domingo, junio 29, 2025

Un hada, un cisne (Sui Generis)

I – El olvido que olvida lo olvidadizo
Si reapareció P., ¿por qué yo no? 
Bueno... lo cierto es que no lo pensé tanto.
Un poco me reprimí. 
Otro poco me reconstruí.

II – Pulsión de muerte
Solía vaciarme de palabras, 
apagar todas las luces, 
refugiarme en la cama,
llorar y llamar, en ese orden.
Solía anhelar milagros:
instantes, gestos, miradas.

III – ¿Qué te puedo decir? 
Este diario, fiel testigo de mi sufrimiento,
¿podrá captar la música, los colores,
las letras ordenadas, las ilusiones nuevas?

IV – Emparchar la autoestima
Me pregunto si quedaré en bancarrota
después de todo lo que invertí en mí.
En mi identidad.
En mi yo de dieciséis.

V – Un no sé qué 
El rock nacional, más allá de Callejeros,
tiñe mi ropa. Un efecto dominó.
Todo es extraño después de haber estado 
paralizada.
Una cuota de entusiasmo, 
una suerte de recompensa,
de reparación de daño.
Un golpe de realidad...
o de pulsión de vida.

VI – Las melodías, las letras
Quiero llevarme la música a cualquier parte.
Hay sanación, salvación, después de todo.
Y se escucha bajo el agua,
más fuerte que los truenos, 
que las tristezas amargas.

VII – El síntoma doliente
Las horas que me encontraban rumiando,
repitiendo aquella letra...
Parecía que el sol nunca iba a brillar.

miércoles, junio 25, 2025

Un silencio ensordecedor

I – Psicoanalítico
Lo de P. y lo de A. me hace evadir la realidad.
Quizás haya alguna relación entre mi escritura y la autoestima de P.
Mi psicoanalista me dio la derecha con la misoginia de P.
¿Que escriba sobre feminismo y política sin mencionarlo?
Pero si me fascina contradecirlo...

II – Julio de 2009 
El libro de Cromañón estaba envuelto en hojas de revista.
Eran siete, aunque no las conté. 
Leí todas e hice un collage.
Un hombre atraviesa un túnel.
Otro, convertido en sombra: P.
Palabritas.

III – La palabra y la memoria 
"Me da viento
Escuchar de tus labios
La palabra lejanía."

IV – Agorafobia 
Volvía a casa, 
imaginándome que P., 
desde algún auto oscuro,
me veía andar por las calles.
Con mi pantalón hippie, 
mi buzo de Callejeros, 
mi cara hecha un cuadro.
Suele ser un pensamiento recurrente. 

V – El paso del tiempo 
Es llamativo que tenga una foto,
a los veintipico,
como muestra de sí.
Quedó estancado, fijado, anclado.
Le pasó la vida. 
En algún momento cumplirá cuarenta.
Es padre. Un señor de familia.
Un trabajador. Un ciudadano.
Un hombre hecho, aunque un poco torcido. 

VI – Ambivalente
¿Que mis intereses eran solo eróticos? 
¿Que no me involucraba suficiente?
¿Que no le prestaba atención?
Reclamos proyectivos.

VII – Un miércoles-lunes-domingo
La angustia me lagrimea, 
como bajo un puente 
un día de lluvia.
No encuentro las palabras justas,
o no veo lo que escribo.
Todo se enturbió de golpe,
y el Golpe de Estado lo encabeza P. 

VIII – El deseo (agregado)
Mi psicoanalista me preguntó si veía 
la posibilidad de reencontrarme con P.
Miré a la nada y, con la voz entrecortada, dije:
—No, imposible... No hay chance.

IX – La fantasía fantasiosa y fantaseada (agregado)
Estoy volviendo del trabajo.
Miro la esquina de mi casa: un auto.
Llego. 
Alguien baja directo hacia mí.
Es P. Me abraza con fuerza.
Shock.

lunes, junio 23, 2025

Primeras Piedras (Don Osvaldo)

I – Mensajes encubiertos
A. publicó una canción: Errores.
Yo respondí con otra: Barrilete.
"Sabiendo cómo es la joda, ya no duele tanto".
Me habló de las cosas que no vuelven.
Pero no dijo nada.
Le respondí que me enojan sus desapariciones.
Silencio. Como una tumba.

