jueves, febrero 27, 2025

P. y su infancia

P. creció en un entorno altamente estructurado, donde la rigidez era la norma y la comunicación estaba marcada por la agresión y el desdén. Buscaba llamar la atención, quizás en un intento de encontrar reconocimiento en un ambiente hostil. Los hombres de su familia tenían una visión despectiva hacia las mujeres, tratándolas con falta de respeto y desprecio.
P. fue objeto de burlas y humillaciones. Lo ridiculizaban mientras jugaba. La gracia de su madre la hacía parecer menos temible cuando le contestaba a P. Me resuena un comentario en particular: su padre, u otro hombre de la familia, afirmaba que había que matarlo porque molestaba, tanto a él como a su madre. De ella, decían que era una especie rara porque hablaba todo el día.
En su hogar, las voces adultas resonaban con tonos inadecuados y palabras cargadas de desprecio, sin importar la presencia de niños. La empatía y el respeto parecían escasos o inexistentes. A pesar de todo, P. encontraba refugio en el juego, en la televisión y en la interacción con otros niños. Buscaba cualquier forma de distraerse de la tensión que lo rodeaba.

P. y su adolescencia

En la adolescencia, P. encontró un escape en las drogas y en las noches fuera de casa. Pasaba sus madrugadas junto a sus amigos, consumiendo sustancias que le permitían desconectarse de su realidad. Hubo una ocasión en la que creyó que moriría a causa de una sobredosis, pero eso no fue suficiente para alejarlo completamente de ese "estilo de vida". Su juventud quedó marcada por la evasión y el vacío, atrapándolo en una eterna adolescencia: perdido, insatisfecho y anestesiado.

P. y su adultez

Hoy, P. parece estar profundamente dormido, como si no fuera consciente de sí mismo ni de lo que le sucede. Necesita ayuda profesional, pero no la busca. En su interior, está roto, lleno de ira e infelicidad. No se permite pensar en sí mismo, porque el dolor que arrastra es demasiado grande. Lo hicieron odiarse, y ese odio sigue arraigado en su ser.
Sus fracasos en los estudios y en la música lo dejaron con un sentimiento de insatisfacción constante. No está contento con su trabajo y parece no encontrarle sentido a su vida. ¿Sigue conviviendo con sus padres? Lo cierto es que nunca logró independizarse emocionalmente de ellos. Su experiencia con S., la madre de su hijo, no fue positiva; de hecho, cree que ser padre es lo peor que le puede pasar a un hombre.
Vive anestesiado, incapaz de conectar profundamente con alguien. Sus relaciones son efímeras y superficiales. Es hermético, inaccesible, y aunque sonríe con frecuencia y aparenta ser simpático, detrás de esa máscara hay alguien que no se siente bien consigo mismo.
Alguna vez dijo que perdió demasiado tiempo con las mujeres, viéndolas más como un obstáculo que como una fuente de felicidad. Su atractivo físico contrasta con los complejos que lo atormentan. Mantener una conversación con él puede ser difícil; intentar tener una relación, aún más. Es problemático, impredecible. Con el tiempo, terminó creyendo que no es lo suficientemente bueno y que no merece ser amado.

miércoles, febrero 26, 2025

Per què encara et trobo a faltar, tot i el mal que em vas fer?

martes, febrero 25, 2025

P. sigue interactuando en línea con la misma mujer desde hace casi una semana. Se muestra simpático, aunque en realidad su comportamiento hacia las mujeres es despreciable. Finge amabilidad, pero no puede sostener ese papel por mucho tiempo. Es curioso que mi primera impresión fuera lo encantador que parecía, sumado a sus múltiples interacciones con otras mujeres... Me dejé llevar por su aparente carisma, sin imaginar que me estaba adentrando en la boca del lobo.

domingo, febrero 23, 2025

El viernes tuve un sueño: P. estaba acostado en una cama de una plaza y parecía mirar hacia otro lado. Ayer por la madrugada volví a soñarlo. Esta vez, publicaba un estado dirigido a una mujer. Se preguntaba si ella lo quería, y ella le respondía, visiblemente enamorada de él. 
Hoy, antes de las cinco de la mañana, desperté después de ver la televisión. Anunciaban, entre risas, que una mujer había fallecido tras dos días de internación. Dos días consecutivos. Como los que llevaba soñando con P.
Viernes: distancia, separación, P. no me mira. 
Sábado: celos e inseguridad ante la idea de que esté interesado en otra persona. 
Domingo: pérdida, vacío y duelo simbólico relacionados con la separación.

