domingo, junio 30, 2024

En mi sueño, P. fue encarcelado y yo estaba preocupada por él. Murieron un adolescente y un recién nacido. Luego, desperté. Ningún episodio angustioso el día de hoy. Sorpresiva conversación con C., un hombre de la edad de P., músico también. Pregunta cómo me siento, y cómo me está yendo con el estudio. Hoy pude enfocarme en eso. Me siento mejor anímicamente, aunque sigo temiendo que ÉL se olvide de mí. A. no entiende por qué me aferro a alguien que no me da nada. Solamente me siento seducida por P., y no puedo desear a alguien más de la misma manera. Hoy, hace veinte días que nos vimos por última vez. Me pregunto si habrá sido aquella la última vez que tuvo una erección. Nos atraemos, indudablemente. Nos queremos un poco, también. Pero esto fue, es y será todo entre nosotros. Ojalá pueda besarlo y abrazarlo otra vez. De él depende que vuelva a excitarme. En fin, me distraeré, tratando de mantenerme paciente. Espero que P. esté igual de tranquilo, y que el tiempo logre reconciliarnos.

sábado, junio 29, 2024

En la tarde de ayer, A. preguntó si quería matarme. Yo lloraba. 
Fin académico, ¿fin vincular?, ¿fin de mi estadía en Buenos Aires? Ideas tristes, oscuras y mortíferas. 
Cité las palabras de P. Me niego a creer que lo nuestro terminará así. Según A., P. se protege del sufrimiento retirándose de los afectos y las relaciones eróticas. Me quiere y me desea, pero...
Hablé con él hace dos días. Le propuse volver a conversar la semana que viene. Me angustia la espera, pues temo que se olvide de mí. Temo que no cambie de opinión y siga aferrado a su temeroso sentir. Temo no volver a verlo.
Imposible mejorar mi relación con la comida. Imposible enfocarme en el estudio. Muchos pensamientos dando vueltas por mi cabeza.
Intento distraerme, cerrarme a lo rutinario. Ayer volví a hacer yoga y escuché música, fue un buen día. Cené con R., dijo que me acompañaría para que no me sintiera sola.
Le conté a mi madre que iré al médico, finalmente. También a A. Ambas se interesaron en esto. P. no lo sabe aún, pero le informaré lo que sea que suceda en cuanto volvamos a dirigirnos la palabra.
Pienso mucho en él, a cada segundo. Y lo extraño. Pienso en su abrazo, en nuestros encuentros. Lo quiero. Deseo recuperarlo con todas mis fuerzas. No dejaré de luchar por lo nuestro.

lunes, junio 24, 2024

sábado, junio 22, 2024

Lloro.
Me duele la cabeza.
No vi a nadie en todo el día. Nadie preguntó por mí.
Nada de ingerir alimentos ni bebidas.
El fin se posó sobre mis hombros más de una vez.
Pienso y lloro, continuamente.
Vino S. Escuché risas. Yo no reí.
Quiero arrancarme la cara con las manos.
No puedo más.
Me duele el vacío.
Siento que moriré de pena.
Me abrazo, me calmo, y lloro otra vez.
Soy más débil de lo que creía.
Más fuerte también. Aún no he muerto.
Vacío. Oscuridad. Muerte. Soledad. Silencio. Dolor.
Me siento enferma, rota, triste, insignificante.
Pienso en mi madre. Hace dos días fue su cumpleaños número cuarenta y dos.
Pienso en P. Se olvidará de mí, como mi madre.
Lloro.
Pienso en R. Estoy enojada, irascible.
Pienso en la vida, en el sexo, en la muerte, en el pasado y el futuro.
Pienso en A. No quiero molestarla.
Las horas pasan lentas.
La niña que fui tiene fiebre, vomita sangre y necesita que la asista urgentemente.
Tengo que salvarme. Tengo que escapar de Drácula.
Tengo que dejar de llorar, dejar de pensar.
Tengo que beber y comer, una gota de agua y una miga de pan.
Reviviré. Reiré de nuevo. Seré tierna y angelical. Querré llenarme de besos.