II – J. y el rocanrol
Volvió un viejo amigo de recitales. 
Fanático de Callejeros.
Me habló.
Me llamó "amiga".
No pidió nada.
No intentó seducirme.
Hola, J. ¡Tanto tiempo!

III – A. en sueños
Soñé con él.
Le dedicaba una canción de Callejeros.
Hoy hablamos poco:
música, política.
Me divierte su humor.
Lo quiero a pesar de lo de la otra noche.

IV – La esclavitud moderna 
Volví al trabajo,
después de varios días.
El viento me volaba.
La cara y las manos, heladas.
Tarareaba el inicio de La Comodidad.

V – ¿Y mi amor?
Lo último que escribió:
"Das asco".
Ni más, ni menos.
Un silencio musical.
Un viento helado.
Una ausencia que brilla.

domingo, junio 22, 2025

Murió de miedo por el valor de vivir (Callejeros)

I – La resurrección
Ayer desperté a las 6:25, cantando: "Todas las noches que te extraño resucito con el desayuno".
Antes de dormir, había estado pensando en la última vez que le escribí a P.: te amo, te amo, te amo.

II – El mareo
A la tarde, fui al baño. Miré al piso, y vi su cara.
P. 
Sus lentes, su pelo, su mentón.
Como si estuviera tocando el bajo. Como una foto que conozco.
Después, me mareé. 

III – El silencio
No escribí. No lo nombré.
Él tampoco dice nada.
¿Lo desestabilizó lo que escribí?
Tal vez se calla por mí.

IV – Cinco meses 
Hace dos días se cumplieron cinco meses desde que se fue.
Sigue ocultándose entre las sombras.
Yo me muestro. 
Me pongo un buzo de Callejeros, me maquillo.
Él se deja leer... un poco, a veces.

V – Lo fallido 
Anoche, A. inició un juego de seducción.
Me dijo que me amaba, en mayúsculas.
Como había dicho, en chiste, que estaba enamorado de mí.
Como cuando me invitó —más de una vez— a su departamento.
Quiso más de lo que estaba dispuesta a ofrecer. 
Y ante mi negativa, mi límite, se fue.

VI – El pasado
Recordé nuestro primer beso, después de un recital.
Su mano en mi espalda. Su desaparición entre la gente.
El último beso, después de cantar juntos, agarrados de la mano.
Y se fue, de nuevo.
Se fue P., y después A.
Y yo lloré.

VII – El presente
Escuché Callejeros.
Compré el libro de Cromañón.
Me lo debía.
La cultura. La política. La memoria.
La herida abierta.
Todo eso en las letras.

VIII – El retorno de lo reprimido 
A. volvió. Dijo "carajo" y "dale".
No le contesté. 
Insistió, como si nada hubiera pasado.
Esta vez, no. Paso.

IX – La pulseada 
P. volvió a leerme. 
Apareció. Hizo otro acting histérico.
Defensivo.
Se niega a habitar la verdad.
No procesa: descarga su odio.
Intenta negar que lo desestabilicé. 
Pero ya está escrito.
Lo vencí.

viernes, junio 20, 2025

Tu convicción y tu verdad (Don Osvaldo)

I – Prólogo
P. me leyó y, entonces, borró el comentario.
Aquel en el que fantaseaba con el sexo oral de una, y despreciaba la maternidad de otra.
No creo que haya sido casual.
¿Se sintió observado? ¿Se avergonzó? 
¿Entendió que se le había ido la mano, o se dejó vencer? 

II – La confusión
Dormí seis horas.
Soñé con P. También con R.
Estaba escribiéndole un mensaje.
Esperaba. 
Todo era incierto.
Una escena musicalizada,
que no terminé de entender.

III – La incomodidad
Salí al exterior.
Me daba el sol en la cara. 
Había mucha gente.
Miraba al piso. No quería encontrarme la cara de P.
Mis pies se movían al ritmo del tango, sin saberlo.

