lunes, marzo 31, 2025

Laura Ana Merello canta Llamarada Pasional mientras despierto tras un fin de semana olvidable. Por supuesto, P. aún no leyó mi mensaje. Es lunes, y nuestra última conversación fue hace diez semanas. Siento que pasó una eternidad, como las horas sin alimento.
Una debilidad intensa, mareos, episodios de angustia fóbica, menstruo vivo. Larguísimas horas sin probar bocado. El nerviosismo se reflejaba, inconscientemente, en el abrir y cerrar de un objeto que, torpemente, terminé rompiendo.
Mientras escribo estas líneas, mi mente ansiosa divaga en la noticia repentina de que pronto tendré que enfrentarme a la calle. Mi estómago se contrae y lloro con fuerza. ¿Empezaré ya con las excusas? Pienso en mi próxima sesión psicoanalítica. Imagino a P. esperándome. Recuerdo los test de embarazo.
Será mejor conversar con la almohada.

viernes, marzo 28, 2025

El miércoles me derrumbé. La última vez que me sentí tan mal traté de contactar a P. y a R., y al parecer, no aprendí de mi error. Esta vez, a P. le dije que mi amor es inefable, y a R. le pedí que pudiera entender mis sentimientos por P. Hoy borré el mensaje a R., pero no pude borrar lo que le escribí a P.
Volviendo al miércoles... Después de enviarle a P. una actualización de mi afecto, traté de concentrarme en el estudio. Me encontré con la siguiente idea: "La incomodidad y el incremento de angustia producen la idealización de un estado pasado al que se procura regresar y al que se evoca con profunda nostalgia".
Imaginaba que P. vendría a verme, aunque sabía que era imposible. Lo recordaba envuelto en un sweater, y yo, sintiendo los latidos de su corazón. Reviví emociones y sentimientos pasados, deseosa de conexión y calor humano. Probablemente P. estaría trabajando, viviendo su vida, mientras yo lloraba. Y no era la primera vez.
Nos recordaba riendo, hablando, abrazados. Me partía el corazón saber que P. no quería volver a compartir esos momentos conmigo, teniendo en cuenta lo significativos que eran para mí. Sentía una enorme necesidad de afecto, ternura, cuidado, acercamiento. La sensación de soledad y aislamiento era profunda.
Me sentía débil, con la parte alta de mi estómago vacía, nauseabunda. Necesitaba aire. La sensación de rechazo y abandono por parte de P. me llevó a experimentar síntomas físicos insoportables. Lloraba tanto que sentía una presión muy dolorosa en la cabeza. P. era la única persona que podía proporcionarme protección. Qué irónico. Mi frente caliente. Necesidad de abrigo. Mi vista cansada, como si tuviera fiebre.
La firma de un documento y el estudio quedarán para mañana. En su lugar, le escribí a R., sabiendo que no me contestaría. Era plenamente consciente de que tropezaría con la misma piedra. Pero mi necesidad afectiva fue más fuerte. Mi cuerpo buscaba un cuidado que no recibió, y eso me dejó vulnerable y debilitada. Prioricé mi bienestar y satisfacer mis necesidades básicas.
Ayer, mi necesidad de contención volvió, pero mis momentos de angustia fueron menos intensos. Traté de ser más racional y entender que P. no era saludable para mí: ni su forma de tratarme, ni sus alejamientos, ni la falta de valoración a mi tiempo y esfuerzo.
Día de autoanálisis. Sorpresivamente, A. quiso tener una conversación seria conmigo. Me preguntó sobre mi rutina, pidiéndome que me explayara. Me escuchó, me respondió. Recordé un día en que le conté algo importante a P., pero él jamás prestó atención a lo que tenía para decirle ni me dijo nada al respecto. 
Así terminó el día. Las horas de ayuno siguen prolongándose.

miércoles, marzo 26, 2025

Es de madrugada.
Pienso en P.
Mi corazón se rompe
y simplemente lloro.

"Si no olvido, moriré."

Sus manos,
su mirada,
sus besos.
Su atención
momentánea.

Es catastrófico
saberse indeseado,
inexistente
para otro.

Puedo observarlo, 
detenidamente,
escucharlo.
Su huida me golpea
con máxima crueldad.

¿Por qué no me quiso?

