— No sé qué hacer
— Nadie puede salvarme
En mi mente, Paul McCartney comienza a entonar "The Long And Winding Road", mientras mis ojos llorosos se clavan en el ventanal y mi cuerpo queda paralizado. Al regresar a la cama, el silencio de la madrugada me permitía prestarle atención a los golpes de mi corazón contra la pared de mi pecho herido. Eran latidos imperecederos, inacabables y acelerados. Me sentía afligida al imaginar a mi corazón bombeando sangre, tanto que lo imaginaba fuera de mí, como si pudiera verlo contraerse en una superficie plana, como si no me perteneciera, como si me extrañara sentirme parte de esta vida (quedarme-apagarme-fenecer).
Al despertar por tercera y última vez, tuve la sensación de que estaba enloqueciendo. En mi ensueño, descubría que P. mantenía una relación con dos mujeres. Una de ellas era madre de un bebé de poco más de dos meses de vida, y yo me preguntaba si sería hijo de P. Le escribía "Perdón, mi amor" y él me enviaba una prueba de su tiesura. Perdón, mi amor, por amarte inmensamente. Perdón por anhelarte como si no existieran otros hombres. Perdón por dejar de corresponder a tu apetito y a tu tibio querer. Perdón por no poder tolerar tu habitual contacto con otras mujeres. Perdón por darte el poder de lastimarme.