IV – Las tra(d)iciones
A lo lejos, escuché Creo, de Callejeros. 
En un momento, todo se enrareció.
La alegría ajena. La infancia. La familia. Padres con hijos.
El hijo de P. en la espalda alta de otro hombre.
El "Himno a la Alegría".
Yo, desencontrada, desencajada.
La cultura. Las raíces. La patria. 
Una reconexión fallida.
No estaba ahí. 
P. tampoco.

martes, junio 17, 2025

El monólogo insólito de anoche

I – La mirada invisible
Le grité a P. que era un hijo de puta y lo expulsé como si fuera un fantasma que retorna una y otra vez. Mi inconsciente le puso el rostro de J. L., como si esa fuera una figura violenta pero aceptable. P. me cosificó y deshumanizó. 
Mi bronca no es ciega. Ayer me enojé demasiado. No fue por S., sino por mí. De todas formas, no lo insulté: solo nombré y califiqué sus comentarios recientes, intentando entender por qué. Quizás fue muy fuerte mi descarga.
Su violencia discursiva no condice con aquel P. que se retiraba avergonzado, pidiendo perdón, ante una situación real de conflicto en la calle. 
Tenía la oportunidad perfecta para ser agresivo, y no lo fue. 
Agachó la cabeza. Tal vez porque el otro era un hombre, un peligro tangible.
No es tan duro como intenta mostrar.

II – El sueño
Cayó una bomba en la escalera de mi casa: el puente hacia el refugio. 
Los últimos peldaños eran escombros. Me dolían las piernas de sortear la destrucción. 
P. no aparece, no escribe.
Su autoestima debe estar por el subsuelo.
A mí me cuesta comer y dormir. Reconstruirme. 
La angustia por su ausencia se transforma en insomnio, en fijación, en dificultades para alimentarme.
También en escritura.

lunes, junio 16, 2025

Entre el abismo y la canción (Callejeros)

I – La quemadura
Ayer me quemé un dedo con el horno. Mientras me curaba, me vino a la mente Wanda Taddei, prendida fuego por el ex-baterista de Callejeros. 
Me dormí escuchando la banda: "No cambio nada y vuelvo a la cama, pensando que tal vez mañana todo será un poco menos peor que hoy"

II – El fantasma de Canterville 
Me desperté a las 9, o creí hacerlo. Fui al baño y me miré al espejo. Pero no estaba sola. 
La toalla era un torso, el torso de J. L. Llevaba una camisa a cuadros, azul. 
Grité: "Fantasma hijo de puta, hijo de puta." y le pegué con algo —una toalla, tal vez—. 
Desapareció. Pero volvió. Apareció detrás de la ventanita del baño. Y yo, otra vez, lo insulté. Quebrada, furiosa.
Volví a la cama y prendí la luz. Era tenue, como si se hubiera cortado la electricidad. 
Fui hacia la ventana, subí la persiana, abrí las cortinas. Entró la luz del día. 
Cerca había una silla con un almohadón y ropa de abrigo. 
Mi gata se acomodó ahí. 

III – El despertar
Todavía era temprano: las 8:30 de la mañana. Quise quedarme despierta. 
Me dolía la idea de volver a encontrarme con él. 
El fantasma no era J. L. 
Era P. 
Disfrazado de otro. 

IV – Otra pesadilla
P. vuelve a pronunciarse. 
No habla de amor, ni de política, ni de música. 
Habla de mujeres tatuadas, de sexo oral, de bebés y pañales. 
Una nueva escisión: la mujer sexuada, deseable; y la otra, la madre, que solo pide plata. 
Brutal. 
Es un misógino que no respeta a las mujeres. 
Ni siquiera a la madre de su hijo, que horas atrás le había dedicado un tierno mensaje, ubicándolo en el rol de padre "presente y amoroso". 
¿Eso es ser amoroso? 
Es un desagradecido y un infeliz que desprecia y deshumaniza al género femenino. 
Como no puede soportar ni procesar el amor, lo pervierte.
Responde con violencia y odio a través de teatralizaciones baratas.

V – La luz
Sobre la silla, mis chocolates favoritos y mis cuadernos. 
Una lapicera a mano, lista para garabatear de nuevo sobre el lienzo. 
La luz entra a través de las cortinas blancas.
Mi gata duerme cerca, acurrucada entre mi ropa de abrigo. 
Escucho mis canciones favoritas: esas letras sociales y políticas que me salvan del fantasma de P. 
La felicidad se asoma, melodiosa. 
Ah, es lunes. 

