miércoles, julio 16, 2025

Stay With Me (Miki Matsubara)

Cinco días antes de cumplirse seis meses de su ausencia, P. ha vuelto. Y con él, un torbellino de emociones, de canciones que antes no podía oír. Todo suena y se ve más vivo. Increíblemente vivo. Estoy como dentro de una burbuja que no quiere tocar el suelo para no dejar de existir.
Leí más de una palabra suya, volví a escuchar su voz, imaginé que nos encontrábamos, y saludé a mi libido sin lágrimas. Mencionó a su hijo y a su padre. Nos reímos. Hablamos de series y películas. Política, en chiste. Me contó que había cambiado de trabajo, pero que sostenía su pasión por los videojuegos y lo japonés. Aunque no lo expresó abiertamente, intuyo que su deseo por mí está encendido. Me dijo que siempre había sido graciosa y que tenía buena memoria. Me preguntó si conocía una canción que, si bien entendí perfectamente su significado, quise consultarle qué quería decirme con eso. Hicimos algunos comentarios sobre nuestra imagen en fotos, tal vez como forma de decirnos, tímidamente, que todavía nos atraemos. 
Comprendí que lo de ayer nos había movilizado a ambos, y respeté sus tiempos. Hoy, a primera hora, estaba retomando la conversación. Siento que es algo inconsciente, magnético. Tiene un poco más de apertura, de recepción, de ánimos para hablar. Sobre el tiempo muerto, de duelo por un vínculo que parece revivir, casi no cruzamos palabra. Ninguno esperaba este contacto tan estrecho, íntimo. Hay temas que son heridas, y sería extraño que no nos costara hablar del pasado. Tampoco esperaba que reactualizara su afecto, que de pronto se volviera expresivo como yo, pero que esté presente significa todo para mí. Quizás, por eso, la canción en japonés: por un lado, no encuentra la manera de hablar de sus sentimientos; no le alcanza el lenguaje, y además hay que traducirlo.
Antes de saber que P. había aparecido por estos lares, tuve sesión psicoanalítica con A. Yo insistía en hablar de P., en que todos los caminos conducían a Roma. Suponía, giraba en mi mente, teorizaba. Ella me respondió que él no formaba parte de mi realidad, cosa que sentí muy cruel e incierta. Pero que los otros hombres sí eran reales, al igual que mi vergüenza. Obviamente, cuando leí los mensajes de P., después de todo esto, quedé en shock. Tenía razón: aún seguíamos pensándonos. Era mutuo. No nos habíamos olvidado. Le conté a A. inmediatamente y me dijo que haga lo que quiera: "YO...". Antes de recibir su respuesta ya tenía a mis dedos tratando de resolver la sopa de letras que era mi mente. Tratando de hallar las palabras. No sé ni qué dije. Pero lo importante es que hay luz al final del túnel. Hay luz sobre la mesa de los afectos. 
Hay paz. Y, al menos de mi parte, también hay amor.
¿Será esto revancha?