Pregunta si me siento bien. 
Me insulta. 
Dice que me quiere. 
Pide que me aleje. 
Me acaricia. 
Me hace daño. 
Me mira. 
Me evita durante horas o días. 
Me besa. 
Me hace llorar. 
Dice que también me quiere. 
Dice que nunca se enamorará de mí. 
Sonríe mucho. 
Dice que nunca estará conmigo. 
Pasa tiempo junto a mí. 
No quiere hablarme. 
Me abraza y pide perdón. 
No quiere solucionar los conflictos.
Es tierno.
No quiere verme más.
Me hace reír.
Se va.
Se va.
Se va.

jueves, febrero 20, 2025

P. le respondió en línea a una mujer de manera amistosa.
Este nuevo comentario no tiene ninguna connotación sexista o misógina. Qué curioso que haya cambiado repentinamente, cuando días atrás criticó a otra mujer. ¿O me está manipulando, desviando la atención, para que no siga escribiendo sobre su posible homosexualidad?

Otros pensamientos diurnos:

¿P. quiso ser padre realmente? ¿Por qué no cuidó a su hijo? ¿Por qué responsabilizó exclusivamente a S. de esto? Hace tres años, ella publicó un escrito, frustrada por su ausencia. Mencionaba una lista de tareas cotidianas mientras P. disfrutaba de su falta de compromiso. 
Recuerdo la escena de S. descubriendo un pelo mío en el auto de P., tal vez el día después de un encuentro nuestro. Él se reía. ¿De qué? Decía que S. lo conocía, que sabía cómo era su forma de relacionarse con las mujeres. Me pregunto si, en el fondo, habrá dudado de su inclinación sexual. Si sabe la verdad.

Nota: 

Siento que él me arruinó la vida desde que lo conocí. Que soy infeliz por su culpa. Por haberme fijado en él. Me siento increíblemente mal conmigo misma.

04:00 a.m.
Pintaba un precipicio con los lápices de colores de una compañera de clase, hasta que los guardó. Al finalizar, observé que otra persona pintó una lluvia intensa y decidí agregar unas pocas gotas en mi dibujo. 
Otro compañero tenía en sus manos el pez de la chica. El pez parecía nadar en el aire y, en lugar de devolvérselo, se lo ofreció a la profesora. Debido al cierre de la escuela, el pez estaría veinte días encerrado sin recibir comida. La chica no parecía muy preocupada, mientras que el chico se debatía entre devolverlo y que pudiera comer, o dejarlo aislado.
La persona de la lluvia intensa era P. Y yo, simbólicamente, asumía parte de ese peso. Se trata de mi empatía y compasión hacia él.

05:45 a.m.
Una guerra.
Campos de concentración.
La muerte de Ana Frank.
El padre de Ana y la publicación de su diario.
Algo que Ana escribió con vergüenza.

Mi mente comenzó a vagar. Supongo que me conecté con las sensaciones de pérdida, tristeza y abandono que asocio con la historia de Ana Frank, porque guardan alguna relación con mis sentimientos hacia P. 
Después de nueve horas, revisé sus redes. Como consecuencia, me sangró la nariz.

06:15 a.m.
Temo haber descubierto el enigma que P. significaba para mí. ¿Será válida mi teoría? ¿Estaré viendo la realidad objetivamente? ¿Y si estoy malinterpretando sus acciones? Su posible homosexualidad explica todos mis interrogantes pasados.

06:20 a.m.
Estoy evitando el final.