¿Por qué no cuidó mi amor?

¿Y por qué lloro
mientras él duerme?

¿Por qué mi mente se ancla al pasado, 
y sus palabras me lastiman todavía?

lunes, marzo 24, 2025

Han pasado ya cinco meses desde mi último encuentro con P. El sábado fue un día especialmente sensible para mí. Sufría solo de recordarlo (lloro al escribir esto). Han sido días de una angustia constante. Me refugio en el estudio y encuentro un enorme placer en aprender.
Ayer soñé que estaba en sesión psicoanalítica. Pero no era yo quien hablaba, sino P. y alguien más de su círculo íntimo, probablemente su hermana. No paraban de hablar, y yo no lograba meter bocado en la conversación. La llamada se cortó antes de que yo pudiera pronunciar siquiera una palabra.
Un sueño regresivo a mi adolescencia, otro estrechamente vinculado a la emigración, otro fóbico. Uno más: un adolescente sujetando del cuello a su novia. Yo lo increpaba, pidiéndole que no hiciera aquello porque ella no lo merecía. Él se justificaba, diciendo que era una broma consensuada.
Un llanto efímero por la noche, apenas unas pocas lágrimas que retiré con mis manos antes de ir a dormir. En mi mente, la imagen de mí misma besando a P. en la cara.
Quince horas sin comer ni beber una sola gota de agua. Empiezo a sentir que me cuesta respirar.
Es lunes, otra vez.

miércoles, marzo 19, 2025

P., joven, en una marcha política de izquierda. "Sos tan hermoso", le respondía después de haber conversado con él recientemente.
El broche de oro de A. en nuestra sesión psicoanalítica de ayer fue: "Los sentimientos son como una sopa de abuela. De esas abuelas antiguas... De pronto había algún ingrediente que no te gustaba y lo tragabas igual." Parece que esta vez me conecté, subconscientemente, con los ideales y valores de P., así como con mis sentimientos románticos y de admiración hacia él.
Mañana se cumplirán dos meses desde la última vez que hablamos. Ahora son las tres de la mañana. Desperté con una ligera puntada de dolor en el corazón, doblándome a causa del hambre. A. diría que no debería preocuparme tanto por esto.
En la madrugada de ayer, tuve un sueño implícitamente relacionado con P. Su banda había hecho un comunicado. Estaban E. y R.; este último era el que más se quejaba del comportamiento del público en un recital pasado. Estaban detrás de un vidrio parcheado. Yo, distante, ni siquiera estaba donde podría haber estado.
Quizá R. reflejaba mis propios sentimientos de frustración o insatisfacción con P., o mejor dicho, con la forma en que me trató. De nuevo yo, observando mis emociones desde fuera.
Antes de dormir, experimenté una gran cantidad de estrés y ansiedad. Mis sentimientos de frustración, inseguridad, tristeza y, por qué no, abandono, pudieron haber influido en el contenido de mi sueño. A. diría que todos llevamos dentro un "enano fascista". En mi caso, gritaba que sería incapaz de atravesar momentos desafiantes.
Emociones que toca digerir, como una cucharada de una mezcla espantosa de sopa de abuela.
Días abúlicos, perdidos como Hansel y Gretel, mi cuento de hadas favorito.

