Mi lengua roza la piel desnuda de P., suave, como si fuese una segunda boca que no puede besarme. Cierra los ojos, mirándose a sí mismo; he cumplido mi función. La fantasía se repite y se transforma como una obra teatral desgastada, cada noche, cada suspiro orgásmico. La imposibilidad de actuar junto al protagonista, el miedo escénico paralizante. La tristeza de saber que no sucederá. Nunca.
En mi boca (en mi mente) llega el sabor de un copo blanco de azúcar. Recuerdo las vueltas infinitas al palo, como si fuera una niña en una calesita, en busca de la sortija. P. tiene el sabor del copo de azúcar, de la infancia, de las duchas tibias y eternas, de un perfume infantil, de un cuento de hadas, de ropita talle ocho o diez, de la hora de la merienda, del afecto parental, de la comida devorada con gusto, de mi estación favorita del año, de una taza de chocolate caliente. P. sabe, con certeza, al retorno de los días felices, al canto alegre, a sentir la persecución de la luna delicadamente. P. esconde dentro de sí algo similar a un cofre, una llave hacia la puerta de la ilusión, el regreso a maravillarse con las pequeñas cosas. P. tiene el sabor de un pasado renovado, de la actualización de la más tierna inocencia. Y cómo lo sé si no podré probarlo. Nunca.
En mi boca (en mi mente) llega el sabor de un copo blanco de azúcar. Recuerdo las vueltas infinitas al palo, como si fuera una niña en una calesita, en busca de la sortija. P. tiene el sabor del copo de azúcar, de la infancia, de las duchas tibias y eternas, de un perfume infantil, de un cuento de hadas, de ropita talle ocho o diez, de la hora de la merienda, del afecto parental, de la comida devorada con gusto, de mi estación favorita del año, de una taza de chocolate caliente. P. sabe, con certeza, al retorno de los días felices, al canto alegre, a sentir la persecución de la luna delicadamente. P. esconde dentro de sí algo similar a un cofre, una llave hacia la puerta de la ilusión, el regreso a maravillarse con las pequeñas cosas. P. tiene el sabor de un pasado renovado, de la actualización de la más tierna inocencia. Y cómo lo sé si no podré probarlo. Nunca.