miércoles, febrero 19, 2025

5:10 a.m.
¿Las conductas de P. pueden explicarse por una posible represión de su orientación sexual? Demostrar masculinidad a través de la agresividad, el machismo o la promiscuidad heterosexual; evitar la intimidad emocional y física con mujeres; recurrir a comportamientos compulsivos para distraerse de sus propios sentimientos; aislarse o desconectarse; tener dificultades para mantener relaciones saludables y duraderas; problemas de autoestima... Decir que tenía depresión sin haber buscado ayuda profesional, ¿fue una forma de evitar enfrentarse a su posible homosexualidad?
Me duele pensar que tuvo encuentros conmigo solo para probar su heterosexualidad, para distraerse de sentimientos no expresados hacia los hombres. Quería algo superficial, como besarme, probablemente para satisfacer una necesidad física. ¿Experimentaba atracción hacia mí y, al mismo tiempo, negaba sus deseos? ¿Eran solo respuestas automáticas de su cuerpo sin un verdadero interés emocional? ¿En qué fantaseaba realmente en aquellos momentos?
Sus relaciones pasadas, su historia sexual y reproductiva... ¿fueron una fachada? Su retiro de las relaciones con mujeres, la racionalización de su comportamiento... ¿La declaración de amor eterno hacia S. pudo ser una forma de convencerse a sí mismo de su orientación? ¿Se protegía del riesgo de que alguien descubriera la verdad? Ahhh... todo es tan doloroso. Pero no debería afectarme ni tratar de entender su sexualidad si ya no forma parte de mi vida.
6:20 a.m.
¿La represión lo llevaba a controlarme y manipularme? ¿Por eso me tapó los ojos con la mano durante nuestro último encuentro sexual, para evitar la intimidad emocional? ¿Por eso me agredió verbalmente, usando un lenguaje degradante? ¿Su pregunta buscaba que yo validara su comportamiento agresivo? Fue inaceptable, una atmósfera de miedo y tensión.
Demasiados recuerdos, preguntas, angustia. Mañana se cumple un mes desde nuestra última conversación. Mañana será lunes otra vez, como cualquier otro día. Y yo sigo pensando en él, intentando comprenderlo, aunque hay cosas que no tienen justificación alguna. 
Me apena pensar que pudo haber estado conmigo mientras dudaba de su sexualidad. Me apena imaginar que, en el fondo, deseaba estar con un hombre. Hubiera preferido que me rechazara todas aquellas veces, que se alejara desde el principio, que nunca me buscara, que no viniera a verme aquella última vez. Se fue tarde, después de usarme y lastimarme. 
No quiero que esto me vuelva a pasar. No quiero ser la fachada de ningún homosexual reprimido, ni de un hombre confundido con su propia identidad. Ojalá estuviera equivocada, pero lo dudo.

martes, febrero 18, 2025

¿Sueño con mil caras? Me siento incómoda al recordar un comentario reciente de P. en una red social. Un comentario sexista y misógino, característico de él. Otro ejemplo de su manera inadecuada de expresar la ira.
En una sesión psicoanalítica, A. me plantó una duda. ¿Y si P. tiene tendencias homosexuales? ¿Y si su comportamiento hacia las mujeres es un indicio de que está luchando con su propia identidad sexual?
Aunque esa sesión fue hace aproximadamente dos meses, la idea sigue resonando en mí. Se me viene a la mente otro comentario de P. en redes. Parece necesitar demostrar su masculinidad de manera agresiva. Me pregunto si sus actitudes problemáticas hacia las mujeres están motivadas por una profunda inseguridad.

sábado, febrero 15, 2025

Me corrijo: no tuve un ataque de ira realmente. Fue lo primero que pensé, porque no es habitual en mí expresar mis emociones. Por ese motivo recurrí a A., pero no tardé mucho en darme cuenta de esto. En ningún momento le falté el respeto a R., ni lo insulté, ni levanté la voz, ni me puse agresiva. Solo le llamé la atención, dejándole en claro que había escuchado cada una de las barbaridades que dijo sobre mí. Sé que hice lo correcto, aunque aún no lo haya conversado con A. 
Probablemente me felicite y sonría, como si no pudiera creer lo que hice, ni antes, ni durante, ni después de la discusión. Luego, mantuve conversaciones con otras personas, algo por demás extraño en mí. 
Sigo sintiendo ira, pero también tristeza, tranquilidad... Es difícil de describir. Es como si estuviera liberándome de la cárcel de mi mente, como si de pronto hubiera en mí una fuerza aún más poderosa que esas hormiguitas apenas visibles. 
Ahhh... es como si tuviera alas en medio de una noche oscura.

