sábado, febrero 15, 2025

Me corrijo: no tuve un ataque de ira realmente. Fue lo primero que pensé, porque no es habitual en mí expresar mis emociones. Por ese motivo recurrí a A., pero no tardé mucho en darme cuenta de esto. En ningún momento le falté el respeto a R., ni lo insulté, ni levanté la voz, ni me puse agresiva. Solo le llamé la atención, dejándole en claro que había escuchado cada una de las barbaridades que dijo sobre mí. Sé que hice lo correcto, aunque aún no lo haya conversado con A. 
Probablemente me felicite y sonría, como si no pudiera creer lo que hice, ni antes, ni durante, ni después de la discusión. Luego, mantuve conversaciones con otras personas, algo por demás extraño en mí. 
Sigo sintiendo ira, pero también tristeza, tranquilidad... Es difícil de describir. Es como si estuviera liberándome de la cárcel de mi mente, como si de pronto hubiera en mí una fuerza aún más poderosa que esas hormiguitas apenas visibles. 
Ahhh... es como si tuviera alas en medio de una noche oscura.