"Si me cansé de perder fue porque una vez me desangré por perderte." 
 Callejeros

domingo, junio 15, 2025

Un domingo infértil

I – P. y su paternidad
Hoy me desperté más tarde que ayer. Habíamos quedado en ir a almorzar a la casa de mi tía. Incluso hice una lista con todos los pasos necesarios para prepararme. Pero no tuve voluntad.
Vi una foto de P., sosteniendo a su hijo en brazos. Lo miraba con ternura. Me angustió. Eso, o el mensaje público que le dedicó S., deseándole feliz día del padre. Recordé cosas. Cosas que no encajan.

II – El dolor 
Hace tiempo que no voy a esa casa. La última vez fue el 19 de enero. Al día siguiente, P. me bloqueó. 
Pensé que, quizás, si iba, podría distraerme. Pero emocionalmente preferí quedarme.
Estoy sola. Hay silencio. El mismo silencio de cuando le escribía mensajes sin parar a P. Pero esta vez, no lo estoy haciendo.

III – La decisión
Estructuro mi día en función de las comidas. No tuve voluntad para maquillarme ni fingir. Es probable que pase el día comiendo chocolates y lidiando con mi sensibilidad. 
Lo pensé, lo confieso: escribirle un mensaje a P. para desearle feliz día. Pero no quiero caer tan bajo. Está claro que él significa mucho más para mí de lo que parece.
Hay garabatos azules en cursiva, inteligibles a la corta distancia. 
Seguiré escribiendo, como vía posible de consuelo.

sábado, junio 14, 2025

Veinticinco

Oficialmente tengo veinticinco años.
Me quebré durante la madrugada, pensando en P. De nuevo, me costó conciliar el sueño.
Estaba conversando con A., quien sorpresivamente me prestó demasiada atención hoy, aludiendo que era tierno conmigo porque "era mi día".
En un momento, le dije que nunca había tenido tanta bronca, por un motivo por demás banal. Estaba siendo exagerada, por supuesto. Como respuesta, trajo a P., haciéndome acordar de cuando "me dejó". 
Le comenté que sus publicaciones lloriqueando por política me daban gracia y vergüenza ajena, y A. me dijo que había visto algo suyo en otra red social. Hizo referencia a las últimas publicaciones de R., el amigo de P., con quien no solo compartía banda, sino también ideología política. 
"Leyó mis mensajes", pensé, e hice mención de esto a mi amigo. Cité a P.: "usted no es nadie", y volví a decir que me daba vergüenza, después de reír demasiado. Cité a García, fui irónica respecto al gobierno actual —el cual A. defiende— y volvió a decir, esta vez, que con razón P. me había dejado. 
Eso fue todo.
Volví a leer a P. Esta vez no hablaba de "nadie", pero seguía siendo hostil. 
Hace lo que mejor le sale. 
Por momentos me causa gracia, pero después empiezo a sentirme muy sensible, como adolorida.

