Recientemente recordaba una de sus últimas palabras: avanzar. Necesitaba que ambos lo hiciéramos, y creía que eso podría darse al alejarnos emocionalmente. Me basta su actividad en línea para asumir que continúa haciendo malabares y luchando consigo mismo como puede.
Por mi parte, me expongo al exterior sin permitir que la agorafobia me paralice. Esta semana estuve fuera tres horas por una situación extra-laboral. Culminé algo pendiente que ocupaba mi cabeza desde hacía al menos dos meses. Mañana tendré que asistir a una reunión laboral, otra tarea que me angustiaba, pero ya tengo bajo control el cómo.
Asocié un incremento de mi angustia a los días nublados y la lluvia, pero A. no lo consideró. Como si se tratara de alguien que tuvo un accidente y debe ahora volver a caminar, cree que estuve encerrada durante un tiempo considerable y que mis pensamientos intrusivos son completamente normales. De todas formas, no podríamos extirparlos de mi mente, pero sí trabajamos sobre herramientas que me ayuden a transitar mi paso por las calles.
En aquella salida extraordinaria, el hombre que planeaba dañarme se mostró interesado en el motivo que me empujaba fuera del hogar. Me contó que tenía un perro, que vivía en un noveno piso y que quería tener un gato, pero que le daba miedo. También que, hace un año y pocos meses había perdido a otro perro suyo. Era apacible.
Al enterarme de que compartía nombre con P., me quedé petrificada por segundos, detenida en cada una de las letras que conforman aquella palabra excesivamente pronunciada por mí. Sonreí. La composición de su identidad me parecía no tener ningún sentido, como si este nombre estuviera de más, y lo estuviera a propósito, para ser visto por mis ojos.
Establezco límites respecto a D. para que no me supere su negativa ni sus berrinches, a pesar de mi entrega, mi paciencia y mi profesionalismo. Dicho de otro modo, aunque trabajo seriamente, entiendo que habrá momentos en los que no podré hacer nada más por él. Tal vez me curé un poco después de saberme vencible ante P.
"Cuando uno no tiene lo que quiere, uno debe querer lo que uno tiene"
S. Freud