miércoles, marzo 06, 2024

He pasado veinte horas absteniéndome totalmente de la comida, refugiándome en la tiniebla, abandonándome a la sensación de vacío. He tenido una conversación lujuriosa con P., deleitándome con sus palabras procaces e impúdicas. Mi corazón latía con fuerza, haciéndome sentir viva, y fue en ese momento que un recuerdo vino a mí. Hace diez años, en una clase de teatro, tuve que fingir mi muerte. Me encontraba en un espacio cerrado pero inmenso, rodeada de estudiantes de catorce y quince años, patidifusos al recibir la consigna. Todos nos desvanecíamos en el suelo, pero la sensación de vergüenza no me terminaba de conectar con el dolor que se suponía debiera experimentar en ese momento. No me vi afectada ni conmovida, fallecí impasible, cayendo delicadamente con mi mano derecha sobre mi pecho. Me apagué, como cada noche hundida en la comodidad de la cama.