viernes, mayo 02, 2025

"Y no hay toldo que dé sombra
Aún no sé que va a venir
La voz de nadie me nombra 
después que me perdí"

Ayer desperté con dismenorrea. Las gotas rojísimas de sangre y la música romántica que apenas se oía en el silencio me llevaron a atravesar momentos muy sensibles. Primero, lloré con fuerza recordando a P. Vi a su hijo y a S. en un día rutinario; eso me hizo empeorar. P. no estaba ahí, ni siquiera era nombrado. Seguramente estaría trabajando incansablemente, como siempre.
Llegué a evadirme durante diez horas y cuarenta minutos, hasta pasada la una de la madrugada. Con el día casi terminado, conocí mi nueva obsesión musical: "No nos supimos querer", de Vanesa Martín y Joaquín Sabina. Después de poco más de cuatro meses, decidí volver a mis redes sociales para compartir este ameno hallazgo que logró reconectarme con la música. A los pocos minutos, volví a olvidarme de aquel mundo inservible, carente de sentido. Mi falta de interés, claramente, vino de la ausencia de P. 
Recordé cuánto me gustaba una canción de Vanesa Martín, titulada "Polvo de mariposas". Allí estaba yo, terminando el día mientras lloraba —por segunda vez— más fuerte que la primera. Pensaba en lo mucho que me afectaba la letra:

"Te sentí tan dentro que a veces
Presiento que estás a mi lado
Me gusta contarte lo que me ha pasado 
Hasta que descubro que he hablado sola"

Al despertar, recibí un mensaje de S. que decía: "Hola, mi amor. Tanto tiempo", remarcando mi desaparición. Esta conversación terminará con mi distanciamiento. Hace dos semanas fue A. quien se alejó de mí, porque no propicié su juego de seducción. No me interesa la superficialidad. 
Estoy limitándome para no estar tan pendiente de P. y sus allegados. Hace poco había visto interacciones suyas, evitando leer mis mensajes. Mis evitaciones respecto al flamenco y las películas emotivas son, en realidad, una evitación más profunda: mis sentimientos actuales por P., especialmente el cariño. Todavía sufro demasiado por el fracaso de mis necesidades afectivas.
Como era de esperarse, S. pretende encontrarse conmigo. Igual que A. En su momento, también era un deseo de T. y de M. Pero asumo que mi negativa no fue, ni es, tan dolorosa como la de P. 
Mi psicoanalista quiere hacerme creer que él es solo una idea en mi mente. Pero también era mi amor. Era la gracia que se desprendía de su boca, la fuerza en nuestros abrazos, la ternura en su mirada, la suavidad de sus labios. 
Era un hombre que no me quiso, tristemente. 
Es una idea. Es una ilusión terriblemente dolorosa. 
Es la nada la que me acaricia ahora.