domingo, marzo 09, 2025

La autoestima de P. es frágil, pero mi tendencia a volver a alguien que me dañó emocionalmente es autodestructiva.
Soñé que tenía un hijo, y P. era el padre. Mi hijo era hermoso, y yo, más dulce de lo que suelo ser. P. estaba insoportable tras sesenta días de atraso y un test que, falsamente, había dado negativo. Pero su resentimiento no me importaba; hacía oídos sordos. Estaba fascinada con mi bebé en brazos. Un bebé precioso, tranquilo, callado, saludable. Apenas se movía porque estaba medio dormido. Me fundí en la experiencia de un momento suave, tierno, puro, donde solo importábamos mi bebé y yo.
También fui adolescente en mi sueño y discutí con una compañera de colegio mientras estábamos bajo el mar. Probablemente simbolizaba conflictos internos, identitarios, pasados. La conexión con el bebé de mi sueño no era sobre él, sino sobre mí misma, vista desde otra perspectiva: más profunda y amorosa. Finalmente acepto que nunca pude tener una verdadera intimidad emocional con P., y ahora intento encontrar un espacio de autoconocimiento y amor propio. Mi necesidad de sentirme viva y conectada ya no gira en torno a él.
En el proceso de dejar atrás la toxicidad de P., me descubro cuidándome a mí misma, como al bebé de mi sueño. Mis críticas constantes y las diferencias que tuve con P. se han transformado en autoanálisis y momentos de felicidad e independencia. Mi foco vuelve a ser mi bienestar mental y emocional, mi propio camino hacia la sanación. 
Estoy viva después de una semana para el olvido.