Un desfile inquietante de pensamientos se despliega en una pecera roja, cubierta por completo de cables negros y gruesos. Lágrimas de arena desbordan desde el reloj, arrojándose sobre un sofá que se enciende en llamas. Un corazón se deshoja a lo largo de una avenida solitaria, manchando la ciudad del silencio. La dificultad para respirar parece ser la asfixia provocada por mis sentimientos.
El afecto que albergo por P. amenaza con consumirme por completo. Mi visión se nubla bajo los golpes de mi baja autoestima. ¿Serán mis arrebatos de sinceridad los culpables, o tal vez mi ansiosa libertad de expresión? ¿Acaso deseo en lo más profundo que P. no sienta lo mismo por mí y, en cambio, se encuentre hastiado, deseando escapar?