Lloro.
Me duele la cabeza.
No vi a nadie en todo el día. Nadie preguntó por mí.
Nada de ingerir alimentos ni bebidas.
El fin se posó sobre mis hombros más de una vez.
Pienso y lloro, continuamente.
Vino S. Escuché risas. Yo no reí.
Quiero arrancarme la cara con las manos.
No puedo más.
Me duele el vacío.
Siento que moriré de pena.
Me abrazo, me calmo, y lloro otra vez.
Soy más débil de lo que creía.
Más fuerte también. Aún no he muerto.
Vacío. Oscuridad. Muerte. Soledad. Silencio. Dolor.
Me siento enferma, rota, triste, insignificante.
Pienso en mi madre. Hace dos días fue su cumpleaños número cuarenta y dos.
Pienso en P. Se olvidará de mí, como mi madre.
Lloro.
Pienso en R. Estoy enojada, irascible.
Pienso en la vida, en el sexo, en la muerte, en el pasado y el futuro.
Pienso en A. No quiero molestarla.
Las horas pasan lentas.
La niña que fui tiene fiebre, vomita sangre y necesita que la asista urgentemente.
Tengo que salvarme. Tengo que escapar de Drácula.
Tengo que dejar de llorar, dejar de pensar.
Tengo que beber y comer, una gota de agua y una miga de pan.
Reviviré. Reiré de nuevo. Seré tierna y angelical. Querré llenarme de besos.