¿Qué se puede esperar de un burro, más que una patada?
P. volvió a distanciarse de mí. Quizá porque no respeté su decisión de alejarse en primer lugar, o quizá porque eligió, una vez más, la evasión: de sus emociones hacia mí, de la responsabilidad por sus actos y de la confrontación conmigo. Este mecanismo defensivo tan característico suyo limita su capacidad de madurar, aprender y resolver conflictos de manera saludable.Sin ir más lejos, ayer volvió a hacer comentarios agresivos en línea. Esta vez, contra un hombre. Parece disfrutar de provocar y ofender. Es cruel, despectivo y ofensivo. No siente empatía ni respeta a los demás. Sus palabras transpiran burla y menosprecio.
Estos días perdí la cabeza. El mensaje a R. fue la punta del iceberg. Su falta de respuesta sobre el estado emocional de P. me llevó a perder la dignidad y a regresar, amorosamente, a los brazos de un hombre problemático que no respondería de la misma manera.
En realidad, caí en picada desde mi última sesión psicoanalítica. Mi angustia, visible, me reconectó con mis sentimientos contradictorios hacia P. Quizá en un intento de evadir mi propio vacío emocional. Los días de lluvia, mi ciclo menstrual, las horas espejo... no importa. Lo cierto es que comencé a sentirme fatal.
No entendía por qué, después de seis semanas, sentía un deseo real de conectarme con P. Un deseo imposible de satisfacer, como mi agorafobia imposible de curar. Apareció más como una necesidad. ¿El resultado? Tocar fondo. Sentirme ignorada por R. y luego rechazada por P. ¿Qué le hace otra mancha más al tigre?
Cometiendo un error, o dos, quise saber cómo estaba el hombre al que, hace dos meses, dije amar. Quise decirle, brevemente, lo que sentía. Aun sabiendo que era obvio que no me escucharía. Ya me anticipaba a su huida; la única pregunta era por qué tardó tantas horas a mi parecer.
No me sorprende estar en la misma situación, volver a sufrir por alguien como P. Recaí en horas angustiosas, pensamientos obsesivos, conjeturas... Demasiada actividad mental que me deja en la superficie, impidiéndome afrontar dolores más profundos.