viernes, febrero 14, 2025

Por primera vez, después de casi cinco años de convivencia, tuve un ataque de ira contra R. Parloteaba por teléfono, como siempre, esta vez con mi madre. Siendo el tercer día consecutivo en que lo escuchaba criticarme, me enfurecí tanto que fui hasta el garaje a observarlo. Creo que fue por una frase en particular, algo así como que yo tenía un problema en la cabeza pero que no podía arrastrarme a un psicólogo. Fue mi límite. 
Busqué la llave, aunque no me detuve mucho en eso. Me quedé del lado de adentro, mirándolo fijamente. R. hizo silencio, salió del auto y vino a encararme con el teléfono en la mano. Muchas veces quise enfrentarlo, pero siempre terminaba conteniéndome, hasta que ya no pude soportarlo más. No tuvo mucho sentido: se justificó y dijo que yo estaba equivocada. Cree que si estoy disconforme, tengo que emigrar. Yo asentí con la cabeza y me retiré. A simple vista, no pareciera que salí victoriosa, pero lo siento así.
Supongo que mi madre escuchó el inicio de mi queja. Luego recibí mensajes suyos dándome la razón y felicitándome. Comí entre lágrimas y recurrí a A., pero no tenía un rato disponible para hablar conmigo. Quedamos en adelantar la próxima sesión psicoanalítica al lunes. ¡Menos mal, falta muy poco! 
El fin de semana escucharé música, pintaré, haré yoga, escribiré en mi cuaderno, disfrutaré del tiempo en solitud y, finalmente, le contaré lo sucedido a A. Si pude liberarme de P., también podré hacerlo de R. Aunque haya llegado el estallido, creo que mi relación con la ira es bastante saludable. 
Por desgracia, tengo que enfrentarme a hombres imbéciles, ciegos, narcisistas y machistas. Me fascina dejarlos al descubierto y, mejor aún, defenderme y ponerme en primer lugar. Permití y aguanté que dijeran de mí cualquier barbaridad; ahora me regocijo en el silencio de R. Después del alejamiento de P., ya no espero que nadie me pida disculpas. Me da igual. De todas maneras no perdonaré que se me pisotee. 
Ahora, tanto P. como R. son hormiguitas diminutas y yo, borracha de poder, podría aplastarlos. Ahhh... soy invencible.

jueves, febrero 13, 2025

Es jueves, cerca de las ocho de la mañana. Escucho a R. hablar por teléfono con A. Teme que cometa alguna locura porque no sabe qué estoy pensando. Hizo referencia a un día en el que no percibió ningún movimiento de mi parte, sin saber si estaba viva o no, hasta que al día siguiente subí la persiana. Hay que ser muy ciego para no darse cuenta de cómo proyecta en mí sus propios miedos: miedo a la muerte, a la pérdida, a la separación. Si realmente hubiera creído que corría peligro, habría llamado a mi puerta... ¿o me habría dejado descomponer ahí dentro? Viniendo de él, tengo mis dudas.
R. me culpa del desorden del hogar, proyectando, esta vez, sus propias tendencias a la desorganización y el caos. Desvía su culpa y responsabilidades porque se siente abrumado. Se comunica de forma indirecta, a través de la crítica, queriendo controlar la narrativa sobre mí y mi comportamiento, evitando que pueda defenderme. Quiere sentir que tiene el control y el poder sobre mí, sin asumir su dificultad para aceptar la independencia y autonomía de los demás. Dice que se cansó. Su ira y frustración son tales que amenaza con romper la vajilla, porque no puede expresarse de manera saludable y respetuosa.
Au revoir, connard. Merde.

miércoles, febrero 12, 2025

Mi psicoanalista nombró a P. Decía que él venía... "Y dicen que no es época de que florezcan los almendros". Me limité a sonreír, haciendo un gesto de negación con la palma de la mano. Hace dos semanas que no hablo de P. en terapia, ni siquiera lo menciono.
El lunes al mediodía, conversando con mi amigo A., comentó que hay cosas que debo guardarme solo para mí y no contarlas. No respondí nada. Hoy reapareció. Hizo un chiste sobre P., enlazando su apodo con la música. Dije: "Ya no me afecta. Estoy bien, estoy curada", y me reí. Cree que me sacará del pozo con su humor. ¿De qué pozo?
Volviendo a mi psicoanalista, mencionó que estoy muy sola acá en Buenos Aires. También opina que, después de meses, mi principio de realidad está volviendo. Cree que mi refugio en realidad es un búnker, pero no me encuentro en Gaza. El desorden de R. me molesta porque estoy confundida, tengo un nudo mental y necesito ordenarme. 
Por otro lado, me llegó un mensaje de un familiar: "¿Qué hiciste el fin de semana? No hiciste una mierda. Estuviste encerrada, no saliste". No respondí. Esta persona está obsesionada con mi encierro y cree que saldré solo porque dice que tengo que hacerlo. Supongo que es fácil aconsejarle a alguien que salga de su casa cuando no se considera que pueda tener agorafobia.
Estoy pensando en algo de manera obsesiva, creyendo que solucionará muchos de mis problemas y mejorará ampliamente mis síntomas fóbicos. Se trata de una decisión difícil de tomar, pues antes debo considerar algunos aspectos importantes. Anteriormente también me obsesioné con los estudios. Será tiempo de pensar con claridad y priorizar mi felicidad.

