miércoles, enero 29, 2025

Oigo dos voces masculinas hablando a la distancia. Una de ellas cree que estoy enojada, proyectando su propio enojo. Esta voz se siente profundamente sola y supone que una palabra mía o un rato compartido conmigo podrá sanar su temor a la soledad y, quién sabe, quizá también a la muerte. ¡Ah, si tan solo yo fuera tan dadivosa! ¿Cómo puede ser que le "niegue" mi presencia a esta voz que tanto, tanto la necesita? Se pregunta qué puede hacer, cómo puede vencer la imposibilidad, de qué manera y con la ayuda de quién podrá lograrlo. Es resistente, como un árbol enraizado cuyas ramas se extienden hacia lo alto del cielo. Proviene de un mago que no tiene magia. Me pregunto por qué la soledad y la muerte lo atemorizan tanto, por qué siente ese pánico ante el encuentro consigo mismo y lo lleva a perseguir lo inviable como si se tratara de una pócima mágica. ¿Cuándo dejará de esperar esa palabra, ese gesto, ese no sé qué? ¿Cuántas veces más se aferrará a la ilusión? Por suerte, a mí ya me la arrebató P.
La segunda voz se acopla a la primera, casi inaudible. Teoriza, lleva la cuenta de mis años silenciosos, pero, a diferencia de la primera, acepta que hizo lo que pudo. Piensa, dice lo que piensa, pero no se desespera por volver realizable lo irrealizable, no necesita calmar su soledad. No se opone obstinadamente a lo imposible. La segunda voz puede vivir, y de hecho vive, a pesar del silencio. 
A fin de cuentas, opino que todos buscamos llenar un vacío. Y la partida de P. me enseñó que el vacío es imposible de colmar con una relación, con una cosa, con un proyecto. El vacío volverá cuando esa persona se vaya, cuando esa cosa se rompa, cuando ese proyecto termine. Se puede buscar la unión, se puede anhelar algo concreto, se puede iniciar un proyecto; y eso es, sencillamente, vivir. Pero el vacío no podrá ser llenado por una causa externa. Inteligente sería afrontarlo, soportar el silencio, saber que el fin es inevitable y está a la vuelta de la esquina.
Y no hablo de la primera voz, ni de la segunda, ni de P., ni de alguien en particular, ni siquiera de mí. Hablo de la vida y de la muerte. Del amor, del dolor, de la felicidad. De los placeres inmediatos y momentáneos. De la búsqueda de la completitud, de la perfección absoluta. Y escribo tanto que, al final, no digo nada, porque tampoco es posible decir algo y al mismo tiempo decirlo todo. Si hay algo posible, y también inevitable, es el encuentro unipersonal. Encontrar una palabra propia, una compañía que será siempre la mejor. Una persona que estará ahí desde el inicio hasta el fin del día, en las amarguras y en las satisfacciones. En la angustia insoportable intrínseca al vivir, en los más profundos temores de pérdida y destrucción. 
La infelicidad, entonces, radica en la postergación del más importante encuentro. Seremos más infelices cuanto más alejados estemos de nuestro centro. 
Nada que no se haya escrito ya.

martes, enero 28, 2025

A. me preguntó si tengo citas o si paso el día llorando. "Tengo dudas", me confesó. Quise huir de su interrogatorio, pero insistió en que estaba intentando tener una conversación seria conmigo, que no la arruinara. Supuso que conocer gente, sin compromiso, me ayudaría a liberarme. Me dio una idea: seducir a alguien, sin que esa persona me atraiga, para ver si eso me ayudaba a superar a P.
A. se me insinuó y me llamó "mi princesa". ¿Creía que me estaba haciendo un favor? Soy inocente, eso es todo.
03:00 a.m.: Sangro. ¿Por qué P. no me preguntó qué sentía ante la posibilidad de haberme dejado encinta? ¿Por qué había decidido por mí que no tendría un bebé? ¿Y si ahora estuviera desvelada alimentando o cambiando a ese bebé? Sola, por supuesto.

