viernes, enero 17, 2025

Estoy nerviosa. Llevaba demasiado tiempo sin salir con alguien. Gotas blancas y frías me recorren desde la coronilla. Estoy apurada, aunque todavía es temprano. Mi pelo húmedo, mi piel hidratada, mi cuello perfumado. Mis piernas, mis pies y mis brazos al descubierto. Mis labios ansiosos, mis mejillas acaloradas. Reviso una y otra vez mis pertenencias, mientras se me espera impacientemente. ¡Por fin, el hombre nuevo!
El hombre rellena el silencio con palabras o el ruido de la radio. Me mira, sonríe; trato de descifrarlo. Observo su vestimenta, su pelo, sus gestos, sus manos al volante. El hombre nuevo es una presa ante mis ojos. Yo, en silencio, apenas pronuncio palabras estúpidas. Tras la ventanilla, chimeneas humeantes, árboles de troncos heridos, hombres de dedos fálicos sosteniendo cigarrillos. Mi mirada detenida en aquellos hombres de traje y sombrero, del año setenta u ochenta y nueve.
Ya estamos aquí. Un espacio aislado, frío a comparación del exterior, oscuro, antiguo, vacío. Se proyecta "El hombre viejo", en una pantalla luminosa y kilométrica. Las luces tenues, el hombre intranquilo. Los sonidos graves me asustan inicialmente. Nuestros cuerpos tan próximos, viviendo una experiencia tan extraña. ¿Qué pensará? ¿Querrá huir tras una "pésima" decisión?
El hombre nuevo me besa. ¡Hace cuánto tiempo no era besada! Mis dedos se entrelazan con los suyos, mientras tanto no tengo registro de lo que sucede en la pantalla luminosa y kilométrica. El tacto del hombre se detiene en la tela que visto, por demás suave, anhelando dejar mi pecho al descubierto. Nuestros órganos sexuales laten con fuerza.
El hombre nuevo me toca delicadamente, mientras suspiro. El hombre nuevo masturba mi humedad. El hombre nuevo pronuncia palabras eróticas, su rostro transformado debido a la excitación. El hombre nuevo me pide que realice un movimiento que permita que nuestros sexos sean uno, yo cedo. El hombre nuevo penetra con necesidad y dureza. El hombre nuevo me pregunta si estoy bien.
Lo único que sé de "El hombre viejo", es que su final es abierto. Me río con el hombre nuevo, me río como se ríe la gente en sueños. Gimo como gime la gente en sueños. Mi mundo onírico, nuevamente, como no podía ser de otra manera. Mi mundo fantasioso, cristalino, impuro. Mi mundo que no es más que un cubículo negro, rugoso, asfixiante. Mi mundo que es todo, y al mismo tiempo no es nada. La ilusión, efímera. La realidad contrapuesta y doliente. Es la imposibilidad la que asalta mis deseos juveniles. Un dedo, fálico, que se mueve de un lado a otro. Una boca que niega, un par de labios sellados.