sábado, noviembre 30, 2024

Día agitado de limpieza. Me visitaron A. y S. Agotada después de una semana intensa de trabajo.
Otro mes que no consigo reunirme con P. Discutimos, dijo que nunca me amará ni será mi pareja. Yo escribí compulsivamente y lloré mucho. Otra vez la incertidumbre teñida de fin. ¿Hasta cuándo mi estupidez entorpecerá mi nada vincular con P.? ¿Hasta cuándo se colará mi deseo de querencia? Ah, si fuera más inteligente, P. caería rendido a mis brazos. Si tuviera algo llamativo que ofrecerle, quizá un mejor cuerpo o una bondad más pura... ¿Tal vez inocencia? ¿Qué más quiere de mí? ¿Por qué no llamo su atención? ¿Seré demasiado común entre las demás chicas? ¿Por qué no soy capaz de despertar su deseo de estar conmigo? ¿Por qué no me elige? ¿Seré demasiado joven? ¿Por qué no puede conectarse con mi alma ni fundirse junto a mi corazón? ¿Por qué, pasado tanto tiempo, tantos encuentros, no anhela mayor profundidad? ¿Por qué no me quiere?
Hace algunos días, fue mi padre quien dijo que me quiere mucho. En sus palabras, le regalé alegría y bienestar en forma de recuerdos. También mi madre está muy presente, cada día. Lo único que necesita mi maltrecho corazón es una pizca de cariño. P. diría que merezco más, ¿por qué supone lo que merezco si no puede ofrecérmelo? Su frío silencio acabará por enloquecerme.