domingo, marzo 16, 2025

Desde mi sueño con P., he tenido momentos de angustia y tristeza cada día. Intenté volver a enfocarme en las cosas que me hacen sentir bien en medio de este "proceso de sanación", pero más de una vez terminé evadiendo mis emociones. 
En el sueño, trataba de compartirle a P. algo importante, pero no sentí una conexión profunda al conversar con él. Era un cambio significativo, ligado a la incertidumbre. P. nunca estuvo dispuesto a reciprocar mi apertura emocional.
La contradicción emocional me llevó a llorar en varias ocasiones. Decidí descansar y distraerme, inapetente. Quizá el sueño fue solo una excusa para no cumplir con mis propósitos. Llegué a pensar que tengo una relación más directa con mis pensamientos, pero me cuesta explorar mis emociones.
No cerré el capítulo "P." en mi vida, ni mucho menos. Y, por momentos, siento que nunca lo lograré. Perdí mi identidad y ahora me siento vacía. Mi temor ante la posibilidad de no volver a verlo va más allá de lo onírico.
No salí a tomar aire en todo el fin de semana. No leí, ni pinté, ni hice yoga. Tampoco logré comprender el sueño en profundidad, pero creo que fue el desencadenante de mi falta de interés por el control. Así como la carne, el sueño me resultó desagradable y difícil de digerir. El desorden... mis emociones confusas.
La nostalgia me hizo sentir melancólica, preguntándome por qué P. nunca se interesó por mí de la manera en que yo quería. Aunque intenté cuidarme, me sentí extraña recordándolo.
Tuve un sueño en el que tosía gotas de sangre mientras me duchaba. Intentaba mostrárselas a alguien, pero se habían convertido en puntos casi imperceptibles. Si la sangre representara mis emociones, diría que son demasiado complejas para ser expresadas con claridad. 
¿Por qué elegí evadirme? ¿Para evitar sentirme triste por P.? ¿Tomé el control sobre mis recuerdos y sentimientos pasados? ¿Por qué no puedo mantenerme enfocada en el presente? ¿Por qué aquel sueño me hizo cambiar de un día para el otro?

viernes, marzo 14, 2025

Volví a conversar con P. después de siete semanas. Le conté que emigraré, y él, que empezó a tocar en una nueva banda. Estaba contenta; sentía que éste era un mejor cierre. 
Al mirar hacia el pasillo, me topé con el piso desordenado: una escultura pesada y un armario, ambos derrumbados. De pronto, comencé a sentir que estaba masticando carne, enormes pedazos de carne cruda. Frente al espejo, con ambas manos, abría mi boca e intentaba arrancármelos, pero cada vez tenía más carne, quizá mi propia carne creciente. Me estaba masticando a mí misma, casi ahogándome en mi desesperación de hablar con P. En mi autoagresión, en pleno acto de desintegración, escupía gotas de sangre.

Nota agregada

Son las 3 a.m. Un hombre repite ante la policía que no hizo nada. Está drogado y, según sus dichos, le sangra la cara. ¿A causa de los golpes? Silencio tras los ruidos de motor. Mis ojos, lejos de las rendijas de la ventana.
Desperté hace una hora. Empecé a sentir que el peligro no estaba solo en mi mente, que esta vez era real. Debía huir lo más lejos posible. El hombre pasará la noche en la comisaría. ¿Y yo? ¿Qué haré? Oigo ronroneos en el silencio nuevo.
¡Qué lejos me siento de Pizarnik! Hace tiempo me hubiera sumido en la negrura de mis trazos azulados. Estaría duelando un amor imposible de ser vivido, una película que no concluye.

