Estos días que pasamos juntos fueron muy significativos para mí. En una ocasión, mi padre me acompañó al médico. Satisfizo mis necesidades económicas, pero también las afectivas. Hace dos noches llevó mi cabeza a sus rodillas, y me acarició el pelo y la espalda muy dulcemente. Había trabajado mucho y estaba agotada. Fue R. quien, ayer, me comentó que le había encantado ver esa imagen.
Recibí un mensaje de mi padre, en el que decía que me quería. Habló del tiempo pasado juntos, de nuestros sentimientos, y también mencionó que tanto él como mi madre estarían conmigo para lo que necesitara.
Hace diez días murió mi gatita. Tenía leucemia. Después de acompañarla muchas horas, dejó este plano. Sufrí demasiado físicamente, y emocionalmente me destruyó. Media hora después de la triste noticia, mi padre me sorprendió y nos fundimos en un abrazo. Aquello era lo único que necesitaba. A partir de nuestro reencuentro, compartimos muchos momentos juntos. Mi vulnerabilidad me permitió acercarme y conectarme con él como nunca antes lo había podido hacer.
Ahora, cada uno en un país, toca volver a la rutina laboral. Probablemente nos veamos dentro de un año. Hoy me mantuve ocupada para no extrañarlo tanto. Todo fue tan, tan inesperado. El tiempo pasó rápidamente. Sorpresas te da la vida. También yo sorprendí a mi abuela, mi madre y mi hermano. Quedaron encantados y agradecidos con los regalos que les envié, lo cual me pone muy contenta.
Hace poco discutí con P., todavía no nos arreglamos. Me puse tan nerviosa que le escribí compulsivamente durante días. Temo tanto perderlo. Creo que no nos veremos este mes, a pesar de mis ansias. Recibí de otra persona los gestos que necesitaba. Esto es todo por hoy.