jueves, febrero 13, 2025

Es jueves, cerca de las ocho de la mañana. Escucho a R. hablar por teléfono con A. Teme que cometa alguna locura porque no sabe qué estoy pensando. Hizo referencia a un día en el que no percibió ningún movimiento de mi parte, sin saber si estaba viva o no, hasta que al día siguiente subí la persiana. Hay que ser muy ciego para no darse cuenta de cómo proyecta en mí sus propios miedos: miedo a la muerte, a la pérdida, a la separación. Si realmente hubiera creído que corría peligro, habría llamado a mi puerta... ¿o me habría dejado descomponer ahí dentro? Viniendo de él, tengo mis dudas.
R. me culpa del desorden del hogar, proyectando, esta vez, sus propias tendencias a la desorganización y el caos. Desvía su culpa y responsabilidades porque se siente abrumado. Se comunica de forma indirecta, a través de la crítica, queriendo controlar la narrativa sobre mí y mi comportamiento, evitando que pueda defenderme. Quiere sentir que tiene el control y el poder sobre mí, sin asumir su dificultad para aceptar la independencia y autonomía de los demás. Dice que se cansó. Su ira y frustración son tales que amenaza con romper la vajilla, porque no puede expresarse de manera saludable y respetuosa.
Au revoir, connard. Merde.