Dolor persistente en los músculos de las cuerdas vocales, náuseas, visión borrosa, debilitamiento físico.
Me encontraba sentada en la cama, sollozando y emitiendo gritos desesperados e insonoros.
La venida de la oscuridad alienada, llanto virgen e inocente de una recién nacida próxima a la muerte.
Angustia sin motivo aparente que corta mi garganta, que apuñala mi tórax, que me empuja hacia un abismo negro lleno de interrogantes.
Mis ropas claras se tiñen de lágrimas, esta vez a causa del calor y los latidos notorios en mi cuello.
A pesar de la crisis, decidí alimentarme, luego de horas infinitas. R. parecía de mal humor. Notó mi ausencia estos dos días, pero decidió evitarme y comentar con gracia que creía que no estaba en casa. V., J., T. y C. hicieron una fiesta y me cantaron el feliz cumpleaños, por vez número décima. Me limité a forzar una sonrisa y aguantar las lágrimas en todo momento. C. me preguntó, con muchísima ternura, si jugaríamos juntos. V. me acarició el pelo mientras cenaba, hablándome con un tono de voz dulce. J. me preguntó si tenía mucho estudio y era ésta la causa de mi ausencia. T. indagaba mi comida con curiosidad, como una forma de acercarse a mí; y desde ya me invitó a jugar con ella, al igual que C. El amargado R. se retiró a los pocos minutos, luego de tener conductas pasivo-agresivas.
Finalmente, reí y jugué con V., J., T. y C. Todos se dirigían hacia mí sonrientes, compasivos y amorosos. Yo les devolvía sonrisas vivas, coloridas y también cariñosas, pero sobre todo, sinceras. Fue una buena elección salir del encierro interior con las personas adecuadas.
Ahora me siento enferma, incapaz de hacer cualquier cosa que no sea rendirme ante la comodidad de la cama. No comprendo mi sentir roto, ensangrentado. No necesito palabras a modo de consuelo, ni abrazos, ni presencias que acudan a mi llamado mudo. Me conformaré con el llamado de A., este jueves al mediodía. Esperaré, con las caras de mis mejillas internas destrozadas.
Me pregunto cómo lucharé contra la fragilidad de mi ser, el agotamiento de mi cuerpo y mi falta de voluntad. Resistiré, como sea. Me recuperaré del dolor de garganta, comeré y estaré a mi lado, porque me necesito. Necesito socorrerme y lo haré. Me salvaré con todo el amor que habita en mí.
Llegará la paz.