martes, febrero 04, 2025

Sesión psicoanalítica.
A. menciona a un señor que es "raro que no haya aparecido hoy". Habla de su auto, de la esquina de mi casa, de la exposición a las miradas y de este señor. "Sabés a qué escenas me refiero". Mi mirada, medio perdida, avergonzada. 
Antes de conversar con ella, había escrito lo siguiente:
Han pasado dos semanas desde el alejamiento de P. Hoy amaneció nublado. Anoche me fui a dormir cantando una canción de su banda. Me siento como en un día cualquiera de hace dos años, anhelando hablar con él. Este día me retrotrae al pasado. El cielo blanco, los edificios blandos (blancos), las copas de los árboles casi inmóviles. Otro día más de ausencia silente. 
P. nunca estuvo. Yo decía algo, decía mucho, y no recibía ninguna respuesta. ¿Y si todo fue una pesadilla? ¿Y si P. no existe? Pero... ¿qué hay de nuestro primer acercamiento? ¿Qué hay de todas esas noches, esas nueve noches desde el 18 de marzo de 2022 hasta el 23 de junio del año siguiente? Esas noches en las que lo he visto. ¿Qué hay de aquellos días nuestros, desde el 15 de diciembre de 2023 hasta el pasado 22 de octubre? ¿Qué hay de nuestro cariño? P. diría que eso no es suficiente. 

Fragmento de mi carta amorosa, del 30 de diciembre de 2024: 
"Finalmente, desconozco si queda algo mío rondando por tu cabeza, tal vez ternura o querencia."

Tantas preguntas sin respuesta, tanta nada en el cielo blanco. El recuerdo de nuestros últimos besos me da ganas de llorar. De haber sabido que serían los últimos... Tan cerca de P., nuestros cuerpos tan cerca. Y yo creía que me quería, que volvería a mi encuentro porque se sentía cómodo y seguro. Veía en sus ojos que me quería, en esa mirada tan pura y profunda. Veía un castillo indestructible, pero P. me encerró en el castillo de su mirada y, desde fuera, lo demolió conmigo adentro. Me abandonó entre los escombros, me arruinó. Se fue sin mirar atrás, sin ser consciente del daño que me había hecho. 
Y mi corazón insiste en aquella presencia tan destructiva, en aquellos besos salados, en las mentirosas muestras de su afecto vacío. P. me destruye.
Recuerdo mi sesión psicoanalítica extra del 9 de enero. Finalmente, después de semanas, hablé de P. Leí algunas de sus palabras a A., y ella me preguntó por qué me dejaba maltratar así por él. Por qué me quedaba. Qué me atraía tanto como para aguantar que me hablara con tanto desprecio. Se preguntaba, entre otras cosas, de qué podría hablar con él... Yo, que soy tan culta e inteligente.
Un dibujo: nuestros rostros juntos. Un espiral infinito, pero que tiene fin. 
Otro día más.