hay cables que cuelgan sin rumbo,
y el timbre está emparchado con cinta adhesiva.
Es lunes. Volviste a desaparecer.
Me sangra la boca y escupo.
Un señor dijo que no aparento
veinticuatro,
sino que parezco una cría.
Y estoy pronta a los veinticinco.
En la radio suena
Deseos de cosas imposibles.
Mientras observo la suciedad de la calle,
las baldosas rotas,
un cuadro de tierra
por el que me imagino,
del tamaño de un ratón
entrando a un túnel:
un otro mundo.
Como si pudiera olvidarte de pronto.
La gente va de un lado a otro,
o está estancada en el tiempo.
Percibo el paso de minutos lentos,
y en el silencio, endurezco la mirada.
Te recuerdo acá, ausente como siempre.
No puedo llorar en la calle.
No sé si estás vivo.
No sé nada.
Nos quedamos, ayer,
descansando bajo los escombros.
Nos dolía el cuerpo.
Quizás estás muerto.
Debería llevarte flores
adonde estés,
y amarte con una intensidad más aguda.