Mi psicoanalista me felicitó por la hermosa sesión que compartimos hoy. Me dijo que vamos bien. Le mostré dos dibujos que hice el fin de semana, aunque le aclaré, de antemano, que ni siquiera dibujo monigotes.
De mi primera representación, resaltó las palabras que incluí. Por un lado, P.: su figura humana completa, rodeado de corazones, una cara sonriente gigante a su lado y un nudo considerable en su pecho. Por otro lado, yo, a un costado: solo mi rostro, tras las rejas. Mi mirada desorbitada, una línea curva que parece mi boca llorosa, seis lágrimas rodando por mis mejillas. Catorce lágrimas a mi alrededor, un corazón partido, una cara triste, un ojo, una pierna, un brazo, una mano y un dedo.
¡Ah, sí, las palabras! Las palabras: deseada, mirada, querida, feliz, segura, tranquila, cercana, íntima, atraída, abrazada, contenida, besada, tocada, fusionada. Y también otras palabras: abandonada, ignorada, rechazada, maltratada, desvalorizada, enojada, despreciada, herida, triste, desilusionada, frustrada, insegura, desconectada, incomprendida, descuidada, inestable, insatisfecha, silenciada, insignificante.
Yo, encarcelada y desintegrada. Ya me había adelantado a las hipótesis de A., pues tengo conocimientos al respecto, pero... ¿acaso no era una obviedad? 
Es la primera vez que A. ve un dibujo hecho por mí. Ni siquiera tuvo que pedírmelo; sentí la necesidad de representar lo que pensaba y sentía, y de compartírselo. Además, hice otro dibujo, que abarca toda mi realidad, para considerarla a pesar de mi dolor. Trabajamos a partir de ambos. De nuevo, yo, alguien que no dibuja en absoluto. La última vez que dibujé fue hace casi un año, en el proyecto C. que hice para P. No sé, esto fue algo que me nació. Creo que se me da bastante bien; estoy orgullosa de ambas producciones. Mi dibujo libre es bellísimo y muy colorido. Parece que no tiene conexión alguna con la figura encarcelada y desintegrada, pero lo increíble es que la tiene. También se trata de mí.
Fin: una sonrisa de oreja a oreja, compartida con mi psicoanalista. Compartí recuerdos familiares felices y conversé acerca de un sueño mío. A comparación de la semana pasada, siento que soy otra persona. Solo soy yo misma: mi figura humana completa, mi rostro feliz. 
P. está en el margen de la hoja, en la esquina superior derecha. P. está, contra todo pronóstico, en una esquina que puedo quebrar con los dedos. En una esquina. P. está en una esquina, y sin embargo no está en esa esquina. Está enterrado vivo, y saca sus dedos podridos de la tierra sucia y negra para acariciar mi rostro limpio y blanco. Está ahí, pidiéndome que no lo olvide, que lo visite con flores en las manos. 
P. está muerto. P. se suicidó. P. chocó contra un poste de luz, y lo mató el calor que emanaba del motor de su auto, su cuerpo asfixiado. Su frente sangra, su cara irreconocible. P. ya no es aquel P. 
P. es un viento suave, una estela, una nube de polvo en el cielo. No es nadie. Dios ha muerto. Y sin embargo, existe. Su existencia se justifica por el solo hecho de ser nombrado, de ser pensado, de ser amado.

sábado, enero 25, 2025

Desperté a las tres de la mañana, luego a las cuatro cuarenta y cinco, después a las seis cuarenta y cinco, y finalmente a las ocho. Abría los ojos como si un estruendo enorme me hubiera sobresaltado. El pánico me invadía de golpe, y comenzaba a dar vueltas, intranquila.
El insomnio crónico ya me desvelaba por las noches, aunque ahora en mayor medida. Ayer fue una copia exacta del día anterior: momentos de angustia entremezclados con intentos de distracción y autocuidado. Sin embargo, descubrí que el palpitar insoportable en mi rostro aparece cada vez que pienso en P., y esa sola idea me puso aún más nerviosa.
Es sábado, o tal vez lunes. El sol brilla. Estoy llorando frente al espejo por tercera vez en lo que va del día. Mientras tanto, R. conversa por teléfono con su peor es nada, y yo revivo la ausencia de P. Revivo su maltrato, su desprecio, su abandono.
Lo que más me duele es pensar que P. nunca se disculpe. Quería tener una conversación amable con él, incluso darle un regalo, pero decidió que la mejor manera de terminar lo nuestro era hiriéndome. ¿Estoy esperando lo imposible? ¿Espero su regreso?
Mi corazón no se resiste, sigue abierto al perdón. Mi corazón anhela una sola oportunidad de cierre para poder seguir su camino en paz. Mi corazón no soporta este dolor, que me quema viva. Mi corazón ama incondicionalmente, y pide algo tan justo como necesario.
Fui torturada sin piedad, y aun así estoy dispuesta a perdonar.
Espero... y la espera es agónica.

viernes, enero 24, 2025

Han pasado cuatro días desde que P. me abandonó, y yo sigo con una extraña sensación: un palpitar suave en la columela nasal. Jamás había experimentado algo así.
Hoy encontré el último mensaje que le envié a N., aquel en el que le pedía una conversación breve. Leí algunas de mis palabras y, aunque hayan pasado tres años, siento que no aprendí nada. Decía yo:
Perder el miedo al abandono fue el primer paso para un verdadero cambio.
Nunca te quise tanto como ahora, ahora que no puedo hablar de nosotros.
No necesito que sea recíproco.
No necesito que hablemos constantemente.
No dejé de quererte, pero sí de idealizarte.
Te amaba desde el apego, desde la dependencia, desde el miedo. Y por sobre todo, desde la falta de amor propio.
No necesito de tu presencia para tenerte presente, valga la redundancia.
Tampoco me interesa controlarte.
Podés alejarte de mí, poner límites y esquivar el contacto.  
 
