martes, junio 18, 2024

Desborde ante la solitud finita. Lloré durante todo el día de ayer, refugiándome en la negrura de mi ser. Algunos de mis pensamientos: Odio que las personas puedan acostarse con otras. Odio que éstas puedan disfrutar de tener orgasmos. Odio el erotismo. Odio que la gente pueda besarse, abrazarse y acariciarse. Odio la ropa interior, los juguetes sexuales, la masturbación, la pornografía. Odio los cuerpos, en especial el mío; jamás podría odiar la figura de P. Odio las prácticas sexuales. Odio pensar en los labios de P. Odio no poder acostarme con él. Me odio a mí misma. Aversión lujuriosa que conlleva una profunda tristeza.
Salí al patio a tomar aire, mi gata estaba recostada en mis piernas, y ambas disfrutamos de un rayo de sol, de luz. Pude afrontar mis emociones, aquellas que hacía días contenía dentro de mí. Creía que el techo se caería sobre mí y me asfixiaría. Necesitaba de la presencia de P., como si fuera un bebé hambriento que necesita cubrir sus necesidades primarias. Cené bombones de chocolate. Desperté tempranamente, hambrienta. Me pregunto si hoy reiré o si veré el rostro de R., de V., de J., de T. o quizá el de C. Me pregunto cómo se sentirá P. Me pregunto si podré dejar de lado esta incertidumbre acerca de nosotros, si volveremos a vernos. Pero también me pregunto si podré acercarme a mí misma, al abismo futurista y a un estado de tranquilidad interior.