viernes, junio 13, 2025

Teatralización

He leído los comentarios que estuvo haciendo P., y no pude evitar reírme de su ingenio. Pero ahora, de madrugada, comienzo a pensar en la enorme cantidad de energía psíquica que volcó en la política. 
Justo cuando me preguntaba si seguía vivo, parece responderme que sí, y que además está muy enojado.
Pero no sé hasta qué punto lo hizo como respuesta, o si soy yo, de nuevo, la que se enreda en su obsesión neurótica.
Me acuerdo de un video que había publicado una ex novia suya: P. manejaba por la ruta, sonreía y cantaban una canción juntos.
También lo imagino conviviendo con S. hasta separarse.
No sé, esta cosa suya de la evitación...
No quiero llorar. Tengo que dormir con urgencia.
¿Justo P. habla de amor? 
Claro, hablar desde el lugar de "el pueblo" no tiene nada que ver con el amor real, privado. De hecho, él no puede —ni pudo nunca— corresponder a las mujeres que lo aman. Soy fiel testigo de eso. 
Huye de un amor concreto y disponible, y se vuelve hiriente. Necesita destruir todo. No puede, o no sabe procesar el amor. Solo evacúa emociones, como la ira, pero no puede pensar por qué se enoja tanto, de forma tan desmedida.
Teatralización. Eso es lo que estuvo haciendo en público últimamente. 
Exagera, dramatiza como un histérico que quiere ser visto. Grita para llamar la atención. Monta una escena en la que él aparece profundamente afectado por cuestiones políticas. Está indignado. El otro es el enemigo, y él se posiciona como defensor. 
Vuelca toda su intensidad en cuestiones externas para evitar el encuentro íntimo.
Quizás lo enoja que alguien lo quiera. 
O quizá lo que lo perturba es mi tono fúnebre, el poema de Ajmátova. 
Tal vez eso es lo que reprime: el amor... y la muerte.
Me siento incómoda, como si tuviera calor. El insomnio, otra vez. No poder parar. 
¿Y si P. simplemente está afectado por la política, y ya? 
¿Y si toda esa teatralización no tiene nada que ver conmigo? 
Ya es viernes, de noche. 
Pronto será mi cumpleaños.
Mis últimos pensamientos van dirigidos hacia P., hacia su descarga violenta, narcisista y sobreactuada. Está desbordado, furioso. Usa palabras como "nadie", "carga", "olvido", "esclavo". Se proyecta.
"Usted nunca será nadie", "usted no es nadie ni nada"... 
Desplaza al otro, defensivamente, algo que él mismo siente. 
Paradójicamente, yo lo hago alguien a través de mi escritura. 
Y eso puede resultarle insoportable. 
Me ha tratado como "nadie", también.

jueves, junio 12, 2025

No sé si estás vivo o muerto
y si puedo buscarte en esta tierra,
o solamente en la tiniebla nocturna
como a un difunto llorarte.
Tú eres todo: mi ruego diurno,
la llama débil del insomnio,
la bandada blanca de mis versos,
el azul incendio de mis ojos.

ANNA AJMÁTOVA

miércoles, junio 11, 2025

Un deseo que pido siempre

Es martes. Soñé que subía unas escaleras inmensas, al compás de otras personas. Hasta que decidí bajar, sola, y lo hice casi como si fuera una pluma.
A. dice, cruelmente, que P. no está en mi vida. Me recuerda su ausencia de manera despiadada, aunque real. También me obliga a creer que no existe tal bombardeo, y que aquella realidad irreal de mi mente no condice con la realidad del aquí y ahora.
En tres días será mi cumpleaños, aunque no hablé de eso con gran entusiasmo. 
Dije que me angustiaba que P. pasara días sin leerme, al borde del llanto. A. opina que no lo necesito para reafirmar mis ideales políticos, mucho menos mi trabajo con la escritura. Cree que no son casuales mis pensamientos últimamente.
Quedé con un sabor amargo de boca que me impidió escribir. Además, una pregunta suya —también al final— quedó flotando, alegando que tendría dos semanas para pensar en eso. ¿Qué se supone que debería responder cuando A. vuelva de su retiro mental? ¿Se acordará? ¿Seguiré teniendo estos pensamientos tortuosos? En fin... 
Supongo que P. aparece compulsivamente y luego se retira durante días, olvidándome o reprimiéndome. ¿Hasta cuándo voy a seguir sosteniendo esta farsa, este deseo invivible de una presencia ausente? Ufff... (resoplo).
Decidí refugiarme en la escritura académica, bastante menos insoportable que esta. 
Volví a escuchar Callejeros, a raíz de haber sentido algunas canciones de García: Los Dinosaurios, Ojos de Video Tape...
Me recordé siendo tan feliz gracias a la música, reconectándome con letras que solía llevar como banderas en mi corazón. Hablé de mí antes de P., a través de otro lenguaje. No fueron tantos minutos, pero fue una reconexión plausible.
Ya pasaron cinco días de mi mensaje a P. 
Intuyo lo que puede estar pensando en relación al contexto político actual. Supongo que debe estar enojado, atravesado, a la defensiva, con la mirada perdida.
Me volcaré al mundo del entretenimiento como una puerta de salida posible.
Hay momentos en los que no sé qué pensar.
Debería ver películas.
Qué se puede hacer, salvo ver películas.

lunes, junio 09, 2025

Una intensidad más aguda

Las paredes se descascaran,
hay cables que cuelgan sin rumbo,
y el timbre está emparchado con cinta adhesiva.

Es lunes. Volviste a desaparecer.
Me sangra la boca y escupo.