vacíoscuro

Me abandono al llanto terminal.
No iré al médico.
No diré una palabra más.
No haré nada. No lucharé.
No moriré por sentirme horrible, monstruosa, diminuta.
No volveré a mirarme al espejo. 
Cubriré mi cuerpo con oscuras telas.
No merezco que me quieran, mucho menos que me deseen.
No volveré a tener sexo jamás.
No podré mirar su rostro perfecto sin querer morir.
De hecho, no volveré a verlo.
No debimos llegar tan lejos.
Me ahogo, me asfixio, me lastimo.
Carezco de autoestima y estoy sola, traumada.
Me doy asco. 
Tristeza de ser tan joven y estar tan podrida.
No quiero nada. No tengo sueños.
La incertidumbre está destruyéndome. 
Estoy cansada, no tengo fuerzas.
No quiero existir. Duele.

viernes, junio 21, 2024

Seis y media de la mañana: desayuno con J. en silencio, luego de abstenerme totalmente de la comida durante catorce horas. Dice que esta vez lo despertaron los truenos, pero ya tiene la costumbre de encender luces artificiales cuando afuera aún es de noche. Toma sus pastillas, tose y me enseña fotos de su hijo y su nieto, S. y L. Yo sonrío, frotándome los ojos cansados; pronto lo abandono. 
No sé cómo logré dormirme anoche, entre lágrimas y pensamientos catastrofistas. ¿Estaré acostumbrándome a la incertidumbre de la vida? El dolor de garganta me recuerda constantemente la crisis del martes, último día en que hablé con P. Al enterarse de esto, A. abrió los ojos sorprendida. Piensa que viví con mucha intensidad esta semana.
Ayer tuve un orgasmo. Me es imposible no recordar momentos eróticos con P., especialmente ahora, que no sé si volveré a vivirlos. A. intentó plantearme el estar con otras personas. Primero me detuve a mirar por la ventana, pensando que no quiero estar con nadie más que con P., luego sonreí avergonzada. A. me creyó pícara, pero hace un año que solo beso los labios de P.
Pensaba, además, que he hablado demasiado de él. Todavía me cuesta entender cómo es que lo atraje físicamente. Hasta hace unos meses, P. era un hombre distante e imposible que jamás se fijaría en mí. Luego nos besamos. A pesar de la distancia, seguimos construyendo un vínculo que nos llevó a encontrarnos más de una vez. Estoy segura de que no quiero perderlo, y estoy dispuesta a luchar por él.
Tendré que evitar pensar excesivamente en esta preocupación de no verlo ya jamás. Hay alguien dentro de mí que me necesita. Debo procurar que no muera de inanición, que viva el tiempo presente, que no se odie y por el contrario se cuide amorosamente.
Soñé que P. dejaba su libro de Historia en casa, el que me llama la atención cada vez que subo a su auto. No recuerdo a quién se lo regalaba, pero sé que a mí no. La última vez que nos vimos, tomé aquel libro entre mis manos, mientras P. estaba en la farmacia, comprando un test de embarazo que finalmente no usé. Quisiera tanto que pudiéramos hablar sobre ese tema. Cuánto me angustia este momento incierto. Al mismo tiempo, no sé qué más decir.

jueves, junio 20, 2024

A. se refiere a P. y a mí como una "pareja". Cada uno libra sus propias batallas con respecto a nuestros temores patológicos. A pesar de la incertidumbre, nunca me alejo de P.; siempre me quedo a luchar por lo nuestro. A. entiende que quiero ayudar a P. y que haría lo posible para disminuir su temor, pero es momento de esperarlo afectuosamente. Merece estar tranquilo después de haber vivido emociones tan intensas relacionadas con su pánico.