lunes, febrero 10, 2025

P. y yo estábamos en el mismo estacionamiento. Él, absorto con su celular dentro de su auto; yo, afuera, lo miraba extrañada al ver que se había afeitado la barba. Me quedé parada cerca suyo, esperando que me viera. Cuando lo hizo, parecía preguntarme "¿qué pasa?". Me detuve en su boca y en su mirada, como la última vez, como todas las veces, pero finalmente me daba vuelta y me iba. Aunque caminaba lento y él estuviera ahí, recorriendo el mismo camino, no decía nada. 
Nos reencontramos en la entrada de un supermercado, ambos de pie, aunque conservando cierta distancia física. P. decía que su auto se manejaba para atrás, como si intentara explicar su alejamiento. Yo reía con una vendedora, como si lo estuviera cargando por sus dichos, mostrándome feliz por saber algo de él.
Todo fue un sueño efímero, apenas quince minutos por la mañana. Hoy se cumplen tres semanas desde que decidió tomar distancia. Abrí una red social, pero no, no está ahí. No me escribió, ni me pidió disculpas, ni se mostró arrepentido por su comportamiento. Nada. Se olvidó de mí.
Emocionada y con piel de gallina, canto el estribillo de Por tu silencio lloro de Yerai Cortés. Yerai cumple años el mismo día que P., y lo descubrí este fin de semana gracias a otro hallazgo: una radio española. En un episodio reciente, uno de los jóvenes comentaba que había estado enganchado a una serie, viéndose cuarenta capítulos seguidos. P. es fanático de esa serie, lo que me hizo sentir una conexión simbólica con él.
El fin de semana... El viernes, a las tres y pico de la madrugada, me dirigí hacia la cocina. Sorteé obstáculos, como cada día, en medio de la oscuridad. Al encender la luz y encontrarme cara a cara con el desorden y la acumulación de objetos de R., me abrumé. Sentí un fuerte dolor en el pecho y empecé a llorar intensamente. Me senté en la cocina, con la mano izquierda oprimiéndome cerca del corazón, observando la realidad hostil de casa. Me sentía en medio de un ataque ansioso, hasta que comencé a respirar profundamente, calmándome a mí misma.
El sábado estuve leyendo sobre la sensibilización o debilitamiento y la terapia de exposición en relación con la agorafobia, además de las rumiaciones obsesivas y los temores hipocondríacos. Pensé que tal vez el calor estaba empeorando los síntomas: sensación de opresión en el pecho, dificultad para respirar, evitación del objeto temido. Me di cuenta de un ciclo repetitivo en el que me siento muy dispersa y me cuesta enfocarme en una sola cosa. 
También comencé a preocuparme por el hecho de empezar a salir de casa debido al trabajo. El sábado volví a tener otro momento sensible, hasta que tomé mi cuaderno de autocompasión y sanación y comencé a escribir estrategias para enfrentarme, más bien, exponerme al miedo. Pensé en iniciar paralelamente una terapia cognitivo-conductual. Mañana podré desplegar mis estrategias ante A. Una conclusión: la evitación solo me conducirá al empeoramiento.
Ayer, sintiendo en la cara el aire fresco que entraba por la ventana, observé el mundo exterior. Las copas de los árboles y la distancia entre ellas formaban rostros. El cielo, inexpresivo. Pensaba en mi anterior conclusión, atemorizada. Un perro en una terraza lejana, una hinchazón visible en su hocico. Respiraba agitado, con la boca abierta. Yo teorizaba sobre si lo habrían golpeado o si tendría un absceso. El perro me descubrió llorando, porque pensé que moriría, que el perro y yo moriríamos. El perro se fue, y yo me alejé de la ventana, refugiándome en la negrura.

