No sé cómo logré dormirme anoche, entre lágrimas y pensamientos catastrofistas. ¿Estaré acostumbrándome a la incertidumbre de la vida? El dolor de garganta me recuerda constantemente la crisis del martes, último día en que hablé con P. Al enterarse de esto, A. abrió los ojos sorprendida. Piensa que viví con mucha intensidad esta semana.
Ayer tuve un orgasmo. Me es imposible no recordar momentos eróticos con P., especialmente ahora, que no sé si volveré a vivirlos. A. intentó plantearme el estar con otras personas. Primero me detuve a mirar por la ventana, pensando que no quiero estar con nadie más que con P., luego sonreí avergonzada. A. me creyó pícara, pero hace un año que solo beso los labios de P.
Pensaba, además, que he hablado demasiado de él. Todavía me cuesta entender cómo es que lo atraje físicamente. Hasta hace unos meses, P. era un hombre distante e imposible que jamás se fijaría en mí. Luego nos besamos. A pesar de la distancia, seguimos construyendo un vínculo que nos llevó a encontrarnos más de una vez. Estoy segura de que no quiero perderlo, y estoy dispuesta a luchar por él.
Tendré que evitar pensar excesivamente en esta preocupación de no verlo ya jamás. Hay alguien dentro de mí que me necesita. Debo procurar que no muera de inanición, que viva el tiempo presente, que no se odie y por el contrario se cuide amorosamente.
Soñé que P. dejaba su libro de Historia en casa, el que me llama la atención cada vez que subo a su auto. No recuerdo a quién se lo regalaba, pero sé que a mí no. La última vez que nos vimos, tomé aquel libro entre mis manos, mientras P. estaba en la farmacia, comprando un test de embarazo que finalmente no usé. Quisiera tanto que pudiéramos hablar sobre ese tema. Cuánto me angustia este momento incierto. Al mismo tiempo, no sé qué más decir.