miércoles, marzo 12, 2025

Anotaciones tras una hora y media de exposición al exterior

El clima se siente diferente afuera, más incómodo. Podría estar en la cama. Siento frío en las manos, en la cara y un poco en el cuello. El sol está escondido. Veo pájaros. Pienso que podría salir a la calle. Un gato blanco camina sobre el techo. Siento una paz extraña, a pesar del viento. Me recuerdo remontando un barrilete.
Son las 9:55 a.m., faltan quince minutos para cumplir mi objetivo de pasar media hora fuera. Ayer pasé una hora, y el lunes, una hora y veinte minutos. Mañana debería abrigarme más. Se me voló el papel de las manos. Estoy mejor bajo el sol. Quizá pueda quedarme un rato más. No parece haber ningún hombre cerca. Sin dudas, podría quedarme más tiempo. 
Ayer, A. me preguntaba por qué hablaba de "exponerme" gradualmente al exterior. Miro el horizonte y escribo. El cielo está dividido en tres partes: gris, el sol detrás de nubes blancas, y un tercer cielo azul celestino. El sol volvió con fuerza. Un ruido tolerable. 
A. dijo que estamos bordeando mis emociones. Cree que es comprensible que lo haya estado evitando por su carácter doloroso. Esperará. Me tranquiliza pensar que alguien me espera. Como P., en la esquina de mi casa. Me pregunto cómo estará vestido, dónde, lo imagino y tengo que sacarme las lágrimas de los ojos para poder seguir escribiendo. ¿O mi angustia está ligada a la exposición? 
Según A., P. es solo una idea de mi mente, alguien distante, más bien ajeno. Le conté lo sucedido recientemente, los mensajes a R. y P. Asume que se trata de mis conductas obsesivo-compulsivas. Cree que, a pesar de mi "pseudo-delirio", conservé la noción de la realidad en todo momento. Cuando me preguntaba "¿Qué estoy haciendo?", me retiraba, indigna, por cierto. 
Son las 10:20 a.m. Cumplí mi objetivo por tercer día consecutivo. Para esto, tuve que hacer otros esfuerzos. Respiro profundo por la boca. Me recuerdo que tengo que continuar con mi rutina, además de tomar aire y escribir. Debería alejar la vista de los papeles más seguido, y el cuerpo de la cama. 
¿Qué conexión tendrá esto con la agorafobia? No debería salir tan temprano; las 10:30 es un horario razonable. Se despejó el cielo. Tranquilidad absoluta. Me pregunto por qué dejé de hacer esto. Comprendo que la idea del hombre era irreal, entonces no temo. Creo que me encanta esta época del año. 
Me pregunto si mañana saldré a la calle, después de mucho, mucho tiempo. Tengo que esforzarme para hablar con A. sobre mis emociones en cuanto a la fobia. Responder "no sé" después de una semana es inviable. 
Se cumplirá una hora de exposición. Podría pasar todo el día fuera, solo escribiendo. Garabatos en tinta roja y papeles que se independizan unos de otros. Estas mañanas son ideales. ¿Cómo mantendré mis momentos introspectivos cuando vuelva a la rutina? 
"Sin vos no puedo ser más que un montón de nada", mi mente me atornilla a lo ajeno. Se está mejor en la claridad de la sombra. 
Pasé una hora y media fuera y, si bien no tengo ninguna excusa para retirarme, logré mi objetivo con creces. El día debe continuar. 
Es todo.

domingo, marzo 09, 2025

La autoestima de P. es frágil, pero mi tendencia a volver a alguien que me dañó emocionalmente es autodestructiva.
Soñé que tenía un hijo, y P. era el padre. Mi hijo era hermoso, y yo, más dulce de lo que suelo ser. P. estaba insoportable tras sesenta días de atraso y un test que, falsamente, había dado negativo. Pero su resentimiento no me importaba; hacía oídos sordos. Estaba fascinada con mi bebé en brazos. Un bebé precioso, tranquilo, callado, saludable. Apenas se movía porque estaba medio dormido. Me fundí en la experiencia de un momento suave, tierno, puro, donde solo importábamos mi bebé y yo.
También fui adolescente en mi sueño y discutí con una compañera de colegio mientras estábamos bajo el mar. Probablemente simbolizaba conflictos internos, identitarios, pasados. La conexión con el bebé de mi sueño no era sobre él, sino sobre mí misma, vista desde otra perspectiva: más profunda y amorosa. Finalmente acepto que nunca pude tener una verdadera intimidad emocional con P., y ahora intento encontrar un espacio de autoconocimiento y amor propio. Mi necesidad de sentirme viva y conectada ya no gira en torno a él.
En el proceso de dejar atrás la toxicidad de P., me descubro cuidándome a mí misma, como al bebé de mi sueño. Mis críticas constantes y las diferencias que tuve con P. se han transformado en autoanálisis y momentos de felicidad e independencia. Mi foco vuelve a ser mi bienestar mental y emocional, mi propio camino hacia la sanación. 
Estoy viva después de una semana para el olvido.