viernes, febrero 07, 2025

P. se expuso públicamente por primera vez después de huir. Se expresó de manera agresiva, crítica y despectiva. Hizo un comentario inapropiado en una red social, diría que hasta peligroso. No hace más que evidenciar sus dificultades para controlar sus reacciones, manejar su ira y, tal vez, sus tendencias autodestructivas.
Recuerdo que hace un año dijo que era malo. Tuvo un estallido de ira ante la posibilidad de volver a ser padre. Le gritó dos veces a su hijo y confesó que había pensado en tener un accidente de auto. Me amenazó, entre risas, con suicidarse ahorcándose en la esquina de mi casa. Lo dijo minimizando la gravedad de sus palabras, como una forma de control y manipulación. Ni hablar de cuando me insultó en un momento tan íntimo, agrediéndome verbalmente y mostrando su desprecio hacia mí.
Me deshice del regalo que le daría y de todo lo relacionado con su banda. Esto último, probablemente, a raíz de la conversación que mantuve con A. Me di cuenta de una coincidencia: nos conocimos personalmente un 11 de junio y, exactamente dos años después, nos encontrábamos en su auto, entre pruebas de embarazo. Ese día me abrazó, pidiéndome perdón por su estallido de ira, diciéndome que era su peor miedo. Habrá sido la única vez que me pidió perdón por algo. Nunca se hizo cargo de que me había insultado.

jueves, febrero 06, 2025

Paul McCartney entona Anyway. Mientras tanto, pinto. Mi mente, por fin calmada después de una terrible pesadilla: un tesoro escondido en un lugar insólito, posteriormente el lugar vacío. Se desata una lucha armada entre vecinos, hombres que destruyen y hombres que matan por venganza. Un hombre asesina a una mujer, y otro mata al primero. La escena final: el torso de un hombre atravesado por una escopeta, su cuerpo descartado en el baúl de un auto, sobre el cadáver del hombre que lo aniquiló. Recuerdos confusos de viejos conocidos que deambulaban por ahí. ¿Quiénes sobrevivieron y quiénes murieron? ¿Y el tesoro?
Desperté recordando las palabras de mi psicoanalista sobre mi última pesadilla agorafóbica. Entonces pensé: menos mal que tuve esta otra pesadilla. Pronto me sentí aliviada. Me alimenté después de doce horas, me duché y experimenté una profunda paz interior, casi teñida de alegría. Casi habiéndome amigado con la agorafobia, mi eterna compañera. 
Había estado pensando demasiado en esto, angustiada porque jamás podré curarme. Es sabido que tendré esta fobia toda la vida y, aunque trabaje arduamente, ya es parte de mí. ¡Ah, envidio a aquellas personas con una fobia específica! En cambio, yo me siento completamente incapacitada.
Ayer soñé con una ex pareja de P. Conversaba con otra mujer que tenía su radiografía dental y se quejaba del tamaño de sus dientes. Extrañamente, la ex de P. era vendedora. Entré a su local y observé, aún más extrañada, que querían exhibir la radiografía en la puerta. Me desperté a las cuatro y media de la mañana, con mi pensamiento, obviamente, dirigido a P. Sigo elaborando mis emociones en torno a él.
Volvió A., después de su supuesto enojo por haberlo confundido con P. Decía que había estado ordenando y encontró una camiseta de la banda que ambos seguíamos. La banda de la que formaba parte P. Esta vez, A. me recordaba cantando una canción cerca del escenario. Todo esto me devolvió al día posterior a la partida de P. 
Encendí una vela y un sahumerio, y, de puño y letra, le escribí una carta de la que posteriormente me deshice. Lo único que recuerdo es que le agradecía, a pesar de que estaba profundamente conmovida. Pensar que pasaron dos semanas de aquello... 
Paul entona Anyway. Mientras tanto, espero. 
Mi corazón, empedernido.

