martes, noviembre 05, 2024

Tomando palabras de A., recurrí a terapia padeciendo un cuadro de fobia muy severo. Conversamos sobre mi necesidad de control y mi angustia ante el error. Antes de que alguien pueda percibirme como defectuosa, muestro mi costado más dulce, sensible, bueno, inocente, risueño... No hablo solamente de P., sino también de pares, superiores e inferiores.
Hoy temía que se me castigara por una falta injustificada, que alguien pudiera preguntarme algo al respecto o hacer mención de aquello. Estuve increíblemente atemorizada, pero finalmente, nadie me acusó. Contrario a lo que creía que pasaría, había gente contenta de volver a verme. Sacudida después de la sesión psicoanalítica de hoy, en mi cuerpo se alojó todo el cansancio, nerviosismo y angustia que cargaba.
A veces quisiera refugiarme en la cama. Deseo tener un encuentro íntimo con P. Más allá de esto, en la cama podría descansar de cualquier peligro. Hubo un tiempo en el que tenía temores muy intensos, como morir mientras dormía. Recuerdo noches en las que mis ojos eran ventanas abiertas de par en par.
Cuando era adolescente, me daban pánico las sombras movedizas que podía distinguir en la oscuridad de la noche. Me daba miedo exponer mi cuerpo desnudo en el baño (tomar una ducha). Dentro de mi propio hogar, imaginaba que un hombre vendría decidido a violarme. De día podía leer o escuchar música, pero de noche tenía ideas muy oscuras. En mi mente se dibujaban, con frecuencia, paisajes sombríos.
Un día le confesé a P. que sería capaz de mostrarme vulnerable ante él porque sabía que no me lastimaría. Mis concepciones del sexo evolucionaron, al punto de poder entregarme a un hombre (solo a un hombre: P.). De hecho, que P. me acaricie, me observe desnuda, me masturbe, me bese, me penetre, son ideas puramente excitantes para mí. Confío en él, aunque no creo que deba ser algo recíproco; supongo que P. confiaría en cualquier mujer por igual, no les temería por el solo hecho de ser mujeres.
Persiste en mí la desconfianza hacia los demás hombres, de la cual no creo curarme del todo. Leer a Simone de Beauvoir me hizo comprenderme más de lo que hubiera imaginado, sintiendo ahora que no soy la única mujer en el mundo con estos traumas tan oscuros. Creo que, por suerte, P. escapa a mi regla, siendo un amante perfecto. P. me hace sentir segura, deseada, respetada; como si fuera igual a él o estuviera a su altura. Cuando estamos juntos me hace sentir como una mujer de verdad, fuerte y capaz.