domingo, diciembre 10, 2023

Horas ínfimas de sueño me acarician como un cristal roto. En mi cuerpo se refleja un nerviosismo profundo, la posibilidad real de ver finalmente a P. Pobre de mi ser, que aún espera ansioso un instante que parece infinito. Evidencias manifiestas en el centro de mi estómago nauseabundo y en mis ojos llorosos, producto de las arcadas. Sensación de desvanecimiento, conciencia de mi íntima intimidad, un ansia que me envuelve y lastima. El paso de las horas aprieta, ahoga, se instala en mi ser gota a gota. Una imagen fantasiosa y a la vez fantaseada, tan cerca pero tan lejana. Mis mejillas acaloradas y mi presión por el suelo. De pronto, me siento agotada, hambrienta de aceite y sal, sedienta, falta de aire, agitada. Angustia oral que culmina en el atracón de unas masitas deliciosas, las más ricas que he comido. Nada como el sabor de la derrota, tan dulce, tan diabético, tan mortal.