Y entonces se mueren los colores, los espacios, los ruidos, las voces. Se mueren las melodías que resuenan en mi mente, tan inoportunas. Se muere el día, y todavía no nació. Ah, sigo soñando, desesperadamente, que me muero. Sigo soñando con mi rostro empapado, exageradamente nervioso.
Ah, la muerte, que golpea mi pecho, y aunque no quiera, ya está acá. Me pregunto: ¿cuándo despertaré? ¿Cuándo nacerá mi niñita quebradiza? ¿Cuánto más se estrujará mi corazón estropeado?
Y qué haré con el viento, con el sol, con un cadáver que se descompone en mis manos. Qué haré con las sonrisas ajenas, los pajaritos chillones, la ciudad vieja. Qué haré conmigo: con mis recuerdos, con mi sentir, con mis sueños, con mi dolor. Qué haré con la imposibilidad, con la pérdida, con tanto, tanto dolor. Qué haré si tengo sed de ser amada. Qué haré con esta vida, fantasiosa, que se me escurre entre los dedos. Qué haré si me requiebro. Y qué haré con mi amor.