miércoles, junio 19, 2024

Garganta irritada.
Orgasmo fantasioso.
Ningún episodio de llanto aún.
Decidí refugiarme en la cama, agotada.
Me pregunto si podré dialogar con P. acerca de nuestros encuentros y cuidados. ¿Iré al médico? Imposible tomar una decisión sola. Supongo que todavía no es el momento indicado para tener esta conversación.
Espero ansiosa el llamado de A.
¿Cómo no poner en duda un afecto que desaparece ante mi malestar emocional? ¿Importa realmente lo que me pasa?
Dolor persistente en los músculos de las cuerdas vocales, náuseas, visión borrosa, debilitamiento físico.
Me encontraba sentada en la cama, sollozando y emitiendo gritos desesperados e insonoros.
La venida de la oscuridad alienada, llanto virgen e inocente de una recién nacida próxima a la muerte.
Angustia sin motivo aparente que corta mi garganta, que apuñala mi tórax, que me empuja hacia un abismo negro lleno de interrogantes.
Mis ropas claras se tiñen de lágrimas, esta vez a causa del calor y los latidos notorios en mi cuello.
A pesar de la crisis, decidí alimentarme, luego de horas infinitas. R. parecía de mal humor. Notó mi ausencia estos dos días, pero decidió evitarme y comentar con gracia que creía que no estaba en casa. V., J., T. y C. hicieron una fiesta y me cantaron el feliz cumpleaños, por vez número décima. Me limité a forzar una sonrisa y aguantar las lágrimas en todo momento. C. me preguntó, con muchísima ternura, si jugaríamos juntos. V. me acarició el pelo mientras cenaba, hablándome con un tono de voz dulce. J. me preguntó si tenía mucho estudio y era ésta la causa de mi ausencia. T. indagaba mi comida con curiosidad, como una forma de acercarse a mí; y desde ya me invitó a jugar con ella, al igual que C. El amargado R. se retiró a los pocos minutos, luego de tener conductas pasivo-agresivas. 
Finalmente, reí y jugué con V., J., T. y C. Todos se dirigían hacia mí sonrientes, compasivos y amorosos. Yo les devolvía sonrisas vivas, coloridas y también cariñosas, pero sobre todo, sinceras. Fue una buena elección salir del encierro interior con las personas adecuadas.
Ahora me siento enferma, incapaz de hacer cualquier cosa que no sea rendirme ante la comodidad de la cama. No comprendo mi sentir roto, ensangrentado. No necesito palabras a modo de consuelo, ni abrazos, ni presencias que acudan a mi llamado mudo. Me conformaré con el llamado de A., este jueves al mediodía. Esperaré, con las caras de mis mejillas internas destrozadas.
Me pregunto cómo lucharé contra la fragilidad de mi ser, el agotamiento de mi cuerpo y mi falta de voluntad. Resistiré, como sea. Me recuperaré del dolor de garganta, comeré y estaré a mi lado, porque me necesito. Necesito socorrerme y lo haré. Me salvaré con todo el amor que habita en mí.

Llegará la paz.

martes, junio 18, 2024

Desborde ante la solitud finita. Lloré durante todo el día de ayer, refugiándome en la negrura de mi ser. Algunos de mis pensamientos: Odio que las personas puedan acostarse con otras. Odio que éstas puedan disfrutar de tener orgasmos. Odio el erotismo. Odio que la gente pueda besarse, abrazarse y acariciarse. Odio la ropa interior, los juguetes sexuales, la masturbación, la pornografía. Odio los cuerpos, en especial el mío; jamás podría odiar la figura de P. Odio las prácticas sexuales. Odio pensar en los labios de P. Odio no poder acostarme con él. Me odio a mí misma. Aversión lujuriosa que conlleva una profunda tristeza.
Salí al patio a tomar aire, mi gata estaba recostada en mis piernas, y ambas disfrutamos de un rayo de sol, de luz. Pude afrontar mis emociones, aquellas que hacía días contenía dentro de mí. Creía que el techo se caería sobre mí y me asfixiaría. Necesitaba de la presencia de P., como si fuera un bebé hambriento que necesita cubrir sus necesidades primarias. Cené bombones de chocolate. Desperté tempranamente, hambrienta. Me pregunto si hoy reiré o si veré el rostro de R., de V., de J., de T. o quizá el de C. Me pregunto cómo se sentirá P. Me pregunto si podré dejar de lado esta incertidumbre acerca de nosotros, si volveremos a vernos. Pero también me pregunto si podré acercarme a mí misma, al abismo futurista y a un estado de tranquilidad interior.

