martes, octubre 01, 2024

Me masturbé pensando en P., aunque ninguna palabra suya se adueña de mis ojos. Muy por el contrario, es T. quien insiste en tener un encuentro conmigo. Yo me niego, no quiero pasar tiempo con él. Recuerdo que, cuando llegué a Buenos Aires, soñaba con estar a oscuras, frente a una pantalla luminosa (con P., obviamente). Sentía deseos de encontrarme con él en un parque, o en el patio de mi casa, y mirar el cielo juntos. Todos mis deseos oníricos, en realidad, estaban teñidos de erotismo. Su cara desprendía telarañas que ataban mis manos, y como si fuera una escultura sumamente bella, me detenía en cada una de sus partes, recorriéndolo con mi vista y suspirando por él. Era una hermosura de hombre, al que no le encontraba ningún defecto. Yo lo dibujaba hermoso, lo pintaba hermoso, lo escribía hermoso, lo inventaba hermoso. Lloro, pensando que algún día lo veré pasar, y me paralizaré, reteniendo su efigie en el centro de mi pecho. Pronto dejará de ser una nube borrosa, un silencio distante, un olvido mortal. Tarde o temprano, habremos de reencontrarnos.