Pasé catorce horas absteniéndome de ingerir comida y agua. Habré dormido cuatro horas, después de empapar la almohada de lágrimas. Quizá el menstruo explique la tristeza desmedida del día de ayer. Recuerdo que fui a trabajar. Me habré masturbado tres veces. Oí a mi madre percibiéndome distinta, motivada. Recibí noticias de D. Trato de hacer memoria, pero no sé en qué momento empecé a llorar desconsoladamente. Supongo que serían las seis de la tarde. Después, pasé horas angustiosas, por culpa del silencio de P. Como siempre, empecé a pensar en demasía. Mi libido insatisfecha es la causa de mi enorme sufrimiento. Recordaba aquella pregunta de A., y la respondía afirmativamente en mi mente: claro que lo que me duele es querer tener sexo y no poder. Reconozco que sufrir por eso es, sencillamente, estúpido de mi parte. Me avergüenza, de hecho, que la causa de mi dolor sea deshonesta. Estos últimos dos días estuve hecha un mar de lágrimas por algo increíblemente estúpido. Escribo con los párpados hinchados de llorar toda la noche. Tendrá que existir algo profundo detrás de semejante estupidez: el anhelo de sentirme deseada. Pero no por cualquier hombre, sino por P. Ni siquiera sé si quiero tener sexo, a veces me da un poco de asco. Oh, mis ojos se humedecen por primera vez durante la mañana, pues creo que en realidad, me duele que no me quiera. El sexo me da igual, de hecho, lo que me importan son los abrazos, los besos y las caricias. Las miradas, las risas, nuestras voces hablando de cualquier otra cosa. Lo quiero profundamente, y por consiguiente, tiene que ser ese hombre o ninguno, el que corresponda a mi sentir. Inconscientemente, el sexo puede ser un disfraz, un motivo por demás estúpido para evitar mis verdaderos sentimientos. No sé hasta qué punto deseo sexualmente, tampoco negaré mis necesidades físicas, pero el problema son mis necesidades emocionales insatisfechas. No poder encontrarme con P. para expresarle mi afecto, que sea imposible conversar, pero sobre todo, me hiere que se retire de lo nuestro. Me hiere no sentirme importante, no ser receptora de su cariño, no estar entre sus pensamientos, no recibir ninguna palabra suya; y por el contrario, ser ignorada, como si no existiera, como si no significara NADA.