Un señor dijo que no aparento 
veinticuatro,
sino que parezco una cría.
Y estoy pronta a los veinticinco.

En la radio suena 
Deseos de cosas imposibles.
Mientras observo la suciedad de la calle,
las baldosas rotas,
un cuadro de tierra 
por el que me imagino,
del tamaño de un ratón
entrando a un túnel:
un otro mundo.
Como si pudiera olvidarte de pronto.

La gente va de un lado a otro,
o está estancada en el tiempo.
Percibo el paso de minutos lentos,
y en el silencio, endurezco la mirada.

Te recuerdo acá, ausente como siempre.
No puedo llorar en la calle.
No sé si estás vivo.
No sé nada.
Nos quedamos, ayer, 
descansando bajo los escombros.
Nos dolía el cuerpo.
Quizás estás muerto.
Debería llevarte flores 
adonde estés,
y amarte con una intensidad más aguda.

domingo, junio 08, 2025

El fin del baile

Escena I – La mancha
Una mujer viste un vestido blanco, impoluto.
Su pelo, recogido elegantemente.
Se dirige a un baño refinado, reluciente.
Su vestido blanco se mancha de sangre,
y ella es la primera en darse cuenta 
del aborto espontáneo.

Escena II – El baile
En otro lugar del edificio, él,
en el salón de baile.
Se van a casar,
entre figurillas, 
sombras inquietas,
voces inertes que forman parte.
Una escena silenciosa.

Escena III – El derrumbe
Todo empieza a desmoronarse
sobre ambos cuerpos.
No es un temblor natural: parece un ataque.
Una escena sofisticada 
que termina en una tragedia ruidosa.

sábado, junio 07, 2025

En el tribunal literario

Supongo que pasaste la noche acá, después de recibir mi mensaje. 
Qué complicado es amar tu evasión, interpretar tu nada. 
Al final, el único que sale ganando sos vos. 
El único que ganó siempre. 
El que fue acariciado y mirado cuando así lo quiso, 
el que recibió múltiples muestras y palabras de cariño, 
el que no negoció su tranquilidad.
A mí me toca la peor parte: 
la angustia por tu silencio, 
la falta de momentos afectuosos, 
la pérdida de la cotidianidad, 
el vacío, 
el desconocimiento de lo que te pasa. 
Estoy perdiendo. 
O, mejor dicho, no obtengo ninguna ganancia. 
Antes, al menos, te amaba en medio de discusiones y ambivalencia. 
En gestos contradictorios tuyos, en la negación o el rechazo.
La energía que destino a lo inviable me pasará factura en algún momento. 
O sea que, además, tengo una deuda pendiente. 
Es probable que me quede en bancarrota. 
Por un fantasma que ni siquiera es rostro, ni risa, ni mirada. 
Por un nombre que pronuncio con los ojos llenos de lágrimas. 
Bueno, vos me advertiste. 
Pero, por esas cuestiones del corazón, terminé queriéndote igual.
¿Hay alguna justicia para los corazones rotos? 
¿Algún abogado defensor? 
¿Banquillo de los acusados? ¿Condena? 
¿Hay más vía que la escritura? 
¿Hay algo parecido a la muerte en la rendición? 
¿Hay alternativas al dolor? 
¿Hay demasiado amor cuando se sufre demasiado? 
¿O es el sufrimiento, inherentemente ligado a la inexistencia,
el que se expresa en nombre del amor? 
Te leería inaccesible.
Entraría a algún rincón de tu mundo interno 
para apoderarme de tu profundidad. 
Me pregunto qué encontraría: 
¿sufrimiento o goce en tu parte inhumana, o insensible? 
¿Es posible que conserves un ápice de afecto, de ternura, de anhelo por el bien? 
¿Hay algo dentro de tu tibio, tibio corazón? 
¿Se conmueve el señor P.? 
¿Se conmueve ante el amor?

