martes, octubre 15, 2024

En el día de ayer, un niñito le preguntó a T. si él y yo estamos en pareja, a lo que respondió negativamente, echándome la culpa. Durante cuarenta minutos, T. no hizo más que quejarse de su aburrido viernes (ya que anhelaba verme), y de proponerme un encuentro por fuera del trabajo. Yo me limitaba a cambiar de tema, o me alejaba físicamente. Me hacía sentir incómoda que T. deseara tanto verme, contrariamente a mí. Además, hacía tres días que yo no le hablaba, causando otro motivo de queja. Mañana volverá a ser un recién casado.
Por otro lado, P. actúa como yo con T. Es evidente que no quiere hablar conmigo, lo cual me entristece. Momentáneamente, me consuela saber que lo veré pronto. Creo que, de nuevo, lo que me hace sufrir, es que no me desee. Quiero llorar cada vez que nos recuerdo envueltos en erotismo. De hecho, mis ojos no pueden contenerse. Me duele recordar sus palabras impúdicas, sus labios húmedos, sus brazos fuertes, su mirada hambrienta de mí... ¿Qué será de la vida de aquel P.? Éste es extremadamente distante. En gran parte es mi culpa, tampoco me voy a mentir.