viernes, marzo 07, 2025

Sospecho que hay una conexión entre mis horas de ayuno, mis despertares nocturnos y mis sueños lúcidos. Desperté cuatro veces. Tuve sueños que, aunque no vienen al caso, simbolizaban un daño emocional y mi fobia al exterior. 
Soñé que P. compartía su vida en línea: salidas nocturnas, fotos con su hijo, un video tocando la guitarra y cantando canciones de Joaquín Sabina con R. Ambos me hacían sentir ridiculizada y humillada. P. vivía su vida felizmente mientras yo, aún pendiente de él, seguía deseándolo a pesar de lo problemático que era.
Pensé obsesivamente en ciertas cuestiones. 
Por un lado, las señales de alerta. Encabezando la lista, el momento en que P. me insultó en una situación de intimidad, sumado a su trato despectivo. Sus faltas de respeto y consideración: no me escuchaba, no valoraba ni apreciaba mi afecto, era indiferente porque solo le importaba a sí mismo. Me criticaba y me hacía sentir insignificante. 
Su falta de compromiso y responsabilidad estaba ligada a la ausencia de comunicación. Su abandono y abuso emocional me atrapaban en ciclos de reconciliación y rechazo. Me ignoraba durante horas mientras yo sufría. No satisfacía mis necesidades físicas ni emocionales por su falta de intimidad. 
Existían claras diferencias entre nosotros. No me gustaban ni me atraían sus intereses o cuestiones personales. Veía que no había evolucionado en su carrera, su trabajo ni su música. No valoraba la responsabilidad ni el compromiso, no se preocupaba por su salud física ni mental. No trabajaba en sí mismo: era el rey de la evasión, incapaz de enfrentar sus miedos. No manejaba sus emociones de manera saludable. 
Le faltaba introspección. No sabía estar a solas consigo mismo ni tenía una buena comprensión de sí. No era capaz de tener conversaciones significativas. Su trato hacia los demás y su descripción de sí mismo dejaban mucho que desear. No se abría emocionalmente, no compartía sus sentimientos ni pensamientos. No reconocía sus errores ni pedía disculpas. 
No éramos compatibles ni emocional ni intelectualmente.
No había un verdadero intercambio.
Entonces, ¿qué fue lo que me atrajo?

miércoles, marzo 05, 2025

Actividad mental que se traslada al mundo onírico. Ayuno de quince horas. Despertar un miércoles soleado y caluroso tras días nublados y lluviosos.
Es mediodía. Sacié mi hambre. El ojo en la mirilla de la puerta. Me doblo en mitad de la digestión, como si me ahogara entre lágrimas. 
Me recuerdo vestida y perfumada, dirigiéndome hacia la puerta con la llave en mano tras recibir un mensaje de P. Nerviosa, apurada, ansiosa por verlo. Ni rastro de fobia, más bien una intensa motivación por acudir a su encuentro.
Yo, con un cuaderno en la mano. Yo, viendo a P. esperándome. Yo, abrazándolo en nuestro reencuentro después de tres meses. Horas en su auto, riéndonos, hablando, acariciándonos, mirándonos. Momentos tiernos, eróticos, graciosos. Momentos con P. que nunca volveré a vivir. (Esto me parte el corazón).
La idea de salir de casa me recuerda a mi irregularidad menstrual, al temor de P. ¿Y si recuerdo todo esto de camino al trabajo? ¿Y si nos recuerdo juntos y me angustio en la calle?
A nuestros momentos íntimos le seguían días, incluso semanas, de discusiones. Sufría por sus huidas. Me lastimaba que me ignorara, me evitara, me rechazara. Se convertía en otro hombre cuando se alejaba de mí: increíblemente frío y distante. Nunca comprendí esos cambios. Imposible satisfacer mi deseo de unión.
Quizá mi fobia aumentó mi dependencia emocional, porque con él era con quien me sentía más cómoda. Me volvía vulnerable a sus acciones. Ignoraba los aspectos negativos de nuestro vínculo. Hoy, esos recuerdos contribuyen a mi ansiedad y angustia, atrapándome en el pasado e impidiéndome avanzar. Mi fobia no fue un obstáculo para estar con P.; su falta de interés o disponibilidad, sí. Mi conexión con él era tan fuerte que me disponía a superar mis miedos y limitaciones para estar juntos. En mi última carta, le mencioné que quería explorar el mundo exterior con él. Sabía que no estaría listo para tener una relación conmigo, pero aun así, estaba dispuesta a amarlo y a estar ahí, incluso si sufría. De más está resaltar la pasión, el amor y la dedicación que le expresaba.
Los recuerdos de nuestros momentos felices me provocan una sensación de pérdida y angustia, porque sé que no los reviviré. P. fue muy valioso para mí. A su vez, me aferro a ellos para evitar la ansiedad y el temor que me genera la idea de volver a salir sola después de tanto tiempo. Mi experiencia de salir sola fue muy limitada y, en gran parte, está ligada a los encuentros con P.

