Hace tres semanas volví a hacer un seguimiento de mis hábitos diarios, con el propósito de limitar mi búsqueda constante. Hay días en los que puedo existir sin saber nada de P. Este fin de semana me reconecté con actividades que me gustan y me relajan. Cuanto más cerca esté de mi eje, más lejos me mantendré de P.
Los recuerdos me asaltan como si se tratara de un ataque de pánico, y debo saber controlarme.
A. me felicitó por mis logros recientes, con una sonrisa dibujada en el rostro. Resaltó mi tolerancia a la frustración y mi paciencia infinita en el trabajo. También es consciente de las dificultades que presenté en el pasado respecto a mi agorafobia. Avancé significativamente a pesar de mi temor persistente.
No concibo ninguna salida futura al exterior teniendo a R. como compañía. Aún no logré independizarme de P.
Estos días, recordé nuestros encuentros más de lo que hubiera querido. Allí estábamos, otra vez. Aunque no estábamos, realmente. Ni volveremos a estar.
Ayer volví a usar mis redes sociales, y esta vez fue T. quien habló de desaparecer. Mi psicoanalista cree que forma parte de mi socialización.
El que desapareció hace semanas fue A., insatisfecho porque no le correspondí. Los juegos de cortejo son producto de gente estúpida, y me niego a caer en semejante ridiculización. No me prestaré a esas bobadas. Presiento que pasaré sola mucho más tiempo, recuperándome de la historia fallida con el hombre imposible.
Espero que mi corazón no vuelva a atravesar un dolor tan profundo.
En fin, se acerca el cumpleaños de P.
Me hago tantas preguntas... irresolubles.