martes, octubre 22, 2024
Recibí la visita de P., inesperadamente. Nuestro encuentro, exhibicionista y sensual, me hace sonreír. Hoy estuve excesivamente risueña y excitada. Me agito de solo recordar los besos de P., recorriendo su caverna carnosa y lubricada. Su mirada y su sonrisa me hacen suspirar, preguntándome si soy digna de su deseo. Allí estábamos, como siempre, en su auto. P., indómito, masturbaba mi sexo húmedo, a plena luz del día. Succionaba mi pezón. Introducía sus dedos mojados en mi boca. Tocaba mi cuerpo como si no existieran otros, como si fuera el mío el único despertador de su apetito. Fui suya, como hace casi tres meses. Ambos anhelábamos practicarnos sexo oral mutuamente; él penetrarme, y yo ser penetrada por él. Aquella fue una hora inolvidable, colmada de goce. Nunca en mi vida había sentido algo así. Ahora, débil, no encuentro ninguna manera de explicar tanto deleite. Todos mis intentos resultarán fallidos... He de decir que lo ocurrido hoy me dejó sin palabras.