No perdí el miedo. No aprendí a amarme a mí misma. Otra vez, la misma piedra en el zapato. Las dificultades relacionales se repiten, una y otra vez. Me hago preguntas y no encuentro respuestas. Lloro. Recuerdo.
Y tengo miedo.
Miedo de que P. no vuelva.
Me recuesto en silencio, abrazando mi dolor, y lloro con todas mis fuerzas.
Son las tres de la mañana, y en el cielo observo una pintura al óleo: una media luna radiante cuya luz me encandila.
Me desvelo, solitaria y oscura. En mi memoria, Jeanette canta "Porque te vas", mientras una lágrima recorre mi mejilla derecha.
Un gesto amable, considerado. Una petición, ni excesiva ni desproporcionada: un momento. En su lugar, un trato lamentable, insensible, despiadado, egoísta.
Es lunes, y me hacen sentir insignificante, despreciada. Se me ignora, rechaza y abandona. Se me desvaloriza, y esto me enoja y me entristece profundamente.

jueves, enero 23, 2025

Otra mañana soleada. Es lunes por cuarta vez en la semana. Mi cara denota insomnio; mis ojos están claros y tristes, mi rostro pálido, mi boca en línea recta. Me peino con las manos y termino con un puñado de pelos entre los dedos. He pasado dos horas pensando en el pasado, dos horas que al final del día parecerán pocas. 
Como no podía ser de otra manera, quien apareció en mi mente apenas despertar fue P. Mi ruego sigue siendo el mismo, una única palabra desesperada: "Perdón". La esperanza de que volverá me hace sentir estúpida, como si esperara que una figura de cristal pronunciara una palabra. 
Una lágrima fría baja por el escote de mi vestido, recorriendo el torso de mi cuerpo en nado vertical. Cuanto más pasan los días, más siento que estoy soñando. Me estoy soñando sola, entre las paredes de mi habitación, con la mirada perdida en recuerdos que me producen nostalgia.
Otras personas cruzan mis pensamientos: N., M., T., B., M., L., J., A. Pero, sobre todo, analizo mi relación con N, probablemente el hombre que más quise. En mi memoria quedan palabras amorosas (mutuas) y tiempo: una colección de momentos finos y felices. 
Hasta ahora, siento que solo con N. el amor cobró un sentido especial y recíproco, y que solo de su mano viví experiencias únicas. A pesar de no haber tenido vínculo alguno antes de mí, N. había aprendido a amarme con mis luces y sombras. Apenas discutimos dos veces en años, y la tercera fue la vencida. Por lo demás, todo era perfecto. 
N. era bueno. Tenía una mirada inocente y una voz suave. Con N. podía reír, jugar, ver películas, salir. N. era, más que mi pareja, mi amigo. Nunca tuve un amigo como N., alguien que me quisiera por lo que soy. Ni la amistad ni el amor volvieron a tener algún sentido para mí después de separarme de N. Me pregunto por qué he sido incapaz de vincularme socialmente.
Me pregunto qué hay de malo en mí, o si estoy equivocándome en algo. Me pregunto por qué P. no quiso acercarse a mí, hacer el intento de conocerme, compartir un momento especial de risa y ternura conmigo. ¿Por qué me hizo pasar más tiempo sufriendo: ignorándome, rechazándome, abandonándome más de una vez?
¿Por qué fue incapaz de quererme tal cual soy? ¿Por qué se animaba a acercarse a mí momentáneamente, para luego retirarse? ¿Por qué me negó la alegría? ¿Por qué tengo más recuerdos infelices?
¿Por qué perdimos tantas oportunidades, tantas horas que podrían haber sido las más felices, las más amorosas? ¿Por qué estoy llorando y no tengo un par de manos que me acaricien, un par de labios que me besen, un conjunto de palabras cariñosas abrazando mi mirada?
¿Y por qué esto siempre fue así? ¿Y por qué tantas palabras crueles, tanto alejamiento? ¿Por qué tanto desprecio? ¿Por qué me trató así? ¿Por qué me hizo eso? ¿Por qué, si no me lo merecía?

miércoles, enero 22, 2025

Es miércoles, veintidós de enero. Han pasado exactamente tres meses desde la última vez que vi a P. Ya perdí la cuenta de las veces que lloré en este día tan triste, preguntándome por qué decidió lastimarme de la manera en que lo hizo. Me detengo en sus palabras crueles, y mi corazón se rompe en mil pedazos. ¿Por qué me miraba así? ¿Por qué me besaba tan delicadamente? ¿Y por qué me abandonó? ¿Por qué es tan malo, tan despiadado en sus actos?
Ah, soñaré que me abraza pidiéndome perdón, diciendo que me quiere, y que está profundamente arrepentido de haberme dañado. Ah, soñaré que reconoce su desprecio hacia mí, admitiendo que no era yo la culpable, sino que se equivocó y que ahora (¿cuándo?) no sabe cómo enmendarlo. Ah, yo estaré tan confundida, tan emocionada.
Creeré que será capaz de hacer algo magnífico, de dejar atrás viejos patrones de comportamiento... ¿pero cómo lo hará solo?
Ah, espero hace años, hace siglos. Espero que, por primera vez en su vida, sea considerado y respetuoso con mis sentimientos. Espero que sea inteligente y se comporte como un hombre que puede quererme bien. Espero que se dé cuenta de cuánto pierde al perderme. Espero que sepa hacerse cargo de sus errores, demostrándome que es un hombre afectivo, compasivo. Espero que se comporte como lo que es: un hombre grande.
Según A., el regreso de l'homme parfait está a la vuelta de la esquina. Dice que es cuestión de tiempo. A pesar de haber admitido que era yo quien salía a buscarlo después de que me abandonara, piensa que él también estaba involucrado, ya que participaba de nuestras idas y venidas. Si bien era yo quien lo buscaba, era él quien decidía regresar, manteniendo la relación de alguna manera. Pensaba que esta vez era algo definitivo, pero el comentario de A. me hizo dudar.
Nuestra sesión finalizó veinte minutos antes, dejándome A. con pensamientos que continúo procesando. Supongo que este corte abrupto fue una estrategia terapéutica de su parte, para ayudarme a reflexionar intensamente. En un primer momento, me sentí muy confundida.

