miércoles, marzo 05, 2025

Actividad mental que se traslada al mundo onírico. Ayuno de quince horas. Despertar un miércoles soleado y caluroso tras días nublados y lluviosos.
Es mediodía. Sacié mi hambre. El ojo en la mirilla de la puerta. Me doblo en mitad de la digestión, como si me ahogara entre lágrimas. 
Me recuerdo vestida y perfumada, dirigiéndome hacia la puerta con la llave en mano tras recibir un mensaje de P. Nerviosa, apurada, ansiosa por verlo. Ni rastro de fobia, más bien una intensa motivación por acudir a su encuentro.
Yo, con un cuaderno en la mano. Yo, viendo a P. esperándome. Yo, abrazándolo en nuestro reencuentro después de tres meses. Horas en su auto, riéndonos, hablando, acariciándonos, mirándonos. Momentos tiernos, eróticos, graciosos. Momentos con P. que nunca volveré a vivir. (Esto me parte el corazón).
La idea de salir de casa me recuerda a mi irregularidad menstrual, al temor de P. ¿Y si recuerdo todo esto de camino al trabajo? ¿Y si nos recuerdo juntos y me angustio en la calle?
A nuestros momentos íntimos le seguían días, incluso semanas, de discusiones. Sufría por sus huidas. Me lastimaba que me ignorara, me evitara, me rechazara. Se convertía en otro hombre cuando se alejaba de mí: increíblemente frío y distante. Nunca comprendí esos cambios. Imposible satisfacer mi deseo de unión.
Quizá mi fobia aumentó mi dependencia emocional, porque con él era con quien me sentía más cómoda. Me volvía vulnerable a sus acciones. Ignoraba los aspectos negativos de nuestro vínculo. Hoy, esos recuerdos contribuyen a mi ansiedad y angustia, atrapándome en el pasado e impidiéndome avanzar. Mi fobia no fue un obstáculo para estar con P.; su falta de interés o disponibilidad, sí. Mi conexión con él era tan fuerte que me disponía a superar mis miedos y limitaciones para estar juntos. En mi última carta, le mencioné que quería explorar el mundo exterior con él. Sabía que no estaría listo para tener una relación conmigo, pero aun así, estaba dispuesta a amarlo y a estar ahí, incluso si sufría. De más está resaltar la pasión, el amor y la dedicación que le expresaba.
Los recuerdos de nuestros momentos felices me provocan una sensación de pérdida y angustia, porque sé que no los reviviré. P. fue muy valioso para mí. A su vez, me aferro a ellos para evitar la ansiedad y el temor que me genera la idea de volver a salir sola después de tanto tiempo. Mi experiencia de salir sola fue muy limitada y, en gran parte, está ligada a los encuentros con P.