martes, febrero 04, 2025

Sesión psicoanalítica.
A. menciona a un señor que es "raro que no haya aparecido hoy". Habla de su auto, de la esquina de mi casa, de la exposición a las miradas y de este señor. "Sabés a qué escenas me refiero". Mi mirada, medio perdida, avergonzada. 
Antes de conversar con ella, había escrito lo siguiente:
Han pasado dos semanas desde el alejamiento de P. Hoy amaneció nublado. Anoche me fui a dormir cantando una canción de su banda. Me siento como en un día cualquiera de hace dos años, anhelando hablar con él. Este día me retrotrae al pasado. El cielo blanco, los edificios blandos (blancos), las copas de los árboles casi inmóviles. Otro día más de ausencia silente. 
P. nunca estuvo. Yo decía algo, decía mucho, y no recibía ninguna respuesta. ¿Y si todo fue una pesadilla? ¿Y si P. no existe? Pero... ¿qué hay de nuestro primer acercamiento? ¿Qué hay de todas esas noches, esas nueve noches desde el 18 de marzo de 2022 hasta el 23 de junio del año siguiente? Esas noches en las que lo he visto. ¿Qué hay de aquellos días nuestros, desde el 15 de diciembre de 2023 hasta el pasado 22 de octubre? ¿Qué hay de nuestro cariño? P. diría que eso no es suficiente. 

Fragmento de mi carta amorosa, del 30 de diciembre de 2024: 
"Finalmente, desconozco si queda algo mío rondando por tu cabeza, tal vez ternura o querencia."

Tantas preguntas sin respuesta, tanta nada en el cielo blanco. El recuerdo de nuestros últimos besos me da ganas de llorar. De haber sabido que serían los últimos... Tan cerca de P., nuestros cuerpos tan cerca. Y yo creía que me quería, que volvería a mi encuentro porque se sentía cómodo y seguro. Veía en sus ojos que me quería, en esa mirada tan pura y profunda. Veía un castillo indestructible, pero P. me encerró en el castillo de su mirada y, desde fuera, lo demolió conmigo adentro. Me abandonó entre los escombros, me arruinó. Se fue sin mirar atrás, sin ser consciente del daño que me había hecho. 
Y mi corazón insiste en aquella presencia tan destructiva, en aquellos besos salados, en las mentirosas muestras de su afecto vacío. P. me destruye.
Recuerdo mi sesión psicoanalítica extra del 9 de enero. Finalmente, después de semanas, hablé de P. Leí algunas de sus palabras a A., y ella me preguntó por qué me dejaba maltratar así por él. Por qué me quedaba. Qué me atraía tanto como para aguantar que me hablara con tanto desprecio. Se preguntaba, entre otras cosas, de qué podría hablar con él... Yo, que soy tan culta e inteligente.
Un dibujo: nuestros rostros juntos. Un espiral infinito, pero que tiene fin. 
Otro día más.

lunes, febrero 03, 2025

El sábado por la tarde recibí un mensaje de S. invitándome a cenar. Lo leí una hora más tarde, pero igualmente fingí no haberlo visto. Estaba tan a gusto conmigo misma, tan conectada con mis proyectos, que lo último que quería era asistir a una reunión familiar. Me quedé leyendo a oscuras y, más tarde, cociné y cené en soledad. Fue la mejor decisión que pude haber tomado, a diferencia de otros momentos de mi vida en los que temía tanto la noche que huía de mí misma. Esta vez estaba demasiado contenta, inmersa en mi bienestar.
Ayer por la mañana oí que R. había salido del hogar. Me apuré a buscar provisiones y volví a encerrarme en la habitación, agitada por los nervios. ¿Y si solo había salido por un momento? No lo sabía. Después de algunas horas silenciosas, supuse que había ido a visitar a A., y que tardaría bastante en regresar. Entonces, me relajé por completo. Cociné el almuerzo, preparé un postre y merendé. Entrada la noche, escuché que había llegado. Estaba prestando atención a otros sonidos, así que no me preocupé demasiado.
En un momento dado, noté que la casa estaba demasiado tranquila. Las luces seguían apagadas, y no se oía nada. Llegué a pensar que R. no estaba físicamente en el mismo lugar que yo. Curiosa, me pregunté qué habría pasado, y si realmente estaba sola. Al pasar por su habitación, vi que la puerta estaba entreabierta, las luces apagadas, sin ninguna señal de que él estuviera allí. Seguí de largo y me topé con dos puertas abiertas de par en par. Inmediatamente me invadió el pánico. R. nunca deja esas puertas abiertas durante la noche, ni la suya entreabierta. Su auto estaba en el garaje y, al llegar, había dejado la llave puesta en una de las puertas. 
Confundida, cerré las puertas e interpreté que R. estaba descansando. Supuse que había estado bebiendo en casa de A. y que había regresado tan alcoholizado que, a ciegas, lo único que deseaba era recostarse. Poco después, escuché a alguien bajando la escalera a los tumbos, sosteniéndose mientras odiaba aquel chirrido insoportable. Fue a tomar algo (¿agua?) y luego volvió a acostarse. De haberle visto la cara, podría afirmar si estaba ebrio, pero mi suposición sigue en pie.
La noche siguió. No tardé en recordar al anestesiado e insatisfecho P., adicto a parches como la marihuana y los videojuegos. Su imagen vino a mí mientras leía sobre el eneatipo 7. Finalmente, decidí ir a dormir sin haber cenado. Soñé con él. Decía que, después de estar conmigo, se acostaba con cualquier mujer. Tan promiscuo e inmaduro como siempre.
Desperté incómoda. Recibí un mensaje de A. y, a ciegas, le contesté: "Es muy temprano, P." A. se ofendió y me respondió que, si lo volvía a "descalificar" de esa manera, no me escribiría nunca más. Así empezó el día de hoy.

