intenso a la sexualidad. 
P. reaparece luego de ser receptor de mi angustia. ¿Qué decirle? ¿Debo olvidarme de él? Dos días sin poder continuar la historia fantasiosa debido a bloqueos realistas. Un exceso de realidad me sacude. Orgasmos displacenteros, desearía que fuera P. quien tocara mi cuerpo. 
Conversación con A., quien se enteró de mi encuentro con D. y L. ¿Podrá ayudarme? Me describe como "responsable, estructurada con el estudio, una mujer diez que no comete un error conscientemente". Traducción psicoanalítica: presión interna, perfeccionismo, miedo al fracaso, ansiedad, angustia. Demasiada carga para un cuerpo tan diminuto.
Mi amor: 
Sálvame de los vientos huracanados, 
de mi tormento amargo y negro, 
de los cisnes degollados.
Sálvame, que me desangro.

jueves, mayo 02, 2024

Me alejo de P., pues su indiferencia me lastima. En cambio, reaparece S., manifestando su deseo de verme. Lo ignoro, ¿por qué no puede ser ÉL quien me trate afectuosamente? ¿Por qué mi anhelo por ser escuchada en medio de las tormentas? Y no hablo de A., sino de P.
La angustia se cierne sobre mí en la oscuridad y el silencio. La imagen de C. desangrándose viene a mi mente una y otra vez. Me acecha un temor profundo e intenso a la muerte. Recuerdo cuando hace algunos años, C. me dijo que no desperdiciara mi vida. Soñé con un niñito adorable.
Despierto exaltada, con palabras de P., la voz de L. y un encuentro propuesto por D. Comienzo a desesperarme, pues no sé qué decir. Ni siquiera sé cómo juntaré fuerzas para enfrentarme a esa situación.
Entre lágrimas, pienso que lo único que me consuela es la idea de desahogarme con A. mañana. Esta semana, todas mis preocupaciones y temores me han debilitado, empujándome a iniciar la ingesta de vitaminas. Otro día sombrío. 

miércoles, mayo 01, 2024

Despierto tras largas horas de insomnio, con la noticia de que C. ha tenido un episodio de sangrado bucal y nasal. De pronto, me encuentro irascible ante la presencia de R. y la escucha de sus rodeos. Supongo que será mejor que me refugie en la fantasía. Once años después, decidí comenzar a escribir una historia de amor. Hasta ahora, llevo escritas cuatrocientas cuarenta palabras. Bien podría escapar de la realidad mediante el sueño; creo que el shock me conecta con el vacío, lo que explicaría mis limitaciones lingüísticas actuales. Sencillamente, no encuentro las palabras adecuadas que expresen cómo me siento, ni las palabras que me permitan continuar con el hilo de la historia. No hay nada dentro de mi mente, nada más que una escena terrorífica en la que el personaje principal se desangra mientras que el espectador, inexpresivo, no sale de su consternación. Fin.