Apuntes terapéuticos:
  • Me obsesiona volver alcanzable lo inalcanzable.
  • Me fascina lo imposible.
  • Permito que me maltraten, me critiquen y me culpen.
  • Permito que desvaloricen mi experiencia y habilidades profesionales; el otro está frustrado.
  • Permito que compitan conmigo; el otro se siente inferior y quiere demostrar que es mejor.
  • Me dejo controlar por inseguridades ajenas.
  • Respecto a mis logros, el otro es limitado, se percibe como fracasado y se siente inadecuado.
  • Permito el acercamiento como una manera de compensación.
  • Permito que el otro exprese su incomodidad al verme en una posición de autoridad y cuidado con niños.
  • Tolero comportamientos tóxicos por temor a ser abandonada.
  • Soy una adicta emocional.
  • Confundo sacrificio con amor, sin permitirme recibir el mismo nivel de cuidado y atención.
  • Tiendo a justificar comportamientos hirientes por la historia personal del otro.
  • Pienso que el amor requiere sufrimiento, y que mi dolor es prueba de lo mucho que amo.
  • Tengo la creencia de que si amo lo suficiente, puedo sanar al otro.
  • Idealizo a la persona que amo, ignorando sus defectos o el daño que pueda causarme.
  • Busco resolver conflictos inmediatamente, incluso si el otro necesita espacio, porque temo que el distanciamiento sea definitivo.
  • Interpreto los momentos de distancia como señales de rechazo.
  • A veces me siento invisible, como si mis esfuerzos no fueran reconocidos.
  • Me siento atraída por alguien emocionalmente distante, creyendo que puedo ganarme su amor si trabajo lo suficiente.

martes, enero 21, 2025

Anoche soñé que moría. Ah, una imagen blanca, espantosamente blanca. Y se muere el mundo como solía conocerlo. Se muere el amor. Se mueren las horas, y yo. Se muere mi estómago, por demás vacío; mis horas aletargadas. Ah, se muere la vida. Se muere mi cuerpo de cansancio, mi mente abatida, mi mirada penosa. Se muere el sol, recién nacido. Ah, todo cambió de color, como si los objetos inanimados yacieran inertes.
Y entonces se mueren los colores, los espacios, los ruidos, las voces. Se mueren las melodías que resuenan en mi mente, tan inoportunas. Se muere el día, y todavía no nació. Ah, sigo soñando, desesperadamente, que me muero. Sigo soñando con mi rostro empapado, exageradamente nervioso.
Ah, la muerte, que golpea mi pecho, y aunque no quiera, ya está acá. Me pregunto: ¿cuándo despertaré? ¿Cuándo nacerá mi niñita quebradiza? ¿Cuánto más se estrujará mi corazón estropeado? 
Y qué haré con el viento, con el sol, con un cadáver que se descompone en mis manos. Qué haré con las sonrisas ajenas, los pajaritos chillones, la ciudad vieja. Qué haré conmigo: con mis recuerdos, con mi sentir, con mis sueños, con mi dolor. Qué haré con la imposibilidad, con la pérdida, con tanto, tanto dolor. Qué haré si tengo sed de ser amada. Qué haré con esta vida, fantasiosa, que se me escurre entre los dedos. Qué haré si me requiebro. Y qué haré con mi amor.

sábado, enero 18, 2025

Recopilación, línea temporal.

16 de diciembre de 2023
Primera salida al exterior después de meses, sin un solo síntoma de ansiedad. A la vuelta de la esquina, la presencia de P. se dibuja como una figura posible y alcanzable. Nuestro encuentro gira en los recovecos de mi mente, detallando una fantasía finalmente cumplida. Me enfrento a su mirada profunda, repleta de ternura, deseo y alegría. Mi beso en su mejilla es seguido por unos brazos fuertes que me estrechan contra él. Se crea una quietud, una profunda tensión que nos lleva a debatir quién será el primero en avanzar.
Detenida en su rostro como una suma de partes bellas y significativas, parece la venida de un ángel lujurioso que reclama caricias, como si fuera un niño desprotegido, perverso polimorfo. Sus labios tocan los míos con una suavidad indescriptible, apasionante, como si pudiera sumergirme en las profundidades de una cavidad de piel lubricada, membrana mucosa, danzando lentamente junto a su lengua. Aprecio cada uno de sus detalles, como si se tratara de una escultura pesada que pudiera desmoronarse con un toque mágico. 
Lo indecente, lo impuro, lo más sexual y primitivo emerge como algo necesario, dos fuerzas contenidas que pronto se liberan. Es él, es P., quien ahora me anhela. Se produce una unión casi genital, desesperada. Yo, sobre sus piernas, acariciando su pelo, su cuello, su brazo. Yo, sintiendo sus manos. Yo, perdida en su mirada. Yo, riéndome infantilmente, escuchando su tono de voz tan calmado, su risa leve. Me aferro por un instante a su cercanía, a su pureza, a su seducción, al sabor de su piel, tan dulce como un copo de azúcar.

