16 de diciembre de 2023
Primera salida al exterior después de meses, sin un solo síntoma de ansiedad. A la vuelta de la esquina, la presencia de P. se dibuja como una figura posible y alcanzable. Nuestro encuentro gira en los recovecos de mi mente, detallando una fantasía finalmente cumplida. Me enfrento a su mirada profunda, repleta de ternura, deseo y alegría. Mi beso en su mejilla es seguido por unos brazos fuertes que me estrechan contra él. Se crea una quietud, una profunda tensión que nos lleva a debatir quién será el primero en avanzar.
Detenida en su rostro como una suma de partes bellas y significativas, parece la venida de un ángel lujurioso que reclama caricias, como si fuera un niño desprotegido, perverso polimorfo. Sus labios tocan los míos con una suavidad indescriptible, apasionante, como si pudiera sumergirme en las profundidades de una cavidad de piel lubricada, membrana mucosa, danzando lentamente junto a su lengua. Aprecio cada uno de sus detalles, como si se tratara de una escultura pesada que pudiera desmoronarse con un toque mágico.
Lo indecente, lo impuro, lo más sexual y primitivo emerge como algo necesario, dos fuerzas contenidas que pronto se liberan. Es él, es P., quien ahora me anhela. Se produce una unión casi genital, desesperada. Yo, sobre sus piernas, acariciando su pelo, su cuello, su brazo. Yo, sintiendo sus manos. Yo, perdida en su mirada. Yo, riéndome infantilmente, escuchando su tono de voz tan calmado, su risa leve. Me aferro por un instante a su cercanía, a su pureza, a su seducción, al sabor de su piel, tan dulce como un copo de azúcar.
27 de marzo de 2024
Sueño con mil caras, todas son de P. Nos hemos reencontrado en el día de ayer. Su presencia volvía a vislumbrarse a la vuelta de la esquina. "Te extrañé", pronunciaron sus labios. Me tocaron sus manos, me abrazaron sus brazos, me besó su boca de cristal como si no lo hiciera hace tres meses. Mis facciones petrificadas, un desborde producto de su mirada dulce y profunda.
Mi respiración se agita, mi lengua ya sueña con recorrer su cavidad oral nuevamente. Puedo sentir la suavidad de las yemas de sus dedos girando sobre mi sexo húmedo, mientras su dureza indica cuánto me desea. Interrumpidos siempre, tan solo estamos afectuosos en público. Huimos en busca de otro espacio.
Aquí se concreta mi fantasía. Su sexo en mi boca, en mis labios, en mi mejilla. Sus ojos clavados en mí, envueltos de placer. Olvido mi inocencia, la escondo. Aquí y ahora soy una mujer fervorosa, no existe más que mi libido rozando el mismísimo cielo. Por un instante, una unión genital que me complace al mismo tiempo que duele.
Unión genital que se frustra por la presencia cercana de un hombre. Hemos de escapar y volver a la vuelta de la esquina. Nunca hemos deseado tanto fundirnos el uno en el otro. P. ya no habla de querer, habla de necesitar entrar en mi cuerpo. Nos hemos convertido en dos exhibicionistas tan pronto que ni tiempo he tenido de pensar en mis actos. Una sustancia suya está adherida a mí.
Tres horas nuestras que terminan con su rostro satisfecho y agotado. Una hoja garabateada, letras y dibujos suyos y míos. P. hace un comentario psicoanalítico: de un lado, nuestros traumas, su tronco del árbol herido, mis rayones paternos. Del otro, el amor, corazones por doquier. Sus cuerdas vocales dicen relación sexo-afectiva, mi mente quiere atreverse a indagar. "Te quiero", pienso. Pienso pero no lo digo en voz alta.
