sábado, junio 07, 2025

En el tribunal literario

Supongo que pasaste la noche acá, después de recibir mi mensaje. 
Qué complicado es amar tu evasión, interpretar tu nada. 
Al final, el único que sale ganando sos vos. 
El único que ganó siempre. 
El que fue acariciado y mirado cuando así lo quiso, 
el que recibió múltiples muestras y palabras de cariño, 
el que no negoció su tranquilidad.
A mí me toca la peor parte: 
la angustia por tu silencio, 
la falta de momentos afectuosos, 
la pérdida de la cotidianidad, 
el vacío, 
el desconocimiento de lo que te pasa. 
Estoy perdiendo. 
O, mejor dicho, no obtengo ninguna ganancia. 
Antes, al menos, te amaba en medio de discusiones y ambivalencia. 
En gestos contradictorios tuyos, en la negación o el rechazo.
La energía que destino a lo inviable me pasará factura en algún momento. 
O sea que, además, tengo una deuda pendiente. 
Es probable que me quede en bancarrota. 
Por un fantasma que ni siquiera es rostro, ni risa, ni mirada. 
Por un nombre que pronuncio con los ojos llenos de lágrimas. 
Bueno, vos me advertiste. 
Pero, por esas cuestiones del corazón, terminé queriéndote igual.
¿Hay alguna justicia para los corazones rotos? 
¿Algún abogado defensor? 
¿Banquillo de los acusados? ¿Condena? 
¿Hay más vía que la escritura? 
¿Hay algo parecido a la muerte en la rendición? 
¿Hay alternativas al dolor? 
¿Hay demasiado amor cuando se sufre demasiado? 
¿O es el sufrimiento, inherentemente ligado a la inexistencia,
el que se expresa en nombre del amor? 
Te leería inaccesible.
Entraría a algún rincón de tu mundo interno 
para apoderarme de tu profundidad. 
Me pregunto qué encontraría: 
¿sufrimiento o goce en tu parte inhumana, o insensible? 
¿Es posible que conserves un ápice de afecto, de ternura, de anhelo por el bien? 
¿Hay algo dentro de tu tibio, tibio corazón? 
¿Se conmueve el señor P.? 
¿Se conmueve ante el amor?