27 de marzo de 2024
Sueño con mil caras, todas son de P. Nos hemos reencontrado en el día de ayer. Su presencia volvía a vislumbrarse a la vuelta de la esquina. "Te extrañé", pronunciaron sus labios. Me tocaron sus manos, me abrazaron sus brazos, me besó su boca de cristal como si no lo hiciera hace tres meses. Mis facciones petrificadas, un desborde producto de su mirada dulce y profunda.
Mi respiración se agita, mi lengua ya sueña con recorrer su cavidad oral nuevamente. Puedo sentir la suavidad de las yemas de sus dedos girando sobre mi sexo húmedo, mientras su dureza indica cuánto me desea. Interrumpidos siempre, tan solo estamos afectuosos en público. Huimos en busca de otro espacio. 
Aquí se concreta mi fantasía. Su sexo en mi boca, en mis labios, en mi mejilla. Sus ojos clavados en mí, envueltos de placer. Olvido mi inocencia, la escondo. Aquí y ahora soy una mujer fervorosa, no existe más que mi libido rozando el mismísimo cielo. Por un instante, una unión genital que me complace al mismo tiempo que duele. 
Unión genital que se frustra por la presencia cercana de un hombre. Hemos de escapar y volver a la vuelta de la esquina. Nunca hemos deseado tanto fundirnos el uno en el otro. P. ya no habla de querer, habla de necesitar entrar en mi cuerpo. Nos hemos convertido en dos exhibicionistas tan pronto que ni tiempo he tenido de pensar en mis actos. Una sustancia suya está adherida a mí.
Tres horas nuestras que terminan con su rostro satisfecho y agotado. Una hoja garabateada, letras y dibujos suyos y míos. P. hace un comentario psicoanalítico: de un lado, nuestros traumas, su tronco del árbol herido, mis rayones paternos. Del otro, el amor, corazones por doquier. Sus cuerdas vocales dicen relación sexo-afectiva, mi mente quiere atreverse a indagar. "Te quiero", pienso. Pienso pero no lo digo en voz alta.

9 de abril de 2024
Finalmente, luego de dos semanas, me encontré con P. Él me esperaba en la esquina de mi casa, tan bello y sonriente como la última vez. Su belleza me deja atontada, me saca las palabras de la boca torpemente. Lo veo sonreír, lo siento acariciar mi sexo dulcemente. El placer se apodera de mí, es tan suave. Nos besamos una y otra vez. Nos miramos, sin mediar palabra. Una proposición: cambiar de locación.
Nos encontramos en la parte trasera de su auto. P. empieza a penetrarme, nos escucho gemir. Caen gotas de sudor desde su frente, su rostro da cuenta del calor. Por instantes me mira o me besa. Me pregunta si siento dolor, se asegura de que esté lo más cómoda posible. Le respondo que siga, que todo está bien. Eyacula, como de costumbre, y llega el fin del acto sexual. Me habla, se ríe, lo beso, y después de algún tiempo, acaricio su pierna. Él siente mi humedad, yo su sexo en mi boca. No tardamos en ser descubiertos. 

30 de mayo de 2024
Hace quince días tuve sexo con P. Nos desnudamos con ternura y nos entregamos apasionadamente. Creí que me golpearía con su mirada animal, con su impulso casi instintivo. De pronto se volvió lingüísticamente tierno, táctilmente suave. Su rostro adormecido permanece en mi memoria, su cuerpo desnudo bajo el agua y tras un cristal. Su figura era fascinante: sus piernas y sus pies delicados, su torso varonil, su cuello y sus hombros receptores de mis besos al igual que sus brazos; su dedo índice derecho succionado sutilmente por mi boca.

10 de junio de 2024
En el día de hoy he vuelto a ver a P. Esta vez nos besamos suave y dulcemente. Al parecer, llamamos la atención de unos niños que gritaron: "¡Que viva el amor!". Esto me genera una enorme ternura, como el tono de voz de P. al hablarme mientras me abrazaba con fuerza.
La mayor parte de las cuatro horas que compartimos juntos, conversamos. Nos fundimos en los labios y los brazos del otro, queriéndonos.

29 de julio de 2024
Un abrazo en medio de la calle. El hombre más hermoso del mundo me mira, me sonríe, me besa, me habla, me acaricia. Mis labios en su sexo, sus dedos en el mío; sigo extasiada. Él sabe cuánto me excita, cuán fácil caigo en las garras de su seducción.
A. recordaba que lo primero que hice al llegar a Buenos Aires fue verlo. Cinco meses después, seguimos abrazándonos como aquel día. Quizá lloro porque lo quiero verdaderamente. Es tan lindo que me emociona. El tiempo corre y, a pesar de todo, volvemos una y otra vez a los brazos del otro. Esta fue la sexta, ojalá sean muchas más. No existe ningún otro hombre que pueda hacerme sentir lo mismo que P. Deseo su ternura, su manera de ser, su inteligencia; todo él es sujeto de mi deseo.