9 de abril de 2024
Finalmente, luego de dos semanas, me encontré con P. Él me esperaba en la esquina de mi casa, tan bello y sonriente como la última vez. Su belleza me deja atontada, me saca las palabras de la boca torpemente. Lo veo sonreír, lo siento acariciar mi sexo dulcemente. El placer se apodera de mí, es tan suave. Nos besamos una y otra vez. Nos miramos, sin mediar palabra. Una proposición: cambiar de locación.
Nos encontramos en la parte trasera de su auto. P. empieza a penetrarme, nos escucho gemir. Caen gotas de sudor desde su frente, su rostro da cuenta del calor. Por instantes me mira o me besa. Me pregunta si siento dolor, se asegura de que esté lo más cómoda posible. Le respondo que siga, que todo está bien. Eyacula, como de costumbre, y llega el fin del acto sexual. Me habla, se ríe, lo beso, y después de algún tiempo, acaricio su pierna. Él siente mi humedad, yo su sexo en mi boca. No tardamos en ser descubiertos.
30 de mayo de 2024
Hace quince días tuve sexo con P. Nos desnudamos con ternura y nos entregamos apasionadamente. Creí que me golpearía con su mirada animal, con su impulso casi instintivo. De pronto se volvió lingüísticamente tierno, táctilmente suave. Su rostro adormecido permanece en mi memoria, su cuerpo desnudo bajo el agua y tras un cristal. Su figura era fascinante: sus piernas y sus pies delicados, su torso varonil, su cuello y sus hombros receptores de mis besos al igual que sus brazos; su dedo índice derecho succionado sutilmente por mi boca.
10 de junio de 2024
En el día de hoy he vuelto a ver a P. Esta vez nos besamos suave y dulcemente. Al parecer, llamamos la atención de unos niños que gritaron: "¡Que viva el amor!". Esto me genera una enorme ternura, como el tono de voz de P. al hablarme mientras me abrazaba con fuerza.
La mayor parte de las cuatro horas que compartimos juntos, conversamos. Nos fundimos en los labios y los brazos del otro, queriéndonos.
29 de julio de 2024
Un abrazo en medio de la calle. El hombre más hermoso del mundo me mira, me sonríe, me besa, me habla, me acaricia. Mis labios en su sexo, sus dedos en el mío; sigo extasiada. Él sabe cuánto me excita, cuán fácil caigo en las garras de su seducción.
A. recordaba que lo primero que hice al llegar a Buenos Aires fue verlo. Cinco meses después, seguimos abrazándonos como aquel día. Quizá lloro porque lo quiero verdaderamente. Es tan lindo que me emociona. El tiempo corre y, a pesar de todo, volvemos una y otra vez a los brazos del otro. Esta fue la sexta, ojalá sean muchas más. No existe ningún otro hombre que pueda hacerme sentir lo mismo que P. Deseo su ternura, su manera de ser, su inteligencia; todo él es sujeto de mi deseo.
22 de octubre de 2024
Recibí la visita de P., inesperadamente. Nuestro encuentro, exhibicionista y sensual, me hace sonreír. Hoy estuve excesivamente risueña y excitada. Me agito de solo recordar los besos de P., recorriendo su caverna carnosa y lubricada. Su mirada y su sonrisa me hacen suspirar, preguntándome si soy digna de su deseo. Allí estábamos, como siempre, en su auto. P., indómito, masturbaba mi sexo húmedo, a plena luz del día. Succionaba mi pezón. Introducía sus dedos mojados en mi boca. Tocaba mi cuerpo como si no existieran otros, como si fuera el mío el único despertador de su apetito. Fui suya, como hace casi tres meses. Ambos anhelábamos practicarnos sexo oral mutuamente; él penetrarme, y yo ser penetrada por él. Aquella fue una hora inolvidable, colmada de goce. Nunca en mi vida había sentido algo así. Ahora, débil, no encuentro ninguna manera de explicar tanto deleite. Todos mis intentos resultarán fallidos... He de decir que lo ocurrido hoy me dejó sin palabras.