El broche de oro de A. en nuestra sesión psicoanalítica de ayer fue: "Los sentimientos son como una sopa de abuela. De esas abuelas antiguas... De pronto había algún ingrediente que no te gustaba y lo tragabas igual." Parece que esta vez me conecté, subconscientemente, con los ideales y valores de P., así como con mis sentimientos románticos y de admiración hacia él.
Mañana se cumplirán dos meses desde la última vez que hablamos. Ahora son las tres de la mañana. Desperté con una ligera puntada de dolor en el corazón, doblándome a causa del hambre. A. diría que no debería preocuparme tanto por esto.
En la madrugada de ayer, tuve un sueño implícitamente relacionado con P. Su banda había hecho un comunicado. Estaban E. y R.; este último era el que más se quejaba del comportamiento del público en un recital pasado. Estaban detrás de un vidrio parcheado. Yo, distante, ni siquiera estaba donde podría haber estado.
Quizá R. reflejaba mis propios sentimientos de frustración o insatisfacción con P., o mejor dicho, con la forma en que me trató. De nuevo yo, observando mis emociones desde fuera.
Antes de dormir, experimenté una gran cantidad de estrés y ansiedad. Mis sentimientos de frustración, inseguridad, tristeza y, por qué no, abandono, pudieron haber influido en el contenido de mi sueño. A. diría que todos llevamos dentro un "enano fascista". En mi caso, gritaba que sería incapaz de atravesar momentos desafiantes.
Emociones que toca digerir, como una cucharada de una mezcla espantosa de sopa de abuela.
Días abúlicos, perdidos como Hansel y Gretel, mi cuento de hadas favorito.