domingo, agosto 18, 2024
Quería que te quedaras, y que la noche fuera blanca. Pero tu silencio es un puñal, y amanezco ensangrentada. No puedo ser querida. Nos habríamos dejado antes, nada hubiera pasado de no ser por mi insistencia. Cada conversación, cada encuentro, fueron obra mía. Si no vuelvo a tus ojos, acabarás por olvidarme. Seré una mancha negra en el asfalto, y entonces moriré de pena. Te enviaré mis lágrimas en un sobre húmedo, en este día lluvioso. Te diré que te amo, y me rechazarás. Las horas nuestras serán devoradas por un tiburón de pecera. ¿Cómo me arrancaré tu nombre del pecho? Me iré sin volver a verte. Me sobraría una palabra tuya, delicada, paciente, entregada con sinceridad. Me sobraría sentir que no me odiás. Pero no vas a volver, ya lo dijiste. Nada mío quedó en tu corazón. Soñaré que te retengo conmigo, y que la noche es blanca. Guardaré tu imagen en mi memoria, allí podremos ser felices de nuevo. Allí sonreiré, te tomaré de las manos y te mantendré vivo. Y entonces, un día, no sentiré más dolor. Lloraré diez veces en lugar de quince, y poco a poco volverás a ser un hombre hermoso, aunque distante. Tu recuerdo me producirá alegría, quizá dentro de cinco años. Leeré sobre lo nuestro y no sabré distinguir la realidad de la fantasía. No sabré si fuiste un sueño o si te amé demasiado. No sabré si aquellas horas en tu pecho existieron, o serán reemplazadas por estas horas insomnes. Tu último beso me recorre como una gota salada que corta mi cara. Ojalá estuvieras acá. Ojalá durmiera, y devorara exquisiteces. Ojalá despertara de esta pesadilla y corriera a tus brazos. Ojalá no muera de tanto extrañarte.