miércoles, marzo 27, 2024

Sueño con mil caras, todas son de P. Nos hemos reencontrado en el día de ayer. Su presencia volvía a vislumbrarse a la vuelta de la esquina. "Te extrañé", pronunciaron sus labios. Me tocaron sus manos, me abrazaron sus brazos, me besó su boca de cristal como si no lo hiciera hace tres meses. Mis facciones petrificadas, un desborde producto de su mirada dulce y profunda.
Mi respiración se agita, mi lengua ya sueña con recorrer su cavidad oral nuevamente. Puedo sentir la suavidad de las yemas de sus dedos girando sobre mi sexo húmedo, mientras su dureza indica cuánto me desea. Interrumpidos siempre, tan solo estamos afectuosos en público. Huimos en busca de otro espacio. 
Aquí se concreta mi fantasía. Su sexo en mi boca, en mis labios, en mi mejilla. Sus ojos clavados en mí, envueltos de placer. Olvido mi inocencia, la escondo. Aquí y ahora soy una mujer fervorosa, no existe más que mi libido rozando el mismísimo cielo. Por un instante, una unión genital que me complace al mismo tiempo que duele. 
Unión genital que se frustra por la presencia cercana de un hombre. Hemos de escapar y volver a la vuelta de la esquina. Nunca hemos deseado tanto fundirnos el uno en el otro. P. ya no habla de querer, habla de necesitar entrar en mi cuerpo. Nos hemos convertido en dos exhibicionistas tan pronto que ni tiempo he tenido de pensar en mis actos. Una sustancia suya está adherida a mí.
Tres horas nuestras que terminan con su rostro satisfecho y agotado. Una hoja garabateada, letras y dibujos suyos y míos. P. hace un comentario psicoanalítico: de un lado, nuestros traumas, su tronco del árbol herido, mis rayones paternos. Del otro, el amor, corazones por doquier. Sus cuerdas vocales dicen relación sexo-afectiva, mi mente quiere atreverse a indagar. "Te quiero", pienso. Pienso pero no lo digo en voz alta.