Después de mi última incursión escrita, me propuse no angustiarme más y lo logré. Busco desenredar mis pensamientos catastrofistas para que se alineen a la realidad, ya que no hay nada que sea tan grave. Quizá me dejé llevar por una ansiedad momentánea, apegada al "nunca más". Solo quiero estar bien y tranquila, independientemente de los problemas ajenos, llámense de P., de R. o de quien sea. A veces me envuelvo en una nube negra que ni siquiera está sobre mi cabeza, pues no me resulta muy difícil girar obsesivamente.
Viéndolo todo desde cierta distancia, dejo en manos de P. el tiempo que necesite hasta poder y/o querer conversar conmigo. Ya tuve mi último gesto de amabilidad, y no tengo otra opción que soltar el control de la situación. Aquí estaré, dispuesta a un llamado o a un encuentro. Y si nada sucede, está bien. Lo único que importa es que ambos nos sintamos mejor y trabajemos en nosotros mismos. No por esto dejaré de quererlo ni de recordarlo sonriente y afectuoso. Debo entender que tiene una dificultad personal, no vincular. En algún momento se dará cuenta de mis verdaderas intenciones y decidirá si vale la pena repetir la historia de siempre o, por el contrario, prefiere valorar y quedarse con los buenos momentos. En fin, no dedicaré más tiempo a preocuparme, porque no solucionaré nada. Que pase lo que tenga que pasar.