Ayer soñé que estaba en sesión psicoanalítica. Pero no era yo quien hablaba, sino P. y alguien más de su círculo íntimo, probablemente su hermana. No paraban de hablar, y yo no lograba meter bocado en la conversación. La llamada se cortó antes de que yo pudiera pronunciar siquiera una palabra.
Un sueño regresivo a mi adolescencia, otro estrechamente vinculado a la emigración, otro fóbico. Uno más: un adolescente sujetando del cuello a su novia. Yo lo increpaba, pidiéndole que no hiciera aquello porque ella no lo merecía. Él se justificaba, diciendo que era una broma consensuada.
Un llanto efímero por la noche, apenas unas pocas lágrimas que retiré con mis manos antes de ir a dormir. En mi mente, la imagen de mí misma besando a P. en la cara.
Quince horas sin comer ni beber una sola gota de agua. Empiezo a sentir que me cuesta respirar.
Es lunes, otra vez.