Llanto taciturno en la tarde de ayer, la frustración me abraza al desear a P. y ver la imposibilidad de concretar nuestro encuentro. Una ola de fracasos vergonzosos, palabras que revelan mi falta de madurez, la cruda realidad sacudiéndome.
A., en nuestra última sesión antes de sus vacaciones, mencionó que el juego de seducción entre P. y yo contradice la razón por la que busqué su ayuda hace algún tiempo. Ese hombre imposible, de repente, se revela como un hombre real y falible.
Si tan solo pudiera, solo una vez, estar íntimamente con P., acariciar su pelo, sentir la proximidad de su cuerpo, besar sus labios. Si tan solo pudiera enfrentar su mirada, si tan solo fuéramos dos seres capaces de ir más allá del deseo mutuo.
La falta de organización y de planificación, un aburrimiento que sofoca, un desgano que me impide rezar (estudiar), ansiedad y falta de motivación que anulan cualquier entusiasmo por los preparativos antes de mi partida el próximo domingo. Fue A. quien me deseó un feliz reencuentro con mi familia, una feliz navidad, una felicidad que ahora parece inalcanzable, un agotamiento que no ofrece relevo.
Mi sentimiento hacia P. logra apagar las luces de la preocupación, dejando en su lugar una lujuria desesperada, un bucle mental saturado de sus palabras eróticas. ¿Cómo llegué a atraerlo con tanta falta de encanto? Él, por su parte, complementa mi carencia con su belleza. Una imagen persiste: él, a contraluz, su rostro delicado y sin imperfecciones, la forma de sus labios, su simetría, su piel tersa y suave, la prolijidad de su barba, y mi subsiguiente suspiro. Él, un hombre con una década más que yo, tan opuesto a mi dulce inocencia, tan dueño de mi pasión.
A., en nuestra última sesión antes de sus vacaciones, mencionó que el juego de seducción entre P. y yo contradice la razón por la que busqué su ayuda hace algún tiempo. Ese hombre imposible, de repente, se revela como un hombre real y falible.
Si tan solo pudiera, solo una vez, estar íntimamente con P., acariciar su pelo, sentir la proximidad de su cuerpo, besar sus labios. Si tan solo pudiera enfrentar su mirada, si tan solo fuéramos dos seres capaces de ir más allá del deseo mutuo.
La falta de organización y de planificación, un aburrimiento que sofoca, un desgano que me impide rezar (estudiar), ansiedad y falta de motivación que anulan cualquier entusiasmo por los preparativos antes de mi partida el próximo domingo. Fue A. quien me deseó un feliz reencuentro con mi familia, una feliz navidad, una felicidad que ahora parece inalcanzable, un agotamiento que no ofrece relevo.
Mi sentimiento hacia P. logra apagar las luces de la preocupación, dejando en su lugar una lujuria desesperada, un bucle mental saturado de sus palabras eróticas. ¿Cómo llegué a atraerlo con tanta falta de encanto? Él, por su parte, complementa mi carencia con su belleza. Una imagen persiste: él, a contraluz, su rostro delicado y sin imperfecciones, la forma de sus labios, su simetría, su piel tersa y suave, la prolijidad de su barba, y mi subsiguiente suspiro. Él, un hombre con una década más que yo, tan opuesto a mi dulce inocencia, tan dueño de mi pasión.