Me quebré durante la madrugada, pensando en P. De nuevo, me costó conciliar el sueño.
Estaba conversando con A., quien sorpresivamente me prestó demasiada atención hoy, aludiendo que era tierno conmigo porque "era mi día".
En un momento, le dije que nunca había tenido tanta bronca, por un motivo por demás banal. Estaba siendo exagerada, por supuesto. Como respuesta, trajo a P., haciéndome acordar de cuando "me dejó".
Le comenté que sus publicaciones lloriqueando por política me daban gracia y vergüenza ajena, y A. me dijo que había visto algo suyo en otra red social. Hizo referencia a las últimas publicaciones de R., el amigo de P., con quien no solo compartía banda, sino también ideología política.
"Leyó mis mensajes", pensé, e hice mención de esto a mi amigo. Cité a P.: "usted no es nadie", y volví a decir que me daba vergüenza, después de reír demasiado. Cité a García, fui irónica respecto al gobierno actual —el cual A. defiende— y volvió a decir, esta vez, que con razón P. me había dejado.
Eso fue todo.
Volví a leer a P. Esta vez no hablaba de "nadie", pero seguía siendo hostil.
Hace lo que mejor le sale.
Por momentos me causa gracia, pero después empiezo a sentirme muy sensible, como adolorida.