22 de octubre de 2024
Recibí la visita de P., inesperadamente. Nuestro encuentro, exhibicionista y sensual, me hace sonreír. Hoy estuve excesivamente risueña y excitada. Me agito de solo recordar los besos de P., recorriendo su caverna carnosa y lubricada. Su mirada y su sonrisa me hacen suspirar, preguntándome si soy digna de su deseo. Allí estábamos, como siempre, en su auto. P., indómito, masturbaba mi sexo húmedo, a plena luz del día. Succionaba mi pezón. Introducía sus dedos mojados en mi boca. Tocaba mi cuerpo como si no existieran otros, como si fuera el mío el único despertador de su apetito. Fui suya, como hace casi tres meses. Ambos anhelábamos practicarnos sexo oral mutuamente; él penetrarme, y yo ser penetrada por él. Aquella fue una hora inolvidable, colmada de goce. Nunca en mi vida había sentido algo así. Ahora, débil, no encuentro ninguna manera de explicar tanto deleite. Todos mis intentos resultarán fallidos... He de decir que lo ocurrido hoy me dejó sin palabras.

viernes, enero 17, 2025

Estoy nerviosa. Llevaba demasiado tiempo sin salir con alguien. Gotas blancas y frías me recorren desde la coronilla. Estoy apurada, aunque todavía es temprano. Mi pelo húmedo, mi piel hidratada, mi cuello perfumado. Mis piernas, mis pies y mis brazos al descubierto. Mis labios ansiosos, mis mejillas acaloradas. Reviso una y otra vez mis pertenencias, mientras se me espera impacientemente. ¡Por fin, el hombre nuevo!
El hombre rellena el silencio con palabras o el ruido de la radio. Me mira, sonríe; trato de descifrarlo. Observo su vestimenta, su pelo, sus gestos, sus manos al volante. El hombre nuevo es una presa ante mis ojos. Yo, en silencio, apenas pronuncio palabras estúpidas. Tras la ventanilla, chimeneas humeantes, árboles de troncos heridos, hombres de dedos fálicos sosteniendo cigarrillos. Mi mirada detenida en aquellos hombres de traje y sombrero, del año setenta u ochenta y nueve.
Ya estamos aquí. Un espacio aislado, frío a comparación del exterior, oscuro, antiguo, vacío. Se proyecta "El hombre viejo", en una pantalla luminosa y kilométrica. Las luces tenues, el hombre intranquilo. Los sonidos graves me asustan inicialmente. Nuestros cuerpos tan próximos, viviendo una experiencia tan extraña. ¿Qué pensará? ¿Querrá huir tras una "pésima" decisión?
El hombre nuevo me besa. ¡Hace cuánto tiempo no era besada! Mis dedos se entrelazan con los suyos, mientras tanto no tengo registro de lo que sucede en la pantalla luminosa y kilométrica. El tacto del hombre se detiene en la tela que visto, por demás suave, anhelando dejar mi pecho al descubierto. Nuestros órganos sexuales laten con fuerza.
El hombre nuevo me toca delicadamente, mientras suspiro. El hombre nuevo masturba mi humedad. El hombre nuevo pronuncia palabras eróticas, su rostro transformado debido a la excitación. El hombre nuevo me pide que realice un movimiento que permita que nuestros sexos sean uno, yo cedo. El hombre nuevo penetra con necesidad y dureza. El hombre nuevo me pregunta si estoy bien.
Lo único que sé de "El hombre viejo", es que su final es abierto. Me río con el hombre nuevo, me río como se ríe la gente en sueños. Gimo como gime la gente en sueños. Mi mundo onírico, nuevamente, como no podía ser de otra manera. Mi mundo fantasioso, cristalino, impuro. Mi mundo que no es más que un cubículo negro, rugoso, asfixiante. Mi mundo que es todo, y al mismo tiempo no es nada. La ilusión, efímera. La realidad contrapuesta y doliente. Es la imposibilidad la que asalta mis deseos juveniles. Un dedo, fálico, que se mueve de un lado a otro. Una boca que niega, un par de labios sellados.

lunes, enero 13, 2025

Tal vez sea mejor conocer a un hombre nuevo. Un hombre que esté interesado en mí, que me quiera y me respete. Un hombre que se tome el tiempo de conversar, profundizar y conocerme. Un hombre que sea bueno, honesto, sensible, tierno. Un hombre que esté disponible emocionalmente, y que se quede a mi lado a pesar de los conflictos. Que sea abierto conmigo, que me llame en caso de querer compartir algo de su vida. Que me trate con paciencia, delicadeza, amorosamente. Un hombre de voz suave, calmo. Un hombre que me elija, que desee construir un vínculo sano conmigo. Alguien que me haga reír, que me escuche, que esté presente. Un hombre que permita que lo ame y lo cuide. Alguien que quiera compartir momentos conmigo, que tenga iniciativa. Alguien con quien poder salir. Alguien con quien poder hacer el amor. Un hombre en el que confíe. Un hombre que sea responsable, empático, maduro. Un hombre que se haga cargo de sus errores y tenga la capacidad de pedir perdón. Un hombre que maneje su estrés de manera saludable. Alguien que conozca mis necesidades y pueda satisfacerlas. Alguien con voluntad para encontrar soluciones juntos. Alguien comprensivo, que quiera disfrutar conmigo. Alguien que me apoye, que se muestre vulnerable, y trabaje en nuestra intimidad emocional y física.

domingo, enero 12, 2025

"—Sono un sentiero di spine.
—Non ho mai avuto paura di farmi male.

