jueves, septiembre 26, 2024

Contemplé tanto mi desnudez que olvidé escribir. Rendijas de luz se dibujaban en mis piernas, y mi cuerpo era al fin hermoso. P. tenía razón acerca de la suavidad de mi piel, aunque esta vez no era él quien me acariciaba eróticamente. Fue un momento de paz, antes de la venida de un día interminable. Después de aquello estudié, y prácticamente no pude dormir.
Conocí a J., una niñita tiernísima. Pero mi mente piensa obsesivamente en otro suceso: ayer me reencontré con T. después de algunos años. Trabajé a la mañana, y también a la tarde, por primera vez. Cuando llegué al nuevo trabajo, allí estaba. Nos dijimos algunas palabras, después nos cruzamos brevemente, y por último, compartimos un momento junto a D. Ambos lo ayudamos con sus actividades, mientras hablábamos y nos mirábamos sonrientes. Yo me sentía avergonzada, es un muchacho realmente encantador. Hay algo seductor en él, aunque primero creí que era mi impresión. Luego del día cansador, me escribió, y conversamos mucho. Espera que llegue el lunes para volver a verme (ojalá P. deseara lo mismo). 
A veces sufro porque temo olvidarme pronto de P., y además siento, que se olvidará de mí también. Cada vez me resultan más lejanos nuestros recuerdos, suelo esforzarme por traerlo a mi mente; creo que estoy dejando de desearlo. Lo quiero, pero si no corresponde a mis anhelos libidinosos, éstos morirán más temprano que tarde. Hace algunos días me angustié, pues ya no dispongo del tiempo necesario para coincidir con él. Me temo que será imposible volver a verlo, al menos por unos meses. Quisiera pasar un instante cerca suyo, pero no me busca. Supongo que el tiempo aparecería como por arte de magia, si ambos estuviéramos dispuestos a abrazarnos. No solo el tiempo lo vuelve imposible una vez más, sino que acerca a mí a una persona posible, como lo es T. 
Quiero a P. de vuelta. Quiero que reviva lo nuestro. Quiero algo exagerado: que P. vuelva a quererme y desearme.