viernes, junio 06, 2025

Israel bombardea Gaza

El cuerpo me permitió involucrarme con una tarea académica. Estuve escribiendo sobre una masacre de la cual creo tener bastante conocimiento. Estuve socializando y, en cierto modo, también enseñando algo. 
Habrá sido a las diez de la noche cuando empecé a tararear: "la que no supe amar, no sé por qué". P., en mi mente, en una conversación pública con R., mencionando La Incondicional, de Luis Miguel. Sospecho que, en realidad, estaba asumiendo —inconscientemente— su incapacidad de amar a una mujer que lo ama. Haya sido S., A., o yo misma.
También recordé a Borges y a Cortázar. Claro que es mucho más fácil consumir amor simbólicamente que amar con la presencia y responsabilidad afectiva que eso implica. O, por lo menos, debe serlo para P. 
Hubo más. Mucho más. Me ha llegado a doler la cabeza de tanto pensar y llorar hasta la madrugada. 
Casi como broche de oro, volví a enviarle un mensaje a P., después de dos meses. Un mensaje mal escrito: sin mayúsculas, sin puntos, apenas algunas comas. Un renglón debajo de otro, una extensión considerable. Probablemente no haya usado las palabras adecuadas, mucho menos una buena sintaxis. ¿A quién se le ocurriría, en un mensaje romántico, hablar de bombardeo, de muerte y guerra? 
Me sentiría avergonzada si lo leyera con detenimiento, con lupa, con crítica. 
Podría decirse que es una declaración simbólica de amor. Una reactualización de mi afecto.
No lo pensé, no lo corregí, no estuve escribiéndolo durante horas. 
Espero que P. no reprima su sensibilidad... y recuerde que sigue siendo amado, y nombrado amorosamente.

jueves, junio 05, 2025

Es lunes

Ayer, domingo, estuve pendiente de las políticas públicas hasta altas horas de la madrugada.
Sentí un profundo rechazo al escuchar discursos de odio, al ver dedos acusadores y, particularmente, al registrar una falta de empatía hacia un sector muy vulnerable. Se debatía un tema sensible, una emergencia. ¿Se podía esperar algo distinto de los títeres del gobierno actual?
Recuerdo haber escrito, en algún momento, sobre los comentarios que P. hacía respecto a ciertos gobiernos, o sus "publicaciones izquierdistas". Más allá del amor o el deseo que pudiera sentir por él, le tenía un profundo respeto a sus ideas —y, de hecho, las comprendía perfectamente. 
P. se enojaba frecuentemente; yo me resignaba bastante. 
Lo de anoche fue apasionante.
Luego encontré, casi por arte de magia, once números de teléfono que habría agendado en el pasado. Me detuve en cada uno de ellos y anhelé que alguno fuera el de P. No iba a escribirle; solo quería ver su cara. 
Quizás porque lo he nombrado, también, como un ciudadano que mira el mundo de una manera muy cercana a la mía. 
Algunas veces, él también hizo referencia a mis convicciones. 
Pero, finalmente, aquellos eran solo números: sin nombre, sin rostro, sin descripción. 
Números vacíos.
Carentes. 
Números... 
Números, cuando yo ansiaba encontrar la cara del amor: el color de sus ojos, la forma de su nariz, la comisura de sus labios en una sonrisa.

Una noche insomne.
Un puente entre la memoria y la justicia.
Noticias periodísticas, mediáticas, sociales.
No podía apagar mi mente.
Entonces,
soñé con P.
Una atmósfera extraña.
Cerca de mi casa, 
o hablábamos por teléfono.
Veo su cara,
siento ternura.
Siento amor
en cada recoveco
de mi mente laberíntica.
Ahora, despierta,
mis ojos se nublan:
lagrimosos.

miércoles, junio 04, 2025

Yo... la principal acosada

En diez días cumpliré veinticinco años. 
Por lo pronto, estoy encinta (enferma, realmente). 
Estar así me recordó todo lo sucedido con P. y su temor a la paternidad, también días antes de mi cumpleaños pasado. 
A. me preguntó si tenía fiebre; dice que parece que estoy bien, que tengo color en la piel. 
El tema del acoso fue lanzado por mí como una explosión antes de terminar nuestra conversación. 
Dice que soy yo la principal acosada, por mis propios pensamientos. 

Un aturdimiento. 
Comienzo a ver borroso. 
Me siento en la silla.
Me recuesto con los brazos en la mesa. 
Estoy cansada. 
Me duelen las piernas.
También la cabeza.
Y vomito agua, 
como una cascada de agua bendita. 
Ah... hoy no me moveré de la cama.
Pasó. 
Ya es miércoles.