lunes, junio 17, 2024

Por fin, el silencio de la soledad, eco del vacío habitacional.
El martes, después de sesenta y nueve días, mis ropas se mancharon de menstruo. Me doblaba a causa de los cólicos. A pesar de comunicarle a P. el tan ansiado acontecimiento, siguió preocupado hasta el miércoles; día en que nos encontraríamos para hacerme un análisis de sangre. Recuerdo aquella tarde, aferrada a mis pensamientos.
El jueves hice mención de los dichos de P., ante A., quien compartía mis expresiones faciales exageradamente. De repente, P. no es el hombre que solía ser. Tiene miedo, y llora. Me abraza y también me pide perdón. Es otro hombre, más humano. Yo me mostraba harta y terminante, y A. me preguntaba qué sentía al haberle marcado un límite. Me felicitó por haber sabido manejar mi ansiedad, y también la de P.
El viernes cumplí veinticuatro años. Aquella mañana me entristecí, me odié; fui niña, adolescente y adulta. Me sentía peor que nunca. El malestar decidió irse al ritmo de Los Beatles, y regresó a la tarde, debido a una salida inesperada al exterior. Me sentía en peligro, en medio de hombres y mujeres, drogándose y prostituyéndose. Mi mirada estaba atenta a cada detalle de un mundo turbio que me daba pánico. A pesar de que P. decidió no hablarme en todo el día, por momentos sonreía, gracias a la visita de V., J., T. y C.
El sábado salí al exterior con V., J., T. y C. Pensé toda la mañana en el mensaje de P., deseándome feliz cumpleaños. A veces siento que somos dos desconocidos, y esto me da un poco de pena. En fin, así es nuestro vínculo, ¿qué más da? A la tarde, recibí a S., A., T., A. y L. Me sentía cansada, y aturdida de voces superpuestas, gritonas e irritantes. El festejo terminó pronto, pero me quedé despierta hasta la madrugada.
Ayer, S. vino a almorzar a casa. Yo no tenía hambre, pasé de la comida. R., como siempre, juró ser el centro de atención. Odio que me trate como si fuera estúpida. Además, me enojan sus comentarios sexistas y su humor. A la tarde, salí con V., J., T. y C. Por instantes, pensaba en P., en el paso del tiempo, en mi excitación y también en mi tristeza. Me encontraba fascinada mirando a parejas que bailaban tango. A veces me detenía en rostros o vestimentas. Si los ojos ajenos y espectadores a su vez se fijaban en mí, me limitaba a descentrar mi mirada apesadumbrada. Pensaba en la vejez, en la muerte, en el transcurso de la vida, en el dolor. T. se enojó por un chiste de J. y el momento de juego familiar dejó de parecerme tan divertido. 
Todos se han ido, y yo debería estar acostada en el jardín, junto a P., besando la suavidad de sus labios. En su lugar, dice que me quiere, que le importa lo que me pasa, pero que no desea acostarse con nadie. Me enloquece que no corresponda a mi apetito sexual, siendo él un hombre tan seductor. De hecho, el único hombre con el que quisiera acostarme siempre. El único hombre dueño de mi sexo deseoso, hambriento de él. Me desespera que él también me deje sola. En realidad, me desespera estar sola. Quisiera que estuviera acá, conmigo.