sábado, febrero 01, 2025

Hace dos días me corté el pelo sola y no me obsesioné con el resultado. Tampoco me arrepentí ni pensé que no debería haberlo hecho. Simplemente pasó. Había recibido la devolución de un trabajo y, en lugar de corregirlo inmediatamente, toleré la frustración de no haberlo hecho perfecto. Decidí esperar un día antes de rehacerlo y entregarlo de nuevo. Supongo que así fue como surgió la idea impulsiva de cortarme el pelo. Me propuse que pasaría tiempo conmigo misma, sin permitir que la ansiedad y la perfección me consumieran. Opté por cuidarme, por conectar con mis necesidades, en lugar de aferrarme a los errores y al fracaso. Había despertado cerca de las seis de la mañana con una canción en mente, como si estuviera recordando a alguien.
Ayer me enteré que la madre de J. está esperando un varón. También vi una imagen de J., en la que le falta un diente. Esto me llevó a pensar en la paternidad de P., con angustia. Y en momentos que compartimos juntos. Recordé la frialdad con la que se despedía de mí después. Pero esto no tiene sentido, porque mi historia con P. llegó a su fin. Todos sus malos tratos son cosa del pasado, y ahora soy libre. Ahora puedo elegir otro camino que no implique sufrimiento, otros proyectos que no estén involucrados con un hombre tan dañino para mí. Ya nadie más me insultará al estar conmigo, nadie me ignorará, nadie me destrozará emocionalmente. Nadie me hará sentir culpable. No recibiré comentarios pasivo-agresivos ni críticas constantes. De ahora en más, estaré bien. Aunque me hubiera gustado recibir una disculpa por todo el daño que me causó...  Pero estoy escribiendo sobre P., y nada sano puede provenir de él. Es abusivo, fin de la discusión. Como cuando traté de hablar con él acerca de cómo me había sentido al ser insultada, y me manipuló, una vez más. ¿Qué se puede esperar de un burro más que una patada?
Anoche hablé con A. sobre mi corte de pelo. Dijo que me quedó lindo y que lo había cortado bien. Le pedí que me describiera en tres palabras, y él dijo: "inocente, demasiado inocente". Ya habíamos tenido una conversación seria, y esperaba apreciar mi desnudez. Ante mi queja, respondió que "estoy volviendo" y asumió que él ya me enamoraría. A. es un hombre chistoso.
En la oscuridad, leí sobre el eneatipo 5. Ya me había sentido identificada con el uno y el dos, pero esta vez me ocurrió algo extraño al leer algunas características. Ni siquiera terminé. Estaba agotada. Me refugié en la cama sin comer, incumpliendo algunas tareas que me había propuesto para el día. Esta mañana desperté exaltada, temerosa.
Había tenido una pesadilla agorafóbica después de bastante tiempo. Tardé en recuperarme, preguntándome qué me habría afectado conscientemente para haber soñado eso. Al salir de mi nuevo trabajo, me perdía entre calles turbias, extremadamente peligrosas. Creí que me matarían, estaba asustada y no encontraba la manera de volver a casa. Pesadillas recurrentes, que terminan siempre igual.