martes, marzo 04, 2025

¿Qué se puede esperar de un burro, más que una patada? 
P. volvió a distanciarse de mí. Quizá porque no respeté su decisión de alejarse en primer lugar, o quizá porque eligió, una vez más, la evasión: de sus emociones hacia mí, de la responsabilidad por sus actos y de la confrontación conmigo. Este mecanismo defensivo tan característico suyo limita su capacidad de madurar, aprender y resolver conflictos de manera saludable.
Sin ir más lejos, ayer volvió a hacer comentarios agresivos en línea. Esta vez, contra un hombre. Parece disfrutar de provocar y ofender. Es cruel, despectivo y ofensivo. No siente empatía ni respeta a los demás. Sus palabras transpiran burla y menosprecio.
Estos días perdí la cabeza. El mensaje a R. fue la punta del iceberg. Su falta de respuesta sobre el estado emocional de P. me llevó a perder la dignidad y a regresar, amorosamente, a los brazos de un hombre problemático que no respondería de la misma manera.
En realidad, caí en picada desde mi última sesión psicoanalítica. Mi angustia, visible, me reconectó con mis sentimientos contradictorios hacia P. Quizá en un intento de evadir mi propio vacío emocional. Los días de lluvia, mi ciclo menstrual, las horas espejo... no importa. Lo cierto es que comencé a sentirme fatal.
No entendía por qué, después de seis semanas, sentía un deseo real de conectarme con P. Un deseo imposible de satisfacer, como mi agorafobia imposible de curar. Apareció más como una necesidad. ¿El resultado? Tocar fondo. Sentirme ignorada por R. y luego rechazada por P. ¿Qué le hace otra mancha más al tigre?
Cometiendo un error, o dos, quise saber cómo estaba el hombre al que, hace dos meses, dije amar. Quise decirle, brevemente, lo que sentía. Aun sabiendo que era obvio que no me escucharía. Ya me anticipaba a su huida; la única pregunta era por qué tardó tantas horas a mi parecer.
No me sorprende estar en la misma situación, volver a sufrir por alguien como P. Recaí en horas angustiosas, pensamientos obsesivos, conjeturas... Demasiada actividad mental que me deja en la superficie, impidiéndome afrontar dolores más profundos.

lunes, marzo 03, 2025

Es lunes. Han pasado seis semanas desde la última vez que hablé con P.
Le escribí un mensaje hace dieciocho horas. Supongo que aún no habrá visto mi solicitud. La incertidumbre y la falta de control sobre cuándo me leerá me hacen llorar. Empiezo a sentirme intranquila.
Horas antes de escribirle, eliminé mi conversación con R. Finalmente acepté que no respondería mi pregunta. Al menos, no directamente. Creí que ya no tenían contacto, pero pasaron la madrugada juntos jugando videojuegos. Una imagen: P. de espaldas.
Temo que P. no encuentre mi mensaje, que no lo lea jamás.
Me asalta la angustia de este amor que no se apaga.
Quizá soy un papel en el fondo de un cajón.
Quizá soy olvido.
Quizá nada.
Quizá el brillo de las lágrimas en mis dedos.
Es lunes, tres de marzo. Llovizna, y las gotas caen directo a mi ventana. Aves que no se dirigen hacia ningún lado. 
La ausencia de P. me estruja fuerte.
O son doce horas de vacío apuñalándome.
¿Y qué puedo hacer? Nada.
Hundirme en los recuerdos.
¿Por qué mis ojos desbordan espinas?
¿Por qué este lunes duele especialmente?
¿Y si él nunca se entera de lo que quiero decirle?
¿Y si recibe mi mensaje?
¿Y si me ignora? 
¿Si desaparece?
¿Si contesta?
¿Si vuelvo a escuchar su voz?
¿Si dice que me recuerda?
¿Si me olvidó?
¿Si me sepulta?
¿Seré tan insignificante?
Me derrumbo.

