Lágrimas dulces se deslizan por los toboganes de mis mejillas hasta caer en la suavidad de la almohada. Despierto en la obscura madrugada, esta vez aferrada a mi luminosidad interior. Alegría al escuchar flamenco y continuar con el proyecto C. Mis labios esbozan una ligera sonrisa, mis ojos aún permanecen hinchados. Envuelta en las palabras escritas por A. Pizarnik y A. Storni. Refugiada en un intenso amor, el cual me arrojará por la ventana de la sanación.
Sentada sola en el banco de la plaza, en comunicación con A., mientras de mis ojos brota una angustia contemplada por una niña de aproximadamente cinco años, fijando su mirada compasiva en mí. En mi mente, le méchant homme y le monstre féminin (una nueva incorporación). Mi psicoanalista divide mi vida: por un lado, oscuridad, temor y ansiedad; por el otro, luminosidad, Bécquer, P.
Ser como una luciérnaga que irradia luz.