Per essere amati o dare amore, non devi avere paura... Ma solo tanto coraggio.

Tu sei il mio fabbricante di lacrime. (...) È quella persona in grado di farci piangere, straziarci o renderci felici, solo guardandoci. Io ti amo. Ti amo più di tutto."

Fabbricante di lacrime.

sábado, enero 11, 2025

Confusión en la cama. Yo, frente a un espejo. Comienzo a sentir que mis dos colmillos se aflojan, sangrantes, hasta desprenderse de mi boca. Acto seguido, pierdo cada uno de mis dientes, como si se trataran de figuritas pequeñitas que se despegan de mis encías. Entro en un estado de desesperación, mientras oigo la voz de mi madre. También aparece V. Los huecos que dejaron mis piezas dentales me incomodan al intentar cerrar la boca. Con la ayuda de las manos, trato de acomodar mi mandíbula, pero la sensación que tengo es de un profundo disgusto. Ahora soy un monstruo de boca entreabierta y ojos bañados en contrariedad. Pienso en alguien. Estoy perdiendo el control, una vez más. Me doy cuenta de que aún conservo mis dientes, pero el sentimiento de pérdida me encuentra, despertándome, con la boca entreabierta y un hilo de saliva que termina en la almohada. El oscuro reloj indica que he pasado veinticinco horas sin comer. Me siento moribunda, tambaleante. Mi piel seca y pálida, detenida en los dedos de mis pies, que parecen estar pudriéndose, sin poder mantenerme en pie. Mi estómago vacío, pobrecito, tan vacío. Mi cuerpito de apenas cincuenta y dos kilos perdiendo la fuerza, como si fuera un bebé desnutrido o una anciana consumiéndose por el cáncer.
¿Cuántas horas he pasado ya silenciosa, con una bomba en el pecho que amenaza con hacerme desaparecer? El hombre es indiferente. El hombre amenaza, manipula, controla, vigila, es inconsistente y además me falta el respeto. Siento algo en lo alto de mi pecho, tal vez un par de ojos humedecidos y, contrariamente, envueltos en odio. Empiezo a creer que el hombre disfruta haciendo daño, como un niño pirómano. El hombre quiere sentirse poderoso, especialmente ante las mujeres. El hombre está profundamente herido, pero no puedo justificarlo. El hombre temeroso encuentra satisfacción al abusarme y verme sufrir. El hombre es machista.

lunes, enero 06, 2025

R. era una vieja chillona y amargada. Era una antítesis de mi tierna inocencia. Borraba mis caminos de tiza, cruelmente. R. era por demás ermitaña, metida en una cueva polvorienta. Adoraba acumular porquerías en su rancho sucio. Después de muerta, le hallaron unas sábanas intactas que jamás usó. R. era miserable. Su casita inmunda se caía a pedazos, olía a una mezcla de humedad y sopa. ¡Cuántas noches habrá pasado desolada aquella pobre mujer! ¡Y cuántos días inertes! Hoy día, casi ni se la nombra. Su mirada infundía miedo. Mi figurita tan pequeñita y adorable, rodeada de amiguitos imaginarios, temblaba ante su sola presencia. ¡Ah, cuántas tardes hablándole a la nada la pobrecilla sola, solita! Años infantiles odiando a una villana me hicieron terminar desdicha. ¡Ah, pobre mujer! Pobrecita R. Mis ojos llenos de vida dulce y mis hoyuelitos tan marcados por las sonrisas solitarias. ¡Ah, qué niñita encantadoramente hermosa! Yo, la única, la inconfundible, la blandura personificada.

domingo, enero 05, 2025

Paul McCartney entona Get Back, pero yo estoy atrapada en un bucle de negativismo. Perdí un lugar cómodo y seguro. Ahora, la desconexión, la pérdida de control, la frustración, tristeza y falta de disfrute, son mis fieles compañeras.
De nuevo yo, esta vez con la mirada fija en el horizonte. Estoy llorando desconsoladamente, frente a una finca que se está prendiendo fuego. Distante ante una relación que está destruyéndose. Pérdida.
Por último, rendida ante un hombre que me besa muy lentamente. Nuestros cuerpos desnudos y próximos a la penetración. El hombre me mira deseoso. Mis ojos se llenan de lágrimas. El hombre no volverá jamás.