sábado, marzo 01, 2025

Ayer le escribí a un viejo conocido de P.
Sentí algo parecido a un llamado mágico: mi útero expulsando sangre, la lluvia, las horas espejo, la idea fija de que P. me necesitaba. Como aquella vez en que le escribí una carta de amor y otras señales vinieron a mí: el menstruo, una lagartija, las horas espejo, la necesidad de expresar eso, en ese momento.
P. me llamó a las once de la mañana a través de la idea de contactarme con R. No lo hice impulsivamente; lo medité durante cinco horas. ¡Cinco horas! Lo primero que recordé fue uno de los últimos pedidos de P.: me había dicho que no intentara acercarme a R. ni a su hermana. Ese límite me hacía retroceder ante cualquier pensamiento fugaz de enviar un mensaje.
El pedido de P., sus malos tratos, su insulto, sus últimas palabras antes de alejarse, el alejamiento mismo... Cada uno de esos momentos de dolor aparecía como un obstáculo ante mi insistente deseo de escribir. Mis sentimientos eran contradictorios. ¿Cómo podía sentir afecto, extrañarlo, pensar en él de esa manera, después de todo lo que sucedió entre nosotros? ¡No! ¡Ni loca haría algo para acercarme a él! ¡Imposible!
Pero el llamado seguía golpeando mi puerta. P. volvía a mí disfrazado de bombero, jugando a la pelota, mirando televisión. P. era un niño que necesitaba amor. Necesitaba que alguien le preguntara cómo estaba. Necesitaba mi mensaje. 
Tiempo silencioso, papeles escritos de puño y letra, auto-diálogo: procesar una y otra vez lo que pasó entre nosotros, reflexionar sobre lo que sentía, imaginar todos los escenarios posibles una vez que enviara el mensaje. Tiempo pasado, presente y futuro enredándose en mi mente.
P. me pidió que no intentara contactarlo a través de R. o su hermana. P. hizo esto, dijo aquello, reaccionó así... Estaba claro que no debía enviar el mensaje. No debía pensar en él, ni sentir nada afectuoso, ni preocuparme por su bienestar. No debía retroceder.
Pero había pasado más de un mes. Solo quería saber cómo estaba. Me sentía llamada a hacerlo, en ese momento, por alguna razón. ¿Debía ser racional o dejarme llevar por mis emociones e intuición? ¿No era, acaso, un mensaje amable? P. sabría que fui yo quien preguntó. Quizás lo tomara bien.
¿Y si me escribía enojado (con razón) por hacer algo que me pidió expresamente que no hiciera? ¿Y si me trataba mal? Todos los escenarios eran oscuros y, de cualquier forma, no estaba haciendo "lo correcto" al dirigirme a R.
Después de cinco horas de estos y otros miles de pensamientos, llegué a la conclusión de que solo estaba siguiendo el camino que marcaba mi corazón. Mi deseo de saber cómo estaba P. era genuino, aunque su respuesta pudiera ser falsa. Pero, al final, él recibiría el verdadero mensaje oculto: Estoy pensándote. Soy yo quien pregunta.
No encontraba la forma adecuada de preguntarle a R. sobre P., y eso me desesperaba. Reformulé el mensaje varias veces. Solo quería saber cómo estaba. ¿Era el momento indicado? ¿Estaría trabajando? ¿Estaría con su hijo? Esperaba que estuviera solo, que leyera el mensaje de noche, que no se enojara conmigo.
Mensaje enviado.
Pasaron dos horas y R. no lo leyó. Me sentía muy nerviosa. Temía que P. me escribiera para recriminarme lo que hice. ¿Cometí un error? ¿Cómo pude hacer esto? Pero... era un mensaje cordial.
¿Y si R. simplemente estaba ocupado y no podía leerlo? P. no publicaba nada desde hacía días. ¿Y si R. ignoró mi mensaje? ¿Y si P. le pidió que me ignorara?
Es mejor que descanse.
Son las cinco de la mañana. Pasé doce horas sin comer y otras doce desde que escribí a R. No leyó el mensaje. No quiso leerlo. No lo sé. 
¿Me equivoqué? ¿O R. simplemente no quiere involucrarse? No puedo culparlo por eso. Otro día más sin saber nada de P. Y lo extraño. 
Lloré algunas veces. Pensé demasiado en él y en esta situación. Escribí mucho. Recordé una reunión entre P. y R. P. contaba que un día perdió cuarenta minutos con S. y su hijo porque necesitaba volver a casa para verificar el garaje. ¿Cómo puedo ser consciente justo ahora de su evitación de la intimidad? 
Ya pasaron veinticuatro horas desde mi mensaje.