Ayer desperté a las 6:25, cantando: "Todas las noches que te extraño resucito con el desayuno".
Antes de dormir, había estado pensando en la última vez que le escribí a P.: te amo, te amo, te amo.
II – El mareo
A la tarde, fui al baño. Miré al piso, y vi su cara.
P.
Sus lentes, su pelo, su mentón.
Como si estuviera tocando el bajo. Como una foto que conozco.
Después, me mareé.
III – El silencio
No escribí. No lo nombré.
Él tampoco dice nada.
¿Lo desestabilizó lo que escribí?
Tal vez se calla por mí.
IV – Cinco meses
Hace dos días se cumplieron cinco meses desde que se fue.
Sigue ocultándose entre las sombras.
Yo me muestro.
Me pongo un buzo de Callejeros, me maquillo.
Él se deja leer... un poco, a veces.
V – Lo fallido
Anoche, A. inició un juego de seducción.
Me dijo que me amaba, en mayúsculas.
Como había dicho, en chiste, que estaba enamorado de mí.
Como cuando me invitó —más de una vez— a su departamento.
Quiso más de lo que estaba dispuesta a ofrecer.
Y ante mi negativa, mi límite, se fue.
VI – El pasado
Recordé nuestro primer beso, después de un recital.
Su mano en mi espalda. Su desaparición entre la gente.
El último beso, después de cantar juntos, agarrados de la mano.
Y se fue, de nuevo.
Se fue P., y después A.
Y yo lloré.
VII – El presente
Escuché Callejeros.
Compré el libro de Cromañón.
Me lo debía.
La cultura. La política. La memoria.
La herida abierta.
Todo eso en las letras.
VIII – El retorno de lo reprimido
A. volvió. Dijo "carajo" y "dale".
No le contesté.
Insistió, como si nada hubiera pasado.
Esta vez, no. Paso.
IX – La pulseada
P. volvió a leerme.
Apareció. Hizo otro acting histérico.
Defensivo.
Se niega a habitar la verdad.
No procesa: descarga su odio.
Intenta negar que lo desestabilicé.
Pero ya está escrito.
Lo vencí.