sábado, enero 04, 2025

Gracias a P. conocí el amor de verdad, y siento que tengo una conexión especial con él. Pero en medio de esta parálisis, veo un hombre frío, orgulloso y cortante, y eso me duele. Siento pena, cansancio, vacío. Aunque notaba su felicidad cuando estaba conmigo, me hace pensar que aquel afecto era irreal. Entre nosotros, siempre hay un obstáculo: su miedo al amor. Ahora, con un bloqueo emocional importante, necesita distancia, perspectiva, tiempo. A pesar de mi predisposición, P. está hermético, ausente. Siente mucho más de lo que ha dicho, y está confundido. Me dolió que no me haya tomado en serio, que se haya comportado como si yo no le importara. Y, en parte, me hace alejar, decepcionándome. Puedo llegar a reconocer que no me merezco cómo me trató, que fue muy injusto conmigo. No me valoró, y me hizo sentir que no existo, y que estoy en un lugar donde no se me quiere. Únicamente con mi silencio se dará cuenta de que tiene que cambiar, porque no tiene justificación alguna para comportarse así conmigo. Tendrá que sentirse muy solo para entender que hay algo en él, que no es más que su necesidad de tener todo bajo control; como un juego de poder donde él es muy dominante y yo, sumisa, termino cediendo a que la relación sea a su manera. ¿Será posible que su orgullo le permita pedir perdón y dejar de querer dominar nuestra relación?

viernes, enero 03, 2025

P. trató de controlar nuestra relación. Me leía, pero mantenía distancia, falto de respuesta. No tenía iniciativa para comunicarse o bien para mantener la comunicación. Me hacía sentir culpable y ansiosa, faltándole el respeto a mis sentimientos y necesidades, cuando él no me daba tiempo ni atención. Criticó constantemente mi accionar, haciéndome sentir insegura, no valorada y mal conmigo misma. A menudo me frustraba y perdía el autoestima. Decía que si realmente lo quería, tenía que hacer ciertas cosas. Se comportó de manera pasivo-agresiva. Me hizo dudar de mis propios recuerdos. No permitió que me acercara a él, y me manipuló para hacerme responsable de sus sentimientos. Se excusó para evitar hablar conmigo sobre sus emociones, temas importantes o conflictivos. Se centraba en lo superficial. Evadiendo conversaciones profundas, controlaba el ritmo y la profundidad de la relación. Se siente incómodo con la intimidad emocional. Teme perder el control, volverse vulnerable, confiar o depender de mí. No tiene la madurez necesaria para enfrentarse a la intimidad y la conexión emocional, probablemente a raíz de sus problemas de autoestima o traumas pasados. Tiene dificultades para comprometerse en una relación a largo plazo, prioriza su independencia y libertad, temiendo que esto cambie. No es transparente ni honesto sobre sus sentimientos. No presta atención a mis preocupaciones, invalida mis emociones, es despectivo y egoísta. No muestra interés en mí ni en lo nuestro, ni se esfuerza por resolver conflictos. No me escuchaba cuando necesitaba hablar, ni consideraba mi opinión. Se enojaba fácilmente y no sabía manejar sus emociones de manera saludable. No expresaba gratitud por lo que hacía por él ni por la relación. Se comportaba como un narcisista, distante y frío, sin mostrar afecto.
Escenas que se superponen perfumadas.
Imágenes blancas, muy blancas.
Besos blancos y caricias apasionadas.

miércoles, enero 01, 2025

R. me pidió que no luche contra la corriente. Supongo que se refería a mi hermetismo, pero mi pensamiento se dirigió hacia P., a quien le confesé mi amor hace dos días. Ayer, apenas cruzamos una palabra. Ahora, nuestras bocas callan.
Sorpresivamente, también ayer, R. se acercó a mí después de semanas. Me recuerdo en la noche y me siento igual de agotada. Esta vez, no lloraba sola en un rincón; sino que me veía en medio de una orgía de ruidos infernales.
Detesto las reuniones. ¡Cuánto me incomodan, me alteran y me irritan! Una orquesta de voces insoportables, de cantos, bailes, aplausos, estruendos. Imposible controlar aquello. Yo, una mujer por demás callada, somnolienta, sosegada.
Estoy acostumbrada a la solitud silenciosa y angustiante. Los ruidos infernales provienen constantemente de mi mente, y el control suele estar bajo mi poder. Cuando me intranquilizo, escribo. Pero cuando no puedo acallar la alegría ajena, me cruzo de brazos y miro el horizonte, con una mezcla de ira y tristeza.
Contando los días para, finalmente, poder hablar con A. Perdí la cuenta, no recuerdo cuándo fue la última vez que conversamos. El tiempo se quedará demasiado corto para contar todo lo que quiero contar. Por un lado, R., y por otro, P. Tendré que elegir a uno de los dos y desarrollar lo sucedido.
Hablaré de quien más me importa, de lo más urgente. De repente, R. se comporta de otra manera conmigo, y ya no me afecta su accionar. Pero P. es una preocupación que no puedo quitarme de la cabeza en ningún momento. Preciso patear el hormiguero de mis pensamientos tortuosos. Y recuperar a P., porque deseo que reciba de mí el amor más sano y respetuoso que pueda ofrecerle. Trabajaré incansablemente.