martes, junio 17, 2025

El monólogo insólito de anoche

I – La mirada invisible
Le grité a P. que era un hijo de puta y lo expulsé como si fuera un fantasma que retorna una y otra vez. Mi inconsciente le puso el rostro de J. L., como si esa fuera una figura violenta pero aceptable. P. me cosificó y deshumanizó. 
Mi bronca no es ciega. Ayer me enojé demasiado. No fue por S., sino por mí. De todas formas, no lo insulté: solo nombré y califiqué sus comentarios recientes, intentando entender por qué. Quizás fue muy fuerte mi descarga.
Su violencia discursiva no condice con aquel P. que se retiraba avergonzado, pidiendo perdón, ante una situación real de conflicto en la calle. 
Tenía la oportunidad perfecta para ser agresivo, y no lo fue. 
Agachó la cabeza. Tal vez porque el otro era un hombre, un peligro tangible.
No es tan duro como intenta mostrar.

II – El sueño
Cayó una bomba en la escalera de mi casa: el puente hacia el refugio. 
Los últimos peldaños eran escombros. Me dolían las piernas de sortear la destrucción. 
P. no aparece, no escribe.
Su autoestima debe estar por el subsuelo.
A mí me cuesta comer y dormir. Reconstruirme. 
La angustia por su ausencia se transforma en insomnio, en fijación, en dificultades para alimentarme.
También en escritura.