lunes, junio 10, 2024

En el día de hoy he vuelto a ver a P. Esta vez nos besamos suave y dulcemente. Al parecer, llamamos la atención de unos niños que gritaron: "¡Que viva el amor!". Esto me genera una enorme ternura, como el tono de voz de P. al hablarme mientras me abrazaba con fuerza.
Conversamos acerca de los últimos sucesos. El viernes, A. me aconsejó que me hiciera un test de embarazo debido a mi atraso menstrual. A su vez, dijo cruelmente que P. no quería mantener un vínculo conmigo. A pesar de esto, le comuniqué a P. lo que debía hacer. Fueron horas muy tensas, en las que ambos atravesamos por más de un estado de ánimo. Creí que iba a enloquecerme. Él temblaba, pensaba en morirse, gritaba, lloraba, se ponía nervioso y se dejaba llevar por sus ataques temerosos. 
El sábado, el test de embarazo arrojó un claro negativo; lo que nos llevó a calmarnos, al menos hasta la noche del domingo. Ambos lloramos. 
Dormí muy pocas horas, imaginando cómo sería el día de hoy. P. me pidió que hiciera un tercer test de embarazo pronto, a pesar de haber hecho el segundo en la mañana, también negativo. Empezamos a barajar un análisis de sangre. Hablé con dos enfermeros acerca de lo que estaba sintiendo últimamente. "¿Usted quiere estar embarazada?", preguntó una de ellos. La respuesta estaba impresa en mi rostro: no. 
La mayor parte de las cuatro horas que compartimos juntos, conversamos. Le dimos mil vueltas al asunto, ansiosamente, recordando nuestros dos últimos encuentros eróticos. Fue difícil llegar a una decisión y abandonar el tema, pero finalmente, por un instante, el terror se borró de nuestros rostros y nos fundimos en los labios y los brazos del otro; conteniéndonos, tranquilizándonos, queriéndonos.

jueves, junio 06, 2024

Mareos en la tarde de ayer. R. dice que tengo que alimentarme. Me asalta la incertidumbre, tristemente. ¿Y si ya nunca vuelvo a ver a P.? Nerviosismo. ¿Tendré que asumirme fracasada ante A.?

miércoles, junio 05, 2024

Me sucumbo en la negrura de mi debilitamiento enfermizo. Todo comenzó en la noche oscura, donde mi cuerpo se rindió ante la aparición de un extraño cansancio. De pronto, aquel profundo sueño se transformó en náuseas que asaltaban mi estómago y mi garganta. La falta de apetito me acompañó en la cena, forzándome a vaciar un cuarto del plato. Desde lo conversado con P. acerca de su temor a la paternidad, comencé a alimentarme, inflexible. Espero nerviosamente que mi ropa interior se tiña de sangre, mientras persiste mi agitación ante la asfixiante soledad.

martes, junio 04, 2024

En diez días será mi cumpleaños número veinticuatro. Oigo que R. conversa con S., con V. y también con A., sobre la celebración de este momento tan inesperado por mí. Haremos una reunión de diez personas. Yo, hasta el momento, no me involucro en ninguna decisión y pienso muy poco en aquel día.
Hace exactamente dos meses tuve mi última menstruación. Este tema llevó a P. a la punta más alta de sus nervios. Al parecer, los falos dibujados por él, daban cuenta de su temor a la paternidad. No quiere verme más para evitar el pánico. Pienso que es imposible estar encinta de P.
En nuestra conversación más reciente, se expresó deseoso de soledad. A su vez, mencionó que si me hubiese conocido "en otra etapa" de su vida, se hubiera permitido tener una relación conmigo. Entonces, en esta etapa de su vida, se prohíbe estar junto a mí, un ser "increíble" e "inteligente", según él.
Enloqueceré pronto si mi vida no deja de llenarse de dramatismo. Enloqueceré si mis ropas no se humedecen de mi sangre coagulosa. Enloqueceré si P. no deja de hablar de amor imposible. Enloqueceré a mis veintitrés años, antes de tener sesión con A. nuevamente. Enloqueceré pronto.