¿Cuántas horas he pasado ya silenciosa, con una bomba en el pecho que amenaza con hacerme desaparecer? El hombre es indiferente. El hombre amenaza, manipula, controla, vigila, es inconsistente y además me falta el respeto. Siento algo en lo alto de mi pecho, tal vez un par de ojos humedecidos y, contrariamente, envueltos en odio. Empiezo a creer que el hombre disfruta haciendo daño, como un niño pirómano. El hombre quiere sentirse poderoso, especialmente ante las mujeres. El hombre está profundamente herido, pero no puedo justificarlo. El hombre temeroso encuentra satisfacción al abusarme y verme sufrir. El hombre es machista.
sábado, enero 11, 2025
Confusión en la cama. Yo, frente a un espejo. Comienzo a sentir que mis dos colmillos se aflojan, sangrantes, hasta desprenderse de mi boca. Acto seguido, pierdo cada uno de mis dientes, como si se trataran de figuritas pequeñitas que se despegan de mis encías. Entro en un estado de desesperación, mientras oigo la voz de mi madre. También aparece V. Los huecos que dejaron mis piezas dentales me incomodan al intentar cerrar la boca. Con la ayuda de las manos, trato de acomodar mi mandíbula, pero la sensación que tengo es de un profundo disgusto. Ahora soy un monstruo de boca entreabierta y ojos bañados en contrariedad. Pienso en alguien. Estoy perdiendo el control, una vez más. Me doy cuenta de que aún conservo mis dientes, pero el sentimiento de pérdida me encuentra, despertándome, con la boca entreabierta y un hilo de saliva que termina en la almohada. El oscuro reloj indica que he pasado veinticinco horas sin comer. Me siento moribunda, tambaleante. Mi piel seca y pálida, detenida en los dedos de mis pies, que parecen estar pudriéndose, sin poder mantenerme en pie. Mi estómago vacío, pobrecito, tan vacío. Mi cuerpito de apenas cincuenta y dos kilos perdiendo la fuerza, como si fuera un bebé desnutrido o una anciana consumiéndose por el cáncer.