miércoles, noviembre 13, 2024
Eran las cuatro de la mañana, y yo me encontraba llorando, con mi gata en brazos. En la oscuridad, temía un desenlace trágico. Volví a la cama e intenté descansar durante una hora, hasta que sonó la alarma. Fui a trabajar. J. estaba más revoltoso que de costumbre, y en un momento, comenzó a arrojar cosas al piso. Estuve dos horas en el veterinario. A. tiene leucemia felina, y estaba desprendiendo una secreción por su nariz. Nada que hacer con el líquido que aloja en medio de sus dos ojitos. El veterinario le colocó unos inyectables, eso fue todo lo que pudo hacer. Tuve que salir a trabajar nuevamente, sin poder desayunar ni almorzar. Me sentí hambrienta, cansada, sensible. Pensaba en mi gata, en P., en mi casa, en mi familia. Estar a solas conmigo misma, escuchándome, me hizo dar cuenta de que no estaba bien. Mis padres, desde tierras lejanas, me informaron acerca de las lluvias torrenciales que estaban viendo. La provincia está en alerta roja, por lo cual no pueden salir, ni a trabajar ni a nada. He visto un cadáver vestido de luto dejándose arrastrar por la corriente de agua. Esta vez, no dejaré que mi mente invente problemas. El silencio de P. no debería significar nada malo. Debo ser yo, que estoy triste, y no puedo pensar en nada bueno. Ya pasó el día de ayer, he vuelto a enturbiarme. Después de alimentarme, reposo en la cama. Quizá necesite descansar, y alejar las preocupaciones por un momento. Además de trabajar, necesito satisfacer mis necesidades básicas